“Presten atención a la manera en la que pasan el tiempo y viven su vida. Este mundo es un lugar de negocios. Me despierto casi cada noche con el traqueteo de la locomotora. Interrumpe mis sueños”. Henry David Thoreau.
Con este prólogo comienza La cocina, la última película del director mexicano Alonso Ruizpalacios. El fragmento, extraído del libro Una vida sin principios (1854), continúa: “Sería glorioso ver a la raza humana en calma por una vez. No hay nada excepto trabajo, trabajo, trabajo”.
¿Qué diría el autor norteamericano hoy, 170 años después, en un mundo donde su crítica al trabajo no sólo sigue vigente, sino que se ha perfeccionado y complejizado, hasta consumir gran parte de nuestras vidas?
La cocina (realizada en 2024 y disponible en Max) es la historia de Pedro, un chef de México que hace tres años que trabaja en The Grill, un restaurante en el centro de Time Square, una franquicia que no parece necesitar de grandes chefs y aun así los tiene, indocumentados, pero bien pagados, como les recuerda cada vez que puede el dueño, otro inmigrante, pero en la situación opuesta.
El restaurante se