Aunque parezca mentira, los viejos y tambaleantes zombis siguen más vivos que nunca, como demuestra el suceso de público y crítica de The Last of Us, la serie de Craig Mazin y Neil Druckmann que acaba de estrenar su segunda temporada en Max.
La serie le ha dado cabal sentido a su título (“el último/la última de nosotros”) al matar en el segundo episodio nada menos que a Joel Miller (Pedro Pascal), deshaciendo la carismática dupla protagónica que el antihéroe componía con Ellie Williams (Bella Ramsey) y probando a la vez que el peligro que acecha a los personajes (y a los actores) de la tira es nítidamente real: como dice el dicho, que el último apague la luz.
En verdad y aunque el hecho dejó boquiabiertos a espectadores del mundo entero, el trágico -sangriento, cruel- deceso de Miller a manos de Abby Anderson (Kaitlyn Dever) estaba pautado desde el comienzo, ya que así lo estipula el argumento de la segunda parte del videojuego homónimo para Playstation lanzada en 2020 en la que se basa la serie (y en la que Druckmann participó como director creativo y guionista).
La reacción escandalizada de los gamers de entonces fue semejante a la de los espectadores del presente, siendo que debieron olvidar a Joel y elegir a las confrontadas Ellie o a Abby como personajes.
La segunda temporada llega dos años después de la anterior y da un salto de cinco años con respecto a los sucesos previos, que terminaban con Joel rescatando a la inmune Ellie de unos médicos que querían sacrificarla para gestar una vacuna que salvara a la humanidad de la plaga zombi.
La arriesgada decisión moral todavía turba a Joel en su rutina aquietada en la aldea de supervivientes de Jackson, Wyoming, donde busca consuelo al iniciar una terapia con la psicóloga veterana Gail Lynden (Catherine O’Hara), a quien le intercambia sesiones por marihuana.
Al mismo tiempo, una crecida y osada Ellie ronda por el lugar con su amiga -y algo más- Dina (Isabela Merced), preparándose para alistarse a la patrulla que batalla contra los siempre renacidos monstruos. Por lo demás y sacando algún que otro altercado mínimo el primer episodio culmina de manera apacible, con una fiesta de fin de año -se celebra la llegada de 2029- en que se alcanza a ver a Gustavo Santaolalla tocando un instrumento en la tertulia.

El segundo episodio emitido el domingo pasado calentó sin embargo los motores al desplegar dos cruentos enfrentamientos en paralelo, por un lado el de la población de Jackson al resistir vanamente el avance multitudinario de los zombis bajo el liderazgo del matrimonio integrado por Tommy (Gabriel Luna) y Maria (Rutina Wesley); y por otro el de la captura de Joel por parte de un grupo de jóvenes comandado por la vengativa Abby, hija de uno de los médicos que el contrabandista había aniquilado al rescatar a Ellie.
La escena en esa cabaña en la nieve en la que Ellie asiste al ajusticiamiento de su padre adoptivo es fría y brutal, y que el arma asesina utilizada por Abby sea un palo de golf lo dice todo acerca del evento. No hay redención televisiva alguna en el plano final, en el que el cadáver desfigurado de Joel es arrastrado a caballo por la inconsolable Ellie dando ahora sí genuino inicio a una segunda temporada imprevisible.
Corazones rotos
Lo que sí es seguro es que la talentosa Ramsey, hoy de 21 años, pasa a ser la protagonista casi absoluta de The Last of Us tras la salida del chileno Pascal, uno de los intérpretes más vitoreados del momento. La escena de la muerte de Joel fue traumática para ella, que al recrearla pensó en los emotivos momentos vividos con Pascal en el rodaje de la primera temporada para autoinducirse gritos y llantos verosímiles.
“Recordé los instantes más felices junto a Pedro. Lo curioso es que la mayor tristeza me la transmiten los eventos felices. Recordé las primeras veces que nos vimos y el rodaje de la primera temporada. Evocaba todo desde la perspectiva de que lo estaba perdiendo”, le dijo la actriz a Hollywood Reporter. La escena fue tanto o más significativa teniendo en cuenta que la dirigió Mark Mylod, responsable de haber filmado la mítica escena en que Ramsey debutó como Lyanna Mormont en Game of Thrones, otra serie que no tenía ningún escrúpulo a la hora de asesinar a su elenco estable.
