¿Qué herramientas necesitan hoy las personas y las empresas para tomar decisiones financieras? Dos especialistas de la Córdoba Management School de la Universidad Blas Pascal analizan el escenario y explican por qué la educación financiera es, cada vez más, una cuestión de ciudadanía.
Un escenario que exige nuevas miradas
Los últimos años introdujeron cambios profundos en la manera en que se administran recursos, se evalúan riesgos y se proyectan decisiones. La disponibilidad constante de información, los avances tecnológicos y la variación de las condiciones económicas llevan a que la toma de decisiones financieras requiera mayor flexibilidad y capacidad de análisis.
Sebastián Visotsky, director de Investigación, Desarrollo e Innovación de la Córdoba Management School (CMS) de la Universidad Blas Pascal y Director de la Diplomatura en Finanzas, plantea que el primer paso es reconocer que existe un margen inevitable de incertidumbre. “Las finanzas no deben pensarse como una ciencia de la optimización, sino como un ejercicio de supervivencia. La volatilidad extrema no es un problema a resolver con modelos, sino la prueba de que los modelos estándar son fundamentalmente frágiles. Quienes sobreviven no son aquellos que pronostican mejor; sino aquellos que construyen sistemas antifrágiles, sistemas que se benefician del desorden”, explica.

Aldo Lozano, director de las Diplomaturas en Asesoramiento Financiero, Gestión de Inversiones y Finanzas Digitales y Criptoactivos de la Universidad Blas Pascal, coincide en que la capacidad de ajuste se vuelve esencial. “La volatilidad es ahora una variable estructural. Las empresas y personas buscan modelos de planificación flexible que permitan reorientar recursos con agilidad. El largo plazo está en crisis. Se priorizan ahorros en instrumentos de fácil y rápida disposición, aún a costa de rendimientos menores”, señala.

Además, observa un mayor interés por soluciones digitales y activos alternativos, en parte como respuesta a experiencias previas de inestabilidad.
Ambos coinciden en que la formación hoy no es solo técnica, sino que implica lectura crítica de información, gestión del riesgo y comprensión de los factores emocionales que intervienen en la relación con el dinero.
Inversión: del impulso a la decisión fundamentada
“La proliferación de canales, plataformas y activos disponibles para invertir solo ha servido para multiplicar las vías de la ilusión. El mercado está inundado de ruido”, señala Visotsky. Allí ubica la diferencia entre invertir y simplemente apostar. Y agrega: “El especulador confía en el pronóstico y que se expone a la ruina por eventos que considera imposibles. El inversor profesional, o mejor dicho, el superviviente, es aquel que entiende la diferencia entre la rentabilidad promedio y la supervivencia frente a la cola de distribución. Justamente los profesionales saben que no saben”. En ese sentido, advierte que la formación puede ser valiosa si ayuda a desarrollar criterio y no solo a operar herramientas.
Lozano, por su parte, resume la diferencia en términos de la arquitectura mental, la disciplina y los cimientos sobre los que cada uno construye sus decisiones, y sostiene: “El inversor profesional gestiona sus inversiones con objetivos, valores y diseñando planes de acción; cuenta con una visión sistémica y se centra en el valor, sobre todo crea niveles ascendentes de competencias conversacionales y relacionales”.
“La formación académica marca la diferencia cuando moldea pensamiento crítico y paciencia. Es el antídoto contra la especulación impulsiva”, señala Lozano.

La educación financiera como herramienta social
El acceso a conocimientos financieros básicos comienza a considerarse un componente necesario de participación ciudadana. Entender cómo planificar recursos personales y cómo funcionan los distintos instrumentos permite tomar decisiones más sostenidas en el tiempo.
Visotsky enfatiza que la educación financiera debe empezar por lo aplicable: “La educación financiera ocupa un lugar central en la construcción de la ciudadanía económica, pero debe preparar para el mundo real. La idea va más allá de enseñar: se trata de facilitar la elección. Es fundamental generar instrumentos simples y sólidos que reduzcan la indecisión, uno de los principales obstáculos a la hora de ahorrar e invertir”.
Lozano vincula esta formación con la posibilidad de intervenir mejor en los debates públicos. “Los ciudadanos con cultura económica y financiera están en condiciones de evaluar críticamente los programas económicos y, de esta manera, contribuir a construir cada vez más democracia”, sostiene. Agrega que la universidad tiene un rol central al acercar estas herramientas de manera transversal en todas las disciplinas, más allá de las carreras económicas tradicionales.
Con inicios programados para los próximos meses, modalidad online y una duración aproximada de seis meses, la Universidad Blas Pascal ofrece un conjunto de diplomaturas orientadas a fortalecer la toma de decisiones financieras en distintos niveles y contextos: Diplomatura en Finanzas; Diplomatura en Asesoramiento Financiero; Diplomatura en Gestión de Inversiones, Trading y Value Investing; y Diplomatura en Finanzas Digitales y Criptoactivos.
Más información en para informes e inscripciones en www.ubp.edu.ar


























