Los comienzos de año traen consigo la apertura de nuevas etapas. Los ciclos escolares están acompañados de nerviosismo y emociones, no solo de los niños y las niñas que son los protagonistas, sino también de sus padres. Estos últimos tienen el desafío de aprender a manejar sus sentimientos y ansiedades por la adaptación de sus hijos sumado a las preocupaciones administrativas y de organización de la vida familiar.
Hablamos con Lucrecia Medina, psicóloga y psicoterapeuta con enfoque gestáltico y sistémico, para que nos provea de tips y recomendaciones para afrontar esta etapa.
–¿Cómo debemos acompañar a nuestros hijos en los comienzos de cada etapa de formación (jardín, primaria, secundaria)?
–El jardín, primario y secundario traen consigo desafíos propios del momento evolutivo y de las instituciones. Es clave para acompañarlos en este proceso validar sus emociones, tener en cuenta lo que están sintiendo. Para hacer esto, es importante prestar atención, estar presentes. Si vemos que están contentos, acompañarlos en esa celebración; y si observamos que están inseguros, acompañarlos sin minimizar y no utilizar frases como “ya va a pasar” o “yo a mi edad hacía…”. Debemos evitar las comparaciones con sus pares, con sus familiares de la misma edad o con sus hermanos y hermanas ya que ello puede generar una mayor angustia al sentirse señalados e invalidados por lo que están sintiendo. Estas cuestiones aumentan la inseguridad y perjudican la construcción de un autoestima sólida.
Para Medina, en segundo lugar, es muy útil crear espacios de conversación sin presionar el interrogatorio. “En reemplazo de la clásica pregunta ‘¿Cómo te fue?’ al regresar de la escuela, podemos intentar realizar preguntas más abiertas y creativas. ¿Qué fue lo más divertido que te pasó hoy?; Si tuvieras que contarme una historia de tu día, ¿cómo empezaría?;¿Hay algo que te pareció raro?; ¿Con quiénes te juntaste hoy?, ¿Hiciste muchas actividades o qué hiciste en el recreo?, ¿Cuáles son tus compañeros favoritos?, ¿Quién te cae mal?, entre otras. De esta manera, creamos espacios de conversación sin que sea un interrogatorio”, agrega.
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Una tercera opción –completa–, es respetar los tiempos de adaptación y procesos. “Muchas veces, tendemos a presionar ya que tenemos expectativas propias sobre nuestros hijos, sobre cómo resuelven los problemas o cómo se transitan las etapas; sin embargo, debemos dejar que se despliegue su propia personalidad y que vivan sus propios procesos”.
Para Medina, es importante respetar los tiempos de adaptación de nuestros niños o adolescentes ya que no todos responden de la misma manera incluso en la misma casa. “Nuestros hijos pueden adaptarse de maneras distintas, cada uno tiene su forma de ser, sus particularidades y algunos son más rápidos y a otros les cuesta más, algunos necesitan de más apoyo. Todo es válido y debemos entender que es bueno colocar nuestras expectativas a un lado y dejar el lugar vacío para que ellos puedan ocuparlo en el sentido de su propia singularidad”, resume.
–¿Es normal, como padres, sentir angustia y miedo si nuestro hijo comienza el jardín?
–Por supuesto que es un sentimiento totalmente válido. Además, es esperable sentir angustia por la separación y miedo por la incertidumbre de que nuestro hijo comienza una nueva etapa. Es un espacio nuevo en el que va a estar al cuidado de otras personas y eso puede generar un cóctel de emociones. Puede aparecer la culpa de desprendernos para ir a hacer otras actividades o de la cantidad de tiempo que va a estar en otro lugar sin nosotros. También podemos sentir algo de nostalgia de empezar a ver el crecimiento, ver que nuestro niño ya no es tan chiquitito como venía siendo hasta el momento. Otro sentimiento que podemos atravesar es la tristeza ya que es esperable esta sensación al ir duelando a ese bebé, esa niña o niño que va creciendo y empieza a dar sus primeros pasos con mayor autonomía.