Sea como sea, la actriz inglesa ha atravesado una transformación notable entre la primera y la segunda temporada de The Last of Us. No solo que Ramsey se lanzó a practicar jiujitsu, boxeo y musculación para ponerse a la altura del crecimiento físico de su personaje, sino que además se declaró públicamente de género no binario y reveló un diagnóstico de autismo que conoció tras haber hablado con Mazin sobre esa condición, compartida con el hijo del showrunner.
A pesar del cambio, la actriz fue duramente cuestionada por los fanáticos de la franquicia por no reflejar de manera mimética a la figura de su personaje en el videojuego. Un reproche absurdo al que Ramsey reaccionó cerrando sus cuentas de red social, gesto al que acompañó diciendo “no soy una celebridad, soy una actriz”.
Mazin y Druckmann tienen por su parte bien presente el problema de la adaptación, y han venido haciendo un trabajo loable en ese aspecto concibiendo la que probablemente sea la mejor serie basada en un videojuego hasta el momento. El equilibrio entre drama y acción, el naturalismo virtuoso, los paisajes y escenarios rotundos de la Columbia Británica y el matiz ecológico del fúngico virus zombi -oportuno en su sincronía con la pandemia- le han conferido a The Last of Us una envergadura milagrosa.
Ambos autores han sabido crear una fórmula eficaz entre la fidelidad y la invención, y así si bien respetaron la crucial muerte de Joel también se toman licencias como la inserción de personajes que no están en el videojuego como el de Gail Lynden o solo mencionados como Eugene Lynden (Joe Pantoliano), exesposo de Gail al que Joel mató y que irá cobrando importancia en las siguientes entregas.
De una manera u otra, será difícil emular en lo que queda de serie (la tercera temporada ya está confirmada y los autores aseguran que no habrá más de una cuarta) la drasticidad del segundo episodio “Through the Valley”. Curiosamente Druckmann le había adelantado a Mazin la muerte de Joel cuando la pensaba para el videojuego, en una de las primeras reuniones que tuvieron los showrunners hace años para darle forma a la tira.
En vez de sorprenderse, Mazin lo captó rápidamente: “Oh, eso tiene total sentido”, dijo el guionista en aquel momento. Y es que el abatimiento del ícono de la serie afianza el tono de desolación del relato.
“Su muerte provoca un gran dolor. Duele, por supuesto que sí, porque amamos a Joel y sobre todo porque Ellie lo ama, y lo que estamos experimentado es su corazón roto. Todos vamos a hacer un duelo por la pérdida de esta persona a la que hemos llegado a adorar -le dijo Mazin a Deadline-. Pero en términos de la narración era algo inevitable, porque esta no es una serie pensada para seguir y seguir. Esta serie tiene un final. Y la nuestra es una ficción que hace confrontar a la gente con sus peores emociones. Ver a Bella en esa situación fue desgarrador. Sin dudas que lo fue. A todos se nos cayeron lágrimas ese día. Fue una instancia muy dura”.
Y completó: “Una de las cosas que hablamos (con Druckmann) fue la idea de romperlo todo. Hay veces que cuando sentís que alcanzaste cierta estabilidad de repente todo empieza a desmoronarse. Todo lo que te daba seguridad se cae. Joel le daba seguridad a Ellie. Y él ya no está.
El muro impenetrable que resguardaba a Jackson también se ha roto. Generar esa amenaza simultánea desde el exterior y el interior nos parecía una forma correcta de mostrar lo peligroso que es el mundo y lo frágil y lo precioso que es todo. Por eso a partir de ahora las relaciones que continúan deben ser tomadas bien en serio, y las decisiones que nosotros tomemos como autores deben también tomarse en serio, porque ya no hay lugar seguro”.
Para ver la segunda temporada de The Last of Us
La serie está disponible en Max, con un episodio nuevo estrenando cada domingo.