Si a El último conjuro la tomamos como una comedia de terror, probablemente la pasemos mejor, ya que, de algún modo, es un ejercicio que se ríe de sí mismo y del agotamiento de una fórmula.
Solo así se disfruta (un poco) la nueva película de Hideo Nakata, director de clásicos del terror japonés como El círculo (Ringu, 1998) y Dark Water (2002), y creador de un estilo sobrenatural que ya no provoca miedo.
Ahora, si la tomamos en serio, nos va a parecer una ridiculez supina, un mamarracho bizarro que repite un modelo rancio, sin mucho más para ofrecer que esos personajes fantasmales con pelos largos hacia adelante y atuendo blanco que el mismo Hideo perfeccionó con Ringu, arquetipo al que se puede considerar la maldición del terror japonés.
Y es esa cuestión ligeramente autoparódica lo que la hace simpática, ya que no nos queda otra que reírnos de lo que sucede, sobre todo cuando empiezan las vueltas de tuerca y ese drama con diálogos insostenibles.
En este sentido, la película funciona como un resumen del estado del terror nipón (al menos del terror más comercial y de fórmula), como si asistiéramos al velorio de un estilo que tuvo su momento de gloria hace 20 años (aunque también es cierto que, de vez en cuando, los japoneses sorprenden con alguna película que pone los pelos de punta).

Otra vez el mismo cuentito
El último conjuro cuenta una historia que ya sabemos de memoria: un matrimonio tiene un hijo al que adoran. Un buen día, la madre y el niño tienen un accidente, y ella muere.
El niño es Haruto (Minato Shougaki) y empieza a repetir un conjuro que le enseñó su padre en el jardín de casa, cuando el pequeño encuentra una cola de lagartija y quiere resucitarla. Naoto (Daiki Shigeoka), el padre, le dice que repita “Elohim Essaim…”, una suerte de juego de palabras que hace revivir a los muertos.
Sin embargo, cuando regresan del hospital, Hiroko trae un dedo de la madre muerta, Miyuki (Uika First Sumer), para enterrarlo en el jardín y repetir el conjuro con la esperanza de que vuelva a la vida. Y ya se podrán imaginar lo que pasa: sí, la madre vuelve con el único aspecto de fantasma maligno que conocen los directores japoneses.
El conflicto central se desata cuando entra la tercera en discordia, Hiroko (Kanna Hashimoto), una compañera de trabajo de Naoto. Ambos están secretamente enamorados desde hace tiempo, aunque él siempre le fue fiel a su mujer.
Tal es así que Miyuki, cuando estaba viva, lo celaba porque sentía la amenaza que representaba Hiroko. Es por eso que vuelve a vengarse en forma de espíritu diabólico.
Las vueltas de tuerca son tan inverosímiles que pueden llegar a espantar al espectador que no esté familiarizado con lo autorreferencial y lo autoconsciente. Y esto sería una virtud si no fuera que parecen un manotazo de ahogado de Hideo, quien no logra que el drama funcione y que el público empatice con los personajes.
Toda esta cuestión de ser un poco mala a propósito, de desborde ridículo y grosero (o simulando ser una parodia de sí misma), no funciona, ya que se nota la incapacidad del director para hacer, una vez más, una buena película con los tópicos y los elementos que en otro tiempo le funcionaron.
Para ver
El último conjuro (Kinjirareta asobi, Japón, 2023)
Terror
Calificación: Regular
Dirección: Hideo Nakata.
Guion: Noriaki Sugihara, basado en la novela de Karma Shimizu.
Elenco: Kanna Hashimoto, Daiki Shigeoka, Minato Shougaki, Uika First Summer, Mayu Hotta, Yuki Kura, Shinobu Hasegawa, Kenta Izuka, Shinya Niiro y Megumi.
Fotografía: Takahiro Imai.
Música: RIM.
Duración: 110 minutos.
Apta para mayores de 16 años.
En cines.