Ahora que la ficción es cosa de plataformas de streaming, un actor puede estar en dos distintas, al mismo tiempo e incluso interpretando papeles contrapuestos. Es el caso de César Bordón, quien en la película Nahir (Hernán Guerschuny, disponible en Amazon Prime Video) se pone en la piel de Marcelo Galarza, el padre de Nahir Galarza que es un expolicía frío y manipulador, mientras que en la serie Cris Miró (Ella) (Martín Vatenberg, en Flow y Max) hace lo propio con el padre comprensivo y tierno de la influyente vedette trans.
Dos paternidades contrapuestas para un actor de reconocida trayectoria, en la que sobresalen dos espasmos interpretativos notorios (y también diametralmente opuestos) en el último tiempo: el político despreciable de Relatos salvajes (Damián Szifrón, 2014), película récord del cine nacional próxima a reestrenarse en salas, y el entrañable mánager Hugo López para Luis Miguel: La Serie (Netflix).
“En principio te digo que es un gran privilegio”, dice Bordón en el inicio de su entrevista con La Voz, arreglada con él mismo, sin departamentos ni agentes de prensa mediantes.
“No estoy encasillado en personajes. Si me dan uno tierno y otro duro, quiero creer que lo hacen porque confían en que mi interpretación ofrece un color diferente. Y creo que es así incluso cuando se trata de personajes similares, en algún punto”, añade.
E inmediatamente desarrolla esta cuestión de la similitud: “El padre de Nahir Galarza y el político de Relatos salvajes son personajes como de la rama dura, pero me enfoco en darle una diferente coloratura, de forma tal que tengan una determinada calidad, ¿no?”
“Para tomar ese ejemplo, que yo mismo cito, el padre de Nahir es un tipo frío, seco, con poca expresión, contemplativo, resentido. De alguna forma, tiene más presencia que desarrollo. Y por otro lado, el de Relatos salvajes es un tipo burlón, soberbio…. Los dos suenan difíciles de digerir para el espectador y marcan un desafío compositivo”, analiza.
“Y estoy en ese plan… Las plataformas ofrecen este hecho particular… Yo no sabía que estas dos producciones (Nahir y Cris Miró (Ella)) se iban a estrenar prácticamente en paralelo. Es un fenómeno antes impensado pero que ahora forma parte de un momento de mi vida bastante particular”, completa.
–¿Cómo se construyen estos personajes inspirados en otros de la vida real? ¿Trabajás en complementariedad de asesores, de un documentalista?
–Eventualmente, los intérpretes escuchamos a un grupo de asesores, a otro de investigadores. Hay gente que trabaja sobre la historia, que se entrevista con los personajes reales... De todos modos, a nosotros nos llega todo bastante codificado, bastante reducido, en manos de una persona; dos, a lo sumo. Fundamentalmente, nos llega por vía del director, quien, al fin y al cabo, terminará dando la pincelada sobre lo que quiere contar. Te imaginarás que cuando agarrás un personaje de la vida real con el que te entrevistaste, hay muchas cosas para bajar. Por lo general, es el director el que más línea baja, aunque siempre hay una charla con alguna otra persona. Puede ser una directora de casting o alguien que se haya entrevistado con tal o cual. Después, la ficción nos contiene.
–¿Cómo sería eso?
–Con esto quiero decir que también hay un hecho ficcional. El tema de las biopics es una tendencia del mercado. Entonces, estamos aprendiendo. Por ahí, tuve suerte de ser uno de los pioneros, a partir de Luis Miguel: La Serie y Sandro de América, que no fue tan exitosa pero sí una experiencia interesante… Lo que quiero decir es que la ficción termina siendo ficción, más allá de que esté inspirada en un caso real.
Para César Bordón, todo es ficción
Para Bordón, el acercamiento al personaje de una biopic o bioserie no difiere demasiado al acercamiento que se tiene al personaje de un libro de autor no respaldado en la realidad. “¿Qué quiero decir con esto? Si vas a hacer Shakespeare (Hamlet, ponele), te dicen ‘bueno, Hamlet es así, no habla demasiado y cuando lo hace se expresa con una poesía infinita… Anda angustiado’. Y cuando hacés Marcelo Galarza te plantean ‘habla poco, mira mucho a los ojos, tiene una violencia radical que se le ve todo el tiempo, es policía, porta armas, tiene una debilidad por la hija’. El punto de partida es el mismo y luego entra la observación y… Y el arte; es decir, nuestros talentos más lo que se aporta desde el maquillaje y el vestuario”, señala.
“Con Marcelo Galarza tengo un parecido físico que ignoraba que tenía”, refuerza de inmediato.
“No le había prestado atención, pero es real que caracterizado con el pelo bien negro y con cierta postura física tengo un parecido bastante cercano al tipo. Con anteojos negros, más. También he tenido la suerte, tanto con Marcelo Galarza como con el padre de Cris Miró, de interpretarlos sin que ellos estuvieran en el imaginario. Hugo López (el exmánager de Luis Miguel que compuso para Luis Miguel: La serie), tampoco estaba en el imaginario de nadie. No estuve tan sujeto a evaluación como sí lo estuvo Valentina Zenere, que interpretó a Nahir”, analiza.
