Yuyos, musgo, corteza, un lago, campos, cielo. Del primer plano al foco panorámico, Athina Rachel Tsangari recrea una aldea inglesa remota en tiempo y espacio en La cosecha, con el granjero Walter Thirsk (Caleb Landry Jones) como conductor de la trama. Vestido con una túnica azul, el granjero Thirsk come, se trepa a un árbol y se baña en las aguas del lugar antes de volver a la pequeña población en la que vive para constatar que se ha desatado un caos de graneros incendiados en los festejos por el fin de la cosecha.
Unos extraños son señalados y castigados como culpables, aunque el malestar está lejos de apaciguarse y una serie de sucesos promueve la búsqueda de nuevos chivos expiatorios. Ellos son la señora Bedlam (Thalissa Teixeira), una mujer sospechada de brujería; y el cartógrafo Quill (Arinzé Kene), que tiene una relación cercana con Thirsk y que terminará arrastrando al protagonista al centro del conflicto. En algún momento se revela que Thirsk es asimismo un extranjero y que había llegado desde la ciudad por su vínculo con una aldeana que luego murió.
El largometraje narra en paralelo la amenaza feudal que se cierne sobre el terreno, en tanto Edmond Jordan (Frank Dillane), primo del amo Kent (Harry Melling), reclama su propiedad jurídica sobre el lugar, anunciando recortes en la mano de obra, refacciones radicales y el arribo de asalariados. No cuesta ver en esa problemática y la anterior, directamente enlazadas, el reflejo entre una atemporal Edad Media y un capitalismo tardío de discriminaciones a inmigrantes, expropiaciones violentas y jerarquías insalvables, aunque Tsangari se guarda bien de subrayar una denuncia.
Su abordaje (que recuerda a Terrence Malick) es más bien indeterminado, exploratorio, al punto de que el drama de la novela de Jim Crace en que se basa se desdibuja para deslizarse hacia un continuum sensual, naturalista, con apoyo en la fotografía de Sean Price Williams.
En efecto, podría decirse que el tema de la película es la pregunta sobre por qué supone habitar, aprehender o poseer un terreno, ya sea en términos económicos, existenciales o cinematográficos. Las pujas de poder, el arte de los mapas, los ritos de pertenencia y los desplazamientos espaciales obedecen a un ánimo de circunscribir lo abierto.
“Ni siquiera tenemos nombre para esto, es solo la aldea rodeada de tierra”, sentencia el paria Thirsk, que en su errancia es el que mejor sabe del valor de echar raíces.
Para ver “La cosecha”
Reino Unido, Alemania, EE. UU., Francia, Grecia, 2024. Guion: Joslyn Barnes y Athina Rachel Tsangari. Dirección: Athina Rachel Tsangari. Con: Harry Melling, Caleb Landry Jones y Rosy McEwen. Duración: 134 minutos. Plataforma: Mubi.