Las últimas películas exhibidas dentro de la competencia en el Festival de Cannes provienen de ese inmenso continente que es Asia. En las dos, las protagonistas son mujeres; en ambas, la libertad es lo que se pone en consideración. No son películas cuyas procedencias sean ajenas al cine.
El de la India tiene una historia vasta; lo mismo con el cine iraní, cuya modernidad es siempre reconocida. Son dos tradiciones ineludibles, y están presentes como de costumbre.
En Todo lo que imaginamos como luz, la cineasta india Payal Kapadia deja la veta experimental de su trabajo precedente, como también la indignación política de A Night of Knowing Nothing, y elige contar la historia de dos enfermeras que trabajan en un hospital de Bombay, quienes viajan juntas a una zona marítima por unos días para descansar. Para ambas constituye una pausa, pero también una posibilidad de redefinir qué quieren.
La delicadeza de los vínculos y la relación de la vida afectiva restringida por una cultura poco maleable es el tema que se revela con perspicacia y cuidado. Que la enfermera más joven desafíe el mandato familiar y tradicional del matrimonio arreglado y elija a un novio con el que mantiene una relación prohibida es apenas uno de los modos en insistir en un gesto de desobediencia respecto del destino amoroso. El aprendizaje de la desobediencia es lento, pero tiene sus consecuencias.
“La semilla del higo sagrado”, del iraní Mohammad Rasoulof
En Irán, la desobediencia era impensable años atrás, sobre todo para las mujeres. La semilla del higo sagrado está dirigida por Mohammad Rasoulof, el cineasta iraní que el gobierno teocrático de Irán se entretiene deteniéndolo con regularidad.
Con esta película ya no podrá volver a su país: reírse y parodiar la mentalidad burocrática, policial y jurídica que responde a la visión de un país que sigue firme con la Revolución islámica de 1979 es motivo de penas sin compasión alguna.
Un hombre que asciende al cargo de investigador del Poder Judicial en Teherán y, entre otras cuestiones jurídicas finales, decide sobre penas de muerte, vive una pesadilla cuando pierde un revólver y su desesperación avanza hasta volverse delirante. Sospechar de sus dos hijas y de su mujer es tan inapropiado como lógico en el razonamiento de este burócrata.
Lo que sucede entre las tres mujeres y el marido alcanza una dimensión casi paródica, pero no deja de reflejar un estado de cosas en Irán y la rebelión en ciernes de las mujeres iraníes que se manifestó un tiempo atrás y, tarde o temprano, desembocará en algún cambio de esos que jamás parecen posibles e imaginables.
La película reconoce esa rebelión de principio a fin, la honra con una ficción que en Cannes fue recibida como si se tratara del triunfo de la humanidad toda.
Son dos películas candidatas a llevarse premios importantes. Este sábado, en la tarde de Cannes, se sabrá finalmente quiénes han sido los elegidos de esta edición, año para el olvido con sólo una película que sobrevivirá al espectáculo del presente y permanecerá en la historia: Grand Tour, de Miguel Gomes.