César Bordón apunta que Coppola, el representante sería un ejemplo ideal para oponerle a lo que plantea. “No estuve en la serie pero puedo decir que Juan Minujin hizo un laburo excelente en ella, porque partió del conocimiento que la gente tiene de ese personaje”, sostiene.
“Coppola y Luis Miguel son personajes que uno los ve todo el tiempo, por lo que una reconstrucción de ellos invita al debate de si se parece o no. Ahí también radica parte del éxito o del fracaso de la serie. Si el espectador no cree en el personaje central, la producción empieza perdiendo, con muchos casilleros por recuperar”, complementa.
–¿Te atrae más interpretar a buenos o a malos? Aclaro que no estigmatizo a Marcelo Galarza como “malo”, porque quizás hubo circunstancias que lo convirtieron en un duro.
–Coincido con lo que decís respecto de Marcelo, porque él es inquietante e intrigante, no definidamente malo. Está supeditado a la deducción que cada uno haga de la historia. Es como es; de hecho, es intachable en sus años de carrera profesional y como padre… Me parece muy interesante la historia, porque todo esto surge desde una familia tradicional, padre policía, madre ama de casa, hija adolescente que va al colegio y sale con sus amigos… Y de pronto, pasó lo que pasó. Es muy atractivo para recrear desde la actuación. Luego, respondiendo puntualmente a tu pregunta, siempre digo que los malos son muy divertidos, sobre todo el de Relatos salvajes.
–¿Por qué?
–Porque tiene esa cosa tan del porteño, un poco del cordobés también… Una cosa a la que personalmente no soy muy adicto ni me divierte, que es la de gastar y de ser burlón con el otro. Eso lleva implícito cierto grado de soberbia. Me gusta mucho pintarla desde mi profesión, eso sí. Ayer vi una cosa en Instagram de un pibito cordobés al que le preguntan a la salida de clases “¿Venís de colegio?” y contesta “No, vengo del quirófano”. Dentro de nuestro entramado cultural funciona; fuera de él, no, se interpreta como muy agresivo. De todos modos, no puedo ser ingrato conmigo mismo y no decirte que el personaje de Luis Miguel: La Serie fue entrañable y me permitió ir a un montón de lugares. Me encantó pasar por ahí.
–¿Es más afín?
–Es un personaje que, si se quiere, es más cercano a mí, a mi persona, soy un tipo más por ese lado. No sé si tan emocional, pero sí más por el lado de la calidez. Encontré algo ahí. Además fue una experiencia muy larga que pude disfrutar de punta a punta. El padre de Cris Miró tiene esa connotación también, pero mi interpretación de él fue mucho más fugaz. En un mes tenía el rodaje terminado. Volviendo a la pregunta sobre si prefiero malos o buenos, contesto “Ni”. Todo tiene su encanto y es lindo para interpretar. Por otro lado, me gusta la variedad para serte honesto. Si me encasillaran en personajes de una misma línea, no te digo que sería aburrido, pero sí un poco pesado.
–Se viene el 10° aniversario de “Relatos salvajes”. ¿Fue una película de fractura para vos? Te lo pregunto tanto por el impacto que tuvo en tu vida profesional – personal como para que me dejes una opinión como analista de cine nacional.
–Sí, fue de fractura. Para el cine nacional, claramente. Se sigue dando todo el tiempo… La verdad es que le tenía mucha fe y que, aun así, me sorprendió. Y también fue un quiebre en mi carrera. Si bien tengo como 60 películas, esta es una de las rimbombantes que te ponen en la palestra y que lo llevan al panadero a decirte “mirá, no sabía que eras actor”. “Sí, hace 40 años que lo soy”, podría contestarle, pero entiendo que en el tipo de carrera que desarrollo hay momentos en que el otro te reconoce como tal. Relatos salvajes no desapareció nunca, al contrario, se multiplicó. La dieron todo el tiempo en cable… Igual, me parece brillante que hagan un reestreno.
–¿Y qué te genera?
–Mucho orgullo. Estoy encantado de que se me vea ahí. Por otro lado, la película se mantiene viva con los memes, en el caso de mi escena con el rescate de “Papas fritas a caballo, Coca light”. Encantado con ser parte de un fenómeno así.
–Lo triste en relación con “Relato salvajes” es que en lugar de haberse atenuado la violencia social, en el último tiempo se ha exacerbado…
–Bueno, hay que estar atentos a lo que proponen los artistas, porque cuando ellos mencionan o subrayan algo, es porque hay cierto sustento. Lo que parece una cosa absurda, muchas veces tiene correlato con lo real. En 1950, George Orwell escribió 1984 y lo que parecía híper futurista pasó en un tiempo que transcurrió demasiado rápido. Los grandes artistas ven una realidad que los demás no. O al menos, no claramente. Hay cientos de ejemplos y creo que es fundamental atender a eso. Ahora hay un castigo en la famosa batalla cultural que se libra… Pero es como decía Pinti, “pasan los políticos y, al final, quedan los artistas”. Es curioso este país. Es un momento para reflexionar sobre las cosas que pasan, pero, a la vez, la urgencia económica y social hace que cada vez podamos reflexionar menos y tengamos que montarnos más en la matrix.
Más información
Relatos salvajes se programa en salas a 10 años de su estreno