Las películas no tienen la obligación de dejar algo en el espectador, algún momento revelador, algún detalle inspirado, algún personaje inolvidable o línea que la justifiquen. Pero qué bueno cuando nos regalan alguna de estas cosas, alguna escena genial o memorable, algún diálogo que nos conmueva.
Lamentablemente no es el caso de Novocaine sin dolor, dirigida por Dan Berk y Robert Olsen, escrita por Lars Jacobson y protagonizada por Jack Quaid como Nathan Caine, un treintañero que no siente dolor debido a un raro trastorno genético (la “insensibilidad congénita al dolor”) que padece desde niño, y que los directores aprovechan para entregar las escenas más desopilantemente sangrientas.
Tampoco es que la película esté mal, pero cuando derrapa no lo hace lo suficiente y su historia se desarrolla con una mezcla correcta de fórmula, ritmo vertiginoso pero rutinario, subtramas que obstaculizan el conflicto central y secuencias gore que no llegan a explotar del todo.
Si bien hay escenas que cumplen con su cuota de desfachatez, de atolondramiento de trazo gruesísimo y de delirio inverosímil (como la de esa casa llena de trampas que recuerda a Mi pobre angelito), no llega a ser una fiesta de la comedia negra de acción, como si le faltara algún momento impredecible o genial, o una escena que sea motivo de charla a la salida del cine.
Lo mismo pasa cuando el filme intenta anclar su historia en la realidad, es decir, cuando intenta darle cierta verosimilitud (dentro del marco de inverosimilitud que propone) o reforzarla con situaciones mundanas.
Lo bueno es que no se detiene en explicaciones lógicas o psicológicas, ya que empieza con el protagonista consciente de esa condición extraordinaria que lo convierte en una suerte de superhéroe impensado.
Nate, al que sus excompañeros de escuela lo apodaron “Novocaine”, es un solitario y tímido subgerente de un pequeño banco de San Diego que tiene que lidiar con hipotecas de gente humilde y trabajadora. Vive solo y se la pasa jugando en la computadora con un amigo al que no conoce personalmente. Y, a juzgar por la biblioteca que tiene, también es un muchacho culto.
Pero su vida cambia cuando conoce a Sherry (Amber Midthunder), la nueva empleada de la sucursal en la que trabaja. Ella le pone el pecho de arranque y lo invita a salir; él tarda en reaccionar por su timidez, pero finalmente acepta la cita. Y, desde luego, se enamora. Hasta que un día entran a robar al banco y la toman como rehén a Sherry, lo que obliga a Nate a ir tras los delincuentes para salvarla.
La película sostiene la acción que se desencadena a partir de ahí y los directores colocan muy bien el quiebre en la trama cuando revelan una verdad que no conocíamos. Sin embargo, nada termina de funcionar del todo, como si el guion estuviera confeccionado sin ganas, sin pericia, como si Berk y Olsen quisieran resolver las situaciones con ingenio y gracia slapstick, pero sin llegar a ser efectivos.
Novocaine sin dolor es un pasatiempo que entrega la historia de superhéroe atípico más o menos habitual. Y quizás lo único original o novedoso que tiene es el personaje principal, que parte de una idea interesante en sí, aunque le falta más desenfado y ese riesgo al que en todo momento se aproxima sin estallar, sin salirse de lo consabido.
Para ver Novocaine sin dolor
Novocaine, Estados Unidos, 2025. Acción. Dirección: Dan Berk y Robert Olsen. Guion: Lars Jacobson. Elenco: Jack Quaid, Amber Midthunder, Ray Nicholson, Jacob Batalon, Betty Gabriel, Matthew Walsh, Conrad Kemp, Evan Hengst, Craig Jackson, Lou Beatty Jr., Garth Collins y Tristan de Beer. Fotografía: Jacques Jouffret. Música: Lorne Balfe y Andrew Kawczynski. Duración: 110 minutos. Apta para mayores de 16 años. En cines.