Por Pablo Gabutti, secretario de Transición Energética de Córdoba.
Los líderes tecnológicos del planeta comparten una opinión unánime. Los directores ejecutivos de OpenAI, Microsoft, Tesla y Google, entre otros, coinciden en que el principal cuello de botella para el avance de la inteligencia artificial (IA), la robótica y la automatización masiva no es la falta de datos, de chips ni de recursos humanos, sino la electricidad disponible. La energía no es un insumo más, sino su infraestructura crítica.
En Estados Unidos, el incremento en generación eléctrica es considerado crucial también para abordar profundas presiones económicas estructurales resultantes de su abultada deuda y déficit fiscal. Ante la reticencia del Congreso a reducir gastos, comienza a perfilarse la idea de que la única salida viable a esa encrucijada es con mayor crecimiento, impulsado precisamente por estas nuevas tecnologías cuyo principal factor restrictivo es el energético.
Por su parte, China exhibe un progreso extraordinario. En 2024 alcanzó 3.350 GW de capacidad instalada (casi el triple que Estados Unidos), con cerca de la mitad de ese total ya renovable. De esta forma, añadió en un año tanta capacidad solar nueva como todo el parque fotovoltaico acumulado estadounidense.
La disrupción pendiente del sector eléctrico
Mientras tanto, el sector eléctrico está ante una transformación largamente postergada. Industrias enteras, como las noticias, finanzas y telecomunicaciones, han migrado de modelos centralizados, donde pocos producían para muchos, hacia esquemas descentralizados, en los que los usuarios participan activamente.
El mercado energético, sin embargo, ha sido hasta ahora una excepción. Esto está cambiando rápidamente. La convergencia de generación distribuida, la medición inteligente, el almacenamiento y la digitalización están catalizando esa disrupción pendiente.
En Córdoba ya vemos señales concretas: hogares, comercios e industrias instalan paneles solares para autoconsumo y venden sus excedentes a la red; las distribuidoras eléctricas ofrecen generación comunitaria; y el Gobierno provincial promueve medición inteligente e intercambio de créditos energéticos y certificados de atributos ambientales tokenizados.
Se necesitan dos para el tango
Estas realidades simultáneas reflejan una interdependencia crucial y marcan un momento bisagra. Mientras la IA consume electricidad masivamente para entrenar modelos cada vez más sofisticados, esos mismos algoritmos optimizan redes eléctricas, predicen demanda y coordinan millones de dispositivos conectados.
Es una simbiosis creciente en la que ambos sectores se necesitan y se potencian mutuamente. Hoy los gigavatios de electricidad son tan elementales para el nuevo paradigma tecnológico como los gigabytes de datos lo son para el nuevo esquema energético.
Frente a esto, Argentina tiene una enorme oportunidad de crecimiento. El país puede posicionarse como un hub de innovación tecnológica y energética, atrayendo inversiones en centros de datos, desarrollando talento especializado y aumentando las exportaciones. Todo ello entendiendo, como lo hacen otras potencias, que la transición energética no es sólo una cuestión ambiental, sino la puerta de entrada a la economía del futuro.