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La psicóloga y psicoterapeuta asegura que es “un primer gran desprendimiento, de la familia y del lugar, de casa, del hogar, de ese lugar seguro y reconfortable que solemos ofrecer” y nos enfrenta a preguntas como: ¿Va a estar tan bien como está en casa? ¿Cómo lo van a cuidar? ¿Qué pasa si me necesita? ¿Qué pasa si piensa que lo estoy abandonando? Todas son preguntas esperables, asegura.
“Es importante saber que, aunque estos sentires son comunes y esperables, podemos hacer cosas para no quedarnos atrapados en ese miedo o en esa culpa que puede ser pesada y nos puede traer mayor sufrimiento. Se puede trabajar y afrontar ese cóctel de emociones de una manera saludable, sin perder de vista que nosotros, como padres y como madres, también enfrentamos el desafío de dejar a nuestros hijos en otro lugar, que puede hacernos revivir memorias personales de nuestra propia historia y recuerdos de esas experiencias”, dice Medina, y agrega que “si logramos afrontarlo, es una gran oportunidad para confiar en el crecimiento de nuestros hijos, de nuestras hijas y en nuestras propias capacidades de acompañar ese crecimiento, incentivando la autonomía, pudiendo soltar cuando es necesario para que pueda volar y acertar sus primeros pasos pero sin perder el vínculo, la presencia y la validación y que sepan que estamos disponibles para ellos como padres o madres”.
–¿Cómo acompañar a un niño que comienza el jardín?
–En estos casos, además de la anticipación, es una buena idea crear rutinas predecibles, y darle herramientas simbólicas de apego para que se sientan acompañados como, por ejemplo, algún juguete que les guste mucho, alguna prenda nuestra, un pañuelo con perfume nuestro o una foto para que sientan que estamos presentes. Cuando son más grandes y ya entienden sobre la lectura o los cuentos, podemos leerles algo relacionado al comienzo del jardín. Si no tenemos un cuento en particular, podemos inventar historias.
“Una cuestión a destacar es que siempre tenemos que asegurarnos de que sepan que vamos a volver a buscarlos. En esta etapa es muy importante que entiendan que vamos y volvemos. Es un buen momento para comenzar a jugar a las escondidas, aparecer y desaparecer, preguntarles ¿dónde está mamá? por un ratito y después aparecer, entre otras. Son juegos que refuerzan la idea de que los adultos se van y vuelven y están siempre disponibles cuando los necesiten”, dice Medina.
“En cuanto a cómo nos sentimos como padres o madres –completa–, podemos hacernos la pregunta sobre qué necesitamos, qué recursos nos pueden servir en ese momento que están atravesando nuestros hijos. Una opción puede ser, acordar con las docentes que nos envíen alguna foto en el día, para poder ver que nuestros hijos están bien y poder charlar con ellas para que nos digan cómo pasó el día en la institución”.
–¿Cómo acompañar a un niño que comienza la primaria?
–La escuela primaria significa un cambio muy importante porque pasan, por lo general, de actividades en las que predomina el juego y lo lúdico a momentos un poco más académicos en los cuales se encuentran con una mayor exigencia. Para no sentirse tan abrumados por esta situación, es importante y clave mantener el juego y el disfrute en esas actividades. Por ello, debemos acompañarlo en la organización de los materiales, estar atentos a las emociones e ir reforzando su autonomía poco a poco. Por ejemplo, una buena opción puede ser jugar a preparar la mochila y que este sea un momento agradable.
–¿Cómo acompañar a nuestro hijo si comienza el secundario? ¿Cómo ayudarlo a dejar las costumbres de “niño” para comenzar una etapa de más exigencias?
