En democracia también desaparecen personas. En 2009, al finalizar el primer mes de ese año, Luciano Arruga, de 16 años, dejó de existir. Las muertes fuera de tiempo evidencian la contingencia de todo; en el caso del adolescente que fue asesinado por la policía, tras rehusarse a delinquir para las fuerzas del orden bonaerense, lo endeble de la vida, y en especial de las vidas humildes, se tiñe de abyección. ¿Qué hacer ante actos semejantes?
Exigir la verdad, demandar justicia e intentar conjurar el orden social que sustenta el abuso y la impunidad. La película de Tatiana Mazú González no descuida ni cómo se esclareció el crimen ni qué sucedió en términos jurídicos, pero se centra en ese orden social que alienta la violencia institucional.
Los primeros minutos de Todo documento de civilización son desconcertantes. La sucesión de planos de la Avenida General Paz, a la altura de Lomas del Mirador, parecen moteados, impidiendo la inteligibilidad del plano. Es un inicio formidable por su precisión conceptual: la opacidad dominó el caso; se tardó mucho en saber qué había sucedido.
La decisión formal es la adecuada: se muestra la zona donde mataron al muchacho, pero no todo puede verse. Corolario: la verdad nunca aparece en lo nítido; se escabulle, la esconden.
De inmediato, otro acierto conceptual. ¿Qué se concibió a través de esa avenida que literalmente separa los barrios pudientes de los otros, donde viven los que apenas tienen algo y sobreviven? Los documentos de 1936 develan un diseño de la ciudad de Buenos Aires. Las indicaciones al lado de los informes catastrales revelan una ideología detrás del urbanismo.
Mazú González introduce los mapas con algunas sobreimpresiones tan refinadas como didácticas. Se aprende rápidamente que una ciudad es siempre una cuestión de montaje, pero todo montaje es también una operación política en sí porque distribuye visibilidades, ocultamientos y desplazamientos. He aquí una síntesis del título. La frase original es de Walter Benjamin, pero en el título falta deliberadamente su complemento: todo documento de civilización es también un documento de barbarie.
Dolor de madre
El primer acto sitúa el caso y el lugar, lo que viene después es la restitución de una vida que ya no está en la voz de la madre. El dolor que siente Mónica Alegre, la mamá, se puede percibir en cada ocasión que habla y repasa no solamente el día fatídico en el que dejó de ver a su hijo, sino también otros episodios de la vida de Luciano.
Hay algo que no puede pasar desapercibido: el joven había descubierto el placer de leer. En una biblioteca pública, comenzó a tomar prestados libros. Los prejuicios sobre él, en un inicio, dificultaron el nacimiento de su entusiasmo. Era un lector sospechoso. Vencieron sus ganas y su empeño por leer los viajes de Julio Verne.
Para darle entidad cinematográfica a todo esto, una iluminación estética reviste cada secuencia en la que se invoca a Arruga lector de Verne. Una edición con ilustraciones de Viaje al centro de la Tierra se convierte en la superficie de la película: la voz de la madre se vuelve la voz de quien cuenta un cuento.
El trabajo sobre el granulado de la imagen en todos esos planos del libro les confiere una sensación de animación. Es casi una ilusión óptica (y sonora) por la cual se puede percibir el efecto de la literatura en la imaginación.
Pasan otras cosas en Todo documento de civilización. Hay marchas filmadas con cierto pudor, también la aparición de otros desaparecidos menores y otros “documentos de civilización y barbarie” que circulan alrededor del relato. A Mónica solamente se la ve de cuerpo entero en un material de archivo en donde toma la palabra en un acto y reivindica la lucha por la justicia de tantos otros casos similares al de su hijo. Victimizarse jamás, clamar por justicia siempre.
¿Qué hubiera dicho Julio Verne de todo esto? Tener un lector como Luciano no le hubiera sido indiferente. El gran maestro de la ciencia ficción conoció el estremecimiento de sentir el estómago vacío. Como Luciano, el famoso escritor francés pasó hambre. Pero la inclemencia digestiva no doblegó ni en uno ni en otro el deseo de imaginar, ausente en los verdugos de toda laya. Muchas cosas Luciano jamás llegó a ver, pero leyendo a Verne intuyó que por la literatura se podía contrarrestar la carestía de su vida cotidiana. Viajó, nada menos, al centro de la Tierra.
Todo documento de civilización es una película justa, ética y estéticamente rigurosa. Es la película que Mónica y Luciano merecían.
Para ver
Todo documento de civilización.
Calificación: Excelente
Argentina, 2024, DCP, 90’, AM13
Documental experimental dirigido por Tatiana Mazú González.
Estreno exclusivo en el Cineclub Municipal. Horarios aquí.