Inspirada en hechos reales y dirigida con ampulosidad por el sueco - polaco Magnus von Horn, La chica de la aguja, nominada al Oscar a mejor película extranjera, alberga en su trama una crueldad tan gratuita como impactante, a la que no duda en embellecer con planos perfectos y con una fotografía en blanco y negro soberbia, además de contar con la actuación sobresaliente de Vir Carmen Sonne.
Pero siempre hay que dudar de los directores que recurren a una puesta en escena “artística” para retratar una historia horrenda, brutal, como si la forma los delatara y no fuera más que el regocijo vil y obsceno de quien filma.
Eso es básicamente lo que hace Von Horn para contar la historia de Karoline (Sonne), una joven que trabaja en una fábrica textil de la Copenhague de 1918, donde la miseria y la desesperanza funcionan como el contexto que determina los esfuerzos de la protagonista para sobrevivir.
El marido de Karoline no regresó de la Primera Guerra Mundial y ella lo da por muerto. Pero el esposo vuelve desfigurado y ella lo rechaza, le dice que está embarazada y que tiene una nueva vida con otro hombre. Ese hombre es el dueño de la fábrica (Joachim Fjelstrup) en la que trabaja. Esto es solo el comienzo y Von Horn empieza a desplegar toda su malevolencia y su misantropía.
Luego vienen cosas peores. Basta con decir que hay asesinatos de bebés filmados de manera solemne y virtuosa, como si el director se hubiera olvidado los limites morales en algún lugar recóndito de su casa. También comete descuidos y desprolijidades, como cuando deja en el olvido al personaje de Fjelstrup después de que su madre desaprobara a Karoline, lo que obliga a la joven a ir a buscar otro trabajo.
Hasta que conoce a Dagmar (Trine Dyrholm), una señora que la ayuda pero que esconde un negocio oscurísimo. La mujer vive con su supuesta hija, Erena (Ava Knox Martin), y Karoline acepta el trabajo que le ofrece, además de ciertas drogas de la época para sobrellevar la difícil situación.
Todo lo que sucede a partir de ahí es una verdadera locura de mal gusto, completamente alejada de cualquier concepción de buen cine. La chica de la aguja es un claro exponente de lo que no se debe hacer, y es funcional a una visión del mundo que no acepta esperanzas ni un mínimo de respiro o de bienestar.
Von Horn redobla la apuesta de brutalidad cuando decide incluir planos bellos y suntuosos, como si lo que hacen sus personajes, sobre todo el de Dagmar, fuera una obra de arte. Es decir, destila un preciosismo podrido por dentro, que hace imposible que se pueda tomar en serio sus pasajes más cruentos.
El realizador quiere remediar su abyección con un plano final que se pretende esperanzador, como si se tratara de una tenue luz al final de ese aborrecible y oscuro túnel por el que tuvo que pasar su protagonista. Pero ya no puede borrar con el codo lo que filmó con la mano, ya no puede disimular la maldad gratuita de una película que no merece tanto elogio.
Lo que sí se merece es que a Sonne le den algún premio por su actuación realista y conmovedora (nadie como ella arquea las cejas así mientras sostiene una mirada profundamente triste), la única que se lleva todos los aplausos.
La ficha
La chica de la aguja
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Pigen med nålen, Dinamarca/ Polonia/ Suecia, 2024. Género: Drama. Dirección: Magnus von Horn. Guion: Line Langebek Knudsen y Magnus von Horn. Elenco: Vic Carmen Sonne, Trine Dyrholm, Besir Zeciri, Ava Knox Martin, Joachim Fjelstrup, Tessa Hoder y Ari Alexander. Fotografía: Michal Dymek. Música: Frederikke Hoffmeier. Duración: 122 minutos. Apta para mayores de 16 años. En Mubi.
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