Los suelos loéssicos cubren gran parte del área central de Argentina, en particular de la ciudad de Córdoba, con espesores que alcanzan los 60 metros. Están formados por partículas finas de limos unidas entre sí por otras de arcilla, lo que genera poros de gran tamaño.
Son suelos propensos a sufrir procesos de colapso en presencia de agua, variando su volumen en forma brusca. Al ocupar gran parte de la superficie urbana, el loess se ha convertido en un material con el que tenemos que trabajar en forma cotidiana los ingenieros civiles cuando realizamos las fundaciones o cimientos de edificios y estructuras, al enterrar cañerías u otras obras de infraestructura y construir las calles por las que circulamos.
En los casos en que los ingenieros civiles empleamos loess como material de relleno, este debe ser colocado siguiendo un procedimiento de compactación. Algunos ejemplos incluyen el tapado de zanjas realizadas para la ejecución de desagües pluviales y cloacales, el relleno de excavaciones generadas para la reparación de caños de la red de distribución de agua potable, zanjas para el tendido de cables subterráneos u otros elementos enterrados, o bien para ejecutar un terraplén sobre el cual se ejecutará una calle.
La compactación de suelos produce el acomodamiento de las partículas haciendo estable a los limos loéssicos frente a la presencia de agua, lo que busca el mejoramiento del suelo, logrando mayor rigidez y resistencia. Eso se consigue siguiendo un procedimiento establecido y controlado que debe respetarse. Para lograr el mínimo nivel de compactación requerido, el suelo debe contar con un contenido de humedad previamente establecido; además, se debe aplicar cierta energía de compactación y el relleno tiene que realizarse en capas de suelo de espesor acotado. También es importante qué tipo de equipo se usa para la compactación.
El empleo de equipos manuales u otros de mayor tamaño dependerá del espacio disponible y la energía a aplicar para realizar esa tarea. En el caso de zanjas estrechas, el compactador manual con motor a combustible suele ser el más adecuado. En tanto, para lograr mejores resultados y cuando exista la posibilidad de hacerlo, resulta útil emplear equipos más grandes.
La dirección y control de estos trabajos por parte de un ingeniero civil garantiza el cumplimiento de cada uno de los pasos que permiten lograr la densidad requerida, incluyendo la elección del equipo adecuado. Un suelo mal compactado es susceptible de sufrir asentamientos con el ingreso de agua, por ejemplo a partir de la filtración de lluvia bajo pavimentos o rotura de cañerías que conducen líquidos. También es frecuente que el ingreso de flujo de agua en un suelo mal compactado produzca el arrastre de las partículas de suelo, erosionándolo y ocasionando la aparición de oquedades y huecos, con la consiguiente pérdida de soporte de lo que esté construido sobre ese suelo.
La combinación de dos efectos (erosión y asentamientos) es quizá la principal causa de aparición de los socavones. Seguramente, si buscamos el historial de obras realizadas encontraremos que en la zona del socavón se han realizado excavaciones puntuales o lineales relacionadas con el tendido o reparación de cañerías. Todo esto pone de manifiesto la necesidad de la participación de un profesional de la ingeniería civil en el proyecto, diseño, ejecución, control y posterior mantenimiento de este tipo de obras, lo que minimizará el riesgo de aparición de socavones.