Rara vez ocurre que un actor o una actriz logre salvar una película cuya historia ya fue contada mejor en otras oportunidades. Mátate, amor, la nueva película de Lynne Ramsay, es uno de esos pocos casos porque cuenta con una de las actrices más imponentes y talentosas de su generación, la inmensa Jennifer Lawrence, quien alcanza una intensidad histriónica como pocas veces se ve en una estrella de Hollywood.
Y si a este protagónico extraordinario, capaz de sostener cualquier plano en medio de una historia tan errática como su personaje principal, se le suma un actor como Robert Pattinson, la entrada ya está justificada (aunque Ramsay no logre retratar con suficiente precisión la crisis casi psicótica de una mujer que acaba de ser madre).
Lawrence es Grace, quien se muda con su pareja, Jackson (Pattinson), a una casa de campo. En los primeros minutos los vemos entrar en un plano fijo que la directora establece como constante de la puesta en escena, lo que le permite a la protagonista desplegar la neurosis de una mujer que se siente atrapada en una relación menos satisfactoria de lo que imaginaba.
Grace es escritora y Jackson sale a trabajar cada mañana (aunque nunca se especifica en qué), no sin antes recordarle que se ponga las pilas con la escritura, convencido de que en esa casa por fin podrá dedicarse a escribir tranquila.
La película está basada en la novela homónima de la escritora argentina Ariana Harwicz, un texto construido como un monólogo interior casi imposible de filmar, que Ramsay traduce al lenguaje cinematográfico mediante escenas oníricas, casi de ensueño, con las que plasma los delirios, las fantasías y los pensamientos de Grace, entre los que se repite la aparición de un enigmático motociclista (LaKeith Stanfield).
Grace no soporta las pocas ganas que Jackson le pone al asunto, lo que desata rabietas histéricas y peleas en las que siempre termina rompiendo todo, o calmándose con visitas a la madre de Jackson, interpretada por Sissy Spacek, o enterneciéndose ante la aparición espectral del padre, a quien encarna un ya desvencijado Nick Nolte.
Casi todo lo que le sucede a Grace se muestra con planos enrarecidos, en los que la vemos gatear entre los yuyos que rodean la casa como si acechara a su presa, o ingresar en un bosque que se prende fuego, como si se tratara de la materialización de su locura. También protagoniza más de un episodio vergonzoso, como aquel en el que, durante una fiesta de unos amigos de Jackson, se arroja a la pileta en ropa interior.
Una de las películas que vienen a la memoria, por su tono de autor y su corte independiente (está auspiciada por la plataforma Mubi, algo así como la Netflix del cine de autor), es Una mujer bajo influencia, de John Cassavetes, con una Gena Rowlands en estado de gracia total.
Acá Lawrence también hace lo suyo con berrinches y enfados neuróticos que, por momentos, recuerdan a la locura endemoniada de Isabelle Adjani en Una mujer poseída. Y es un placer verla desenvolver su talento, con miradas, movimientos, risas, llantos y ese desplazamiento entre improvisado y milimétricamente calculado que Ramsay logra captar en su máximo esplendor actoral.
Pattinson aporta su cuota de serenidad que sirve como el contrapeso que el personaje de ella necesita. Y aunque la película deja bastante que desear, todo recae sobre los hombros de una actriz majestuosa, sensual, avasallante, innegablemente hipnótica.
Para ver
Mátate, amor (Die My Love, Reino Unido, Canadá, Estados Unidos, 2025)
Drama
Calificación: buena
Dirección: Lynne Ramsay. Guion: Enda Walsh, Lynne Ramsay y Alice Birch, basado en el libro de Ariana Harwicz. Elenco: Jennifer Lawrence, Robert Pattinson, Sissy Spacek, Nick Nolte, LaKeith Stanfield, Gabrielle Rose, Clare Coulter, Saylor McPherson y Debs Howard. Fotografía: Seamus McGarvey. Música: Raife Burchell, Lynne Ramsay y George Vjestica. Duración: 118 minutos. Apta para mayores de 16 años. En cines.























