Había una vez una pequeña ciudad de provincia llamada Crespo. No estaba lejos de Paraná. Su población pasaba apenas los 22.000 habitantes. A principios del siglo XXI, sin que se puedan precisar las razones, tres cineastas jóvenes —y no fueron los únicos— hicieron películas disímiles, siempre delicadas y amables, que no solo se vieron en la provincia de Entre Ríos y en el país llamado Argentina, sino que pasaron por los festivales de cine más selectos del mundo.
Se estrenaban en Cannes, San Sebastián, Berlín, por citar las ciudades que prevalecían aún en ese siglo como los centros del cine mundial. Esas películas eran para muchos lo más parecido a una medicina elaborada de imágenes y sonidos, curiosamente, los principales agentes de enajenación de ese período histórico. El cinismo y el menoscabo dominantes de entonces eran interceptados por los planos cinematográficos de los crespenses.
Iván Fund era uno de los cineastas; su especialidad consistía en la infancia y los animales. Otro de los cineastas se llamaba Eduardo Crespo. Su apellido ya era un destino, pero él lo honró haciendo películas sobre la fragilidad de los vínculos y la misteriosa indeterminación de los sentimientos.
El tercero de los grandes cineastas de Crespo se llamó Maximiliano Schonfeld. Este siempre llevaba gorra y anteojos, nunca se lo vio sin barba y era reconocido como el “antropólogo lúdico”.

Hizo varias películas sobre los inmigrantes ruso-alemanes del Volga que a fines del siglo XIX desembarcaron en Entre Ríos. Con los descendientes de aquellos hombres y mujeres, forjó un collage de un ethos microscópico y su devenir en una tierra lejana. Realizó una exploración previa mediante algunos cortometrajes, pero fue con Germania, su ópera prima, cuando asentó una poética. Así ocurrió.
Filmó el territorio elegido por los antepasados, agudizó su oído para la lengua, entrevió la relación de los suyos con los que ya habitaban la región, observó la confluencia de creencias y el efecto en la vida cotidiana. La última película que dedicó a esa pequeña comunidad se tituló Sombra grande.

Acercamiento propio
El método antropológico de Schonfeld consistía en una modalidad atribuida a las artes plásticas: el collage. En Sombra grande agrupó a muchos de sus intérpretes de las películas precedentes. Estaban casi todos. Era conmovedor constatar el paso del tiempo de sus “estrellas”. A lo largo de una hora y 22 minutos pasan frente a cámara un pastor, una pareja que decide casarse y más tarde tener un hijo, una jugadora de fútbol, dos hombres que conviven y se aman, un agricultor ya en edad de jubilarse que busca novia y cuida a su madre, dos adolescentes que se gustan. Todos están en una situación de cambio; Schonfeld los acompaña.
Hay también un hombre que es el último hablante del chané, idioma originario, quien parece haber elaborado un diccionario. Cada tanto, los personajes dicen algo en esa lengua extinta, pero ningún momento es tan hermoso y revelador como aquel en que tres hombres leen una misma frase en el dialecto alemán que todavía hablaban los que habían llegado del Volga, en castellano y en chané. En ese pasaje vibra la libertad con mayúscula.

Todo futuro ha dependido siempre de una feliz amalgama de idiomas y visiones de mundo, el advenimiento de un universo plural soñado por poetas como Mandelshtam, Whitman y J.L. Ortiz.
Schonfeld convocó también a un poeta de su generación e invocó la fuerza sensible de la palabra poética, hoy también casi extinta. El propio poeta aparece tímidamente en la película, hombre de letras nacido en Buenos Aires, en aquel entonces la capital de Argentina, porque su padre entrerriano se había mudado a la gran ciudad por trabajo. Sin embargo, el poeta sintió alguna vez el deseo del regreso.
No le bastó solo con eso. Intentó escuchar, según parece, las voces del pasado. La película toma parcialmente el título de su libro, porque Sombra grande de Julián Bejaramo suma una oración más: Crónicas de los primeros habitantes de Entre Ríos.
En el film, algunos poemas se leen y se escuchan, del mismo modo que muchos encuadres del cineasta replican el gesto de lo poético, que se entendía como la observación y escucha mecánicas del mundo para ser testigos de lo que algunos filósofos dieron en llamar “el encantamiento materialista de todo lo que existe”.
(Texto anónimo sobre la extinción del cine publicado en 2070)
Para ver
Sombra grande
Documental dirigido por Maximiliano Schonfeld.
Calificación: muy buena
Argentina, 2024,
Duración: 83′
Calificación: AM18
Para ver en el Cineclub Municipal Hugo del Carril martes 8/4 a las 18 y miércoles 9/4, 20.30.