A Adrián Suar hay que reconocerle su gran talento para la comedia: es gracioso y sabe componer como pocos a esos personajes verborrágicos que siempre meten la pata. Durante años, la crítica lo subestimó, como si fuera un actor menor. Pero ya es hora de valorarlo como uno de los grandes del género en nuestro país. Y ahora, además, lo confirma como director en Mazel Tov, su nueva película.
Lo que hace esta vez es admirable, y tiene que ver con la vida privada de una familia judía, un terreno que Suar -viniendo de la televisión- conoce muy bien. La forma en que expone esos vínculos íntimos, casi sin filtro, hace que el espectador preste atención de inmediato a los conflictos y rencores que afloran entre los hermanos Roitman tras la muerte de su padre.
Uno de ellos, Darío (Suar), vive en Estados Unidos y viaja a Argentina para asistir al casamiento de su hermana Daniela (Natalie Pérez) y al bat mitzvá de su sobrina. Pero, sobre todo, regresa para intentar recomponer los vínculos con sus hermanos y demás familiares.
Sin embargo, el viaje se torna doloroso y triste, ya que llega justo para el sepelio de su padre, una ceremonia que Suar retrata con pasos de comedia efectivos.
Acto reflejo
Es difícil no identificarse con las rencillas de los Roitman. Somos espectadores de algo que siempre va a despertar curiosidad, como la resolución de esas peleas que surgen entre los personajes y que, de alguna manera, nos interpelan. Lo mejor que hace Suar es no olvidarse de los valores familiares, a los que filma con honestidad.
En Mazel Tov se destacan la importancia del perdón y de la reconciliación entre hermanos. Suar no es un estilista de la forma, sino más bien un clásico costumbrista que apuesta más por el qué que por el cómo, haciendo hincapié en la bondad, en la comprensión, en el cariño y en los vínculos cercanos, a pesar de los problemas que puedan atravesar.

En este sentido, Suar parece un viejo maestro del cine, como cuando Darío le habla a su hijo (Aarón Palomino) en un bar, con total sinceridad y amor, en un momento que afloja las lágrimas. O como en una de las escenas finales, cuando los hermanos expresan sus palabras ante la tumba de su padre.
Pero Suar no habría logrado una comedia tan efectiva, humana y conmovedora sin los actores que lo acompañan, empezando por Fernán Mirás, quien interpreta a Gabriel, el hermano mayor y encargado de la mueblería familiar.
Mirás demuestra una calidad dramática y cómica natural. Su personaje es simple, sin afectaciones, y se sostiene con una paciencia que se complementa a la perfección con la verborragia de Darío.
Lo mismo ocurre con Natalie Pérez y Benjamín Rojas. Ella como la joven que insiste en casarse a pesar del duelo por su padre, y Guido (Rojas) como el hermano olvidado, marcado por un pasado de abandono que todavía vive con rencor.
También se destacan el tío interpretado por Rodolfo Ranni y su hijo (Pablo Bigliardi), quienes aportan el tono justo para que la comedia se vuelva tensa, sin olvidarnos de Lorena Vega como la exmujer de Darío, quien aporta una simpática antipatía cruel.
Mazel Tov está narrada con un estilo amable y clásico, y con una comicidad dramática que tiene una larga tradición en el cine argentino, además de dejar una enseñanza siempre necesaria. Ojalá Suar siga haciendo cine.
Para ver
Mazel Tov (Argentina, 2025)
Comedia, Drama
Calificación: Muy buena
Dirección: Adrián Suar. Guion: Pablo Solarz. Elenco: Adrián Suar, Fernán Mirás, Natalie Pérez, Benjamín Rojas, Rodolfo Ranni, Esteban Bigliardi, Lorena Vega, Lucía Luna Li, Alberto Ajaka, Lucila Mangone, Adriana Aizemberg, Aarón Palomino y Guillermo Arengo. Fotografía: Guillermo Nieto. Música: Nicolás Sorín. Duración: 97 minutos. Apta para mayores de 13 años. En cines.