Alejandra Márquez Abella se ha consolidado como una de las cineastas más relevantes de México y su trabajo dialoga con tensiones sociales, culturales y de género a través de una mirada profundamente crítica y emancipatoria.
Desde el retrato de las complejidades de clase en Las niñas bien (2018, disponible en Mubi) hasta la exploración de las masculinidades en El norte sobre el vacío (2022, en Prime), su filmografía interroga las estructuras de poder desde los lugares más incómodos.
Con La liberación, serie que se estrenó el pasado viernes 17 de enero en Prime, la directora incursiona en el formato serial por primera vez.
Conformada por siete episodios, La liberación –creada, coescrita y dirigida por Alejandra Márquez Abella– comienza con un prestigioso director de cine que es denunciado por agresión sexual y con tres mujeres que, por diferentes intereses, buscan que esa denuncia no salga a la luz.
En conversación con La Voz, la directora contó sobre el proceso creativo detrás de esta nueva y arriesgada propuesta, los desafíos de abordar temas tan relevantes y cómo esta obra se conecta con su visión artística.
–¿Cuál fue la génesis de este proyecto?
–Todo viene de una película que hicimos con las tres actrices, mi segunda película que se llama Las niñas bien, que se estrenó en 2018. De nuestra amistad y nuestras charlas surge este proyecto en el que además les insistí para que fueran las productoras, porque acá en México son muy renombradas y famosas. Yo decía, bueno, pues si van a poner su cara y talento, deberían tener un poquito más de remuneración que sólo el sueldo de actriz, ¿no? Al mismo tiempo, estalló el #MeToo en todo el mundo y nosotras también nos vimos atravesadas por las conversaciones transversales al movimiento feminista que, pues claro, nos agarró por sorpresa y nos encontrábamos de pronto teniendo opiniones muy polémicas y muy contrarias entre nosotras. Y siento que todo eso me fue provocando todavía más ganas de hacer algo que se sintiera como esas conversaciones entre mujeres, escenas que yo nunca vi representadas ni en el cine ni en la televisión.
–De hecho, la premisa de la serie es insólita: tres mujeres que se juntan desde diferentes intereses, para evitar que salga a la luz una denuncia de abuso a un importante director de cine. ¿Cómo decidiste empezar ahí la historia de La liberación?
–Me parece más interesante como ejercicio cinematográfico acercarme a lo que no está subrayando mi propia opinión, a lo que le está pasando al otro al que normalmente yo condenaría. Porque en ese ejercicio de observación podemos encontrar muchas respuestas a las preguntas sobre cómo funcionan las cosas y cómo funcionan los sistemas opresivos. Es decir, yo puedo entender el ejercicio de querer salvar a un hombre de una posible acusación del #MeToo, porque hay algo que te conviene o algo que te va a venir muy mal si eso sucede. A mí lo que me parece importante es que estas mujeres se activan con esto, se ponen en marcha, se ponen a controlar su destino y su autonomía, que son, básicamente, ejercicios bastante feministas. A pesar de que la misión, el objetivo último de la misión, es ruin y egoísta, eso las lleva a tomar decisiones importantes.
–Es muy potente lo que sucede al ver esta serie estrenada en una plataforma, que son espacios que, entendemos, son más conservadores. Pero también es cierto que para una serie como La liberación, con una profunda mirada femenina (female gaze), hay mucho público.
–Sí, yo creo que al female gaze hay que entenderlo como la amplitud de la mirada y no como un cambio de mirada, ¿no? Es decir, la mirada masculina es la hegemónica, la que prima y ha primado. De hecho, es una práctica que yo tengo muy consciente desde hace muchos años porque sé que la primera idea que se me ocurra va a ser masculina, porque mi educación visual ha sido masculina. Entonces, sé que tengo que hacer un esfuerzo para darle otras vueltas, porque será recién ahí cuando encuentre algo que represente mi lugar en el mundo. Es un ejercicio muy desgastante porque a pesar de que haya temáticas feministas y femeninas, siento que sigue habiendo en el lenguaje cinematográfico algo muy masculino, no importa quién filme. Por eso en la serie hay tantos puntos de vista sobre un mismo tema, porque yo no estoy aquí para evidenciar mi proclividad por un tema o por una causa. Lo que yo quiero hacer es cuestionar las formas del feminismo, autocriticarme, autocriticarnos para que justamente los objetivos del feminismo se renueven, se vuelvan una realidad más factible y menos cooptada por los sistemas opresivos que se terminan replicando en nuestra lucha.
–En este sentido, La liberación se posiciona muy lejos de las consignas del feminismo, aunque con una clara perspectiva de género, pero sin el marco teórico explícito. ¿Estás de acuerdo?
–El reto más grande fue alejarnos de lo aleccionador. Me parece que todos los contenidos que tienen al feminismo en el centro se han vuelto superaleccionadores y superdogmáticos, ¿no? Como si te dijeran que el feminismo es esta lista de cosas donde una pierde el criterio, y es ahí cuando se pierde la libertad y la autonomía, que son precisamente lo que se busca desde los feminismos.
–¿Cómo elegiste el tono en el que querías contar estas historias? Porque la serie es también muy arriesgada en ese sentido al tener un espíritu de comedia, pero también de puesta en escena de momentos clave en la historia, como la Inquisición con la quema de brujas.
–Pues mira, yo creo que la comedia es un arma poderosísima porque siento que le quita las defensas al espectador. Hace que baje la guardia y entonces puedes arremeter, puedes entrar con la artillería pesada y la información le va a entrar de otra forma.
Para ver
Serie La liberación, con Ilse Salas, Cassandra Ciangherotti, Johana Murillo, Dolores Heredia, Ofelia Medina y Diego Boneta. Dirigida y escrita por Alejandra Álvarez Abella. Disponible en Amazon Prime Video.