–Durante esta etapa no tenemos que perder de vista que coincide con el periodo de la adolescencia, el cual es un momento muy delicado en el desarrollo humano, es una de las etapas más vulnerables en términos del sistema emocional ya que hay muchos desafíos, comienzan a tener nuevos grupos, aparecen las comparaciones con los grupos de pares, las exigencias académicas van aumentando, sumado a los cambios físicos y ello forma un combo que tiene impacto tanto a nivel emocional, psíquico y psicológico. El mismo requiere de mucha energía para ir adaptándose. Es un período muy desafiante en el cual los y las adolescentes están más vulnerables en términos emocionales y atraviesan el duelo de dejar las costumbres de niño y comienzan una nueva etapa en la que se forman en un estado adolescente adulto. El foco, como padres y madres, debe estar en permitirle construir su propia forma de ser adolescente, su propia forma de ser persona con cada vez más autonomía. Lo más importante en la adolescencia es que sienta y sepa que puede contar con nosotros sin sentirse infantilizado ni invalidado. Es importante demostrarle que entendemos lo que está sintiendo, la manera en la que lo está viviendo y mostrarnos disponibles para lo que necesite. Es esperable que en esta etapa comience a agredirnos verbalmente, que dispongan mayor distancia y debemos aprender a manejar estas situaciones, por supuesto, sin que haya violencia de ninguna de las partes, pero poder conversar de lo ocurrido, de lo que sienten y hacerles saber que estamos interesados en lo que les pasa y lo que están viviendo. Es normal que quieran autonomía pero la presencia adulta en esta etapa es fundamental.
Cómo contener a nuestros hijos cuando los cambios les producen angustia
“Los padres, madres o quienes acompañen, saben qué es lo que cada hijo puede estar necesitando. Junto con eso, que es conocerlos, podríamos agregar algunas recomendaciones generales”, dice Lucrecia Medina.
“En primer lugar, no negar lo que les está pasando ni minimizarlo. Evitar frases como ‘no es para tanto’, ‘no llores’ y ‘no pasa nada’, porque evidentemente hay algo que está pasando. Nuestros hijos están sintiendo la emoción, se están sintiendo angustiados y decir ‘no pasa nada’ no es algo que va a disminuirla sino, que, por el contrario, va a generar distancia entre quien me está hablando ya que lo más probable es que se sientan incomprendidos”.
Y agrega: “A diferencia de lo anterior, podemos optar por algunas frases como: ‘entiendo que esto te dé miedo, es algo nuevo, a mí también me pasó, pero vamos a encontrar una manera juntos, para que te sientas mejor’. También podemos preguntar, de acuerdo a la edad que tengan, si prefieren una u otra cosa o, por ejemplo: ‘La próxima preferís que antes de la escuela vayamos a hacer tal actividad?’, o ‘¿te gustaría que cuando salgamos hagamos tal actividad?’. Debemos lograr que se sientan acompañados y que perciban nuestra presencia, aunque nosotros no estemos ahí”.
Por otro lado, dice que es importante el contacto físico, los abrazos, el sostener la mano son cosas que acompañan. “Cuando son niños de menor edad la anticipación es clave, es decir, poder decirles qué es lo que va a pasar, a dónde vamos a ir, explicarles que los vamos a tener que dejar allí con sus compañeros, que va a haber una maestra, contarles qué elementos va a tener para jugar y, muy importante, debemos resaltarles que mamá o papá siempre van a volver a buscarlo”.
“Cuando son más grandes, una buena idea puede ser enseñarles la hora y para que ayude a anticipar cuánto tiempo falta”, cierra.
–Si la etapa viene acompañada por un cambio de colegio, ¿Cómo debemos actuar como padres?
–Estos suelen ser momentos de incertidumbre, aunque se trate de una decisión positiva o que se crea que va a tener un buen impacto. El niño o la niña pueden vivirlo como una pérdida, un duelo del grupo o de pares, del lugar, de lo conocido y eso puede generar algún nivel de ansiedad o tristeza. Es importante acompañar esas emociones y no mostrar ese cambio con la idea de que todo va a estar bien y va a ser perfecto o no va a pasar nada. Hay miedos legítimos y, sumado a esto, no podemos garantizar que este nuevo lugar sea como esperamos. Una cuestión que sí podemos hacer es comentar algunas cosas que creemos que pueden ser positivas del nuevo lugar y volver a trabajar en la anticipación. Es una buena decisión darles tiempo sin presionar ya que cada quien tiene su ritmo.