A medida que el aumento de las temperaturas y las sequías afectan las fuentes superficiales, los seres humanos dependen cada vez más del agua que tienen bajo sus pies. Los acuíferos subterráneos abastecen actualmente a casi la mitad de la población mundial y a aproximadamente el 40% del riego en todo el planeta.
Lo que pocos saben es que ese recurso hídrico está allí enterrado desde hace cientos, miles o millones de años. ¡Así como lo leés! Podrías estar tomando agua de un acuífero de la última glaciación.
Cada vez más abajo
Las aguas subterráneas más antiguas tienden a estar a gran profundidad, donde se ven menos afectadas por condiciones superficiales como la sequía y la contaminación.
A medida que los pozos menos profundos se secan bajo la presión del desarrollo urbano, el crecimiento demográfico y el cambio climático, las de abajo adquieren cada vez mayor importancia.
¿Se puede tomar esa agua?
Si estuvieras mordiendo un pan de miles de años, seguramente te darías cuenta. Lo mismo pasa con el agua. Al estar tanto tiempo bajo tierra puede tener un sabor diferente.
Las rocas que conforman los acuíferos liberan sustancias químicas naturales, modificando el contenido mineral del recurso hídrico. Algunas pueden tener efectos positivos, como el litio, y otros no tanto, como es el caso del hierro o el manganeso.

Las aguas subterráneas más antiguas también suelen ser demasiado saladas para beberlas sin un tratamiento previo, sobre todo las que están más cerca de los océanos.
¿Cómo llegaron hasta ahí?
El agua que cae en forma de lluvia sobre la tierra (y no termina en el lecho de algún río, en lagos o en el mar) se escurre a través de las capas de suelo, penetrando lentamente en las vías de flujo de agua subterránea.
Algunos de estos caminos se adentran cada vez más en las profundidades, donde el agua se acumula en grietas del lecho rocoso a cientos de metros bajo tierra. Estas reservas subterráneas quedan, en cierto modo, aisladas del ciclo hidrológico activo, al menos por muchísimos años.
¿Cuánto demoran en volver?
Los acuíferos subterráneos pueden tardar miles de años en reponerse de forma natural. Además, se comprimen al vaciarse, impidiendo que recuperen su capacidad original. Esta compactación, a su vez, hace que el terreno se agriete, se deforme y se hunda.
Sin embargo, hoy en día muchos países están perforando pozos más profundos porque las sequías agotan las aguas superficiales. En algunos casos, incluso, están rellenando parcialmente algunos acuíferos con recurso hídrico más nuevo.
Las aguas subterráneas pueden ser resistentes a las olas de calor y al cambio climático, pero si se agotan estaremos en verdaderos problemas.
La solución es hacer un uso más responsable de las fuentes superficiales que nos abastecen de este recurso tan esencial para la vida de todo el ecosistema. De esa forma, nos evitaremos tener que buscar en las profundidades.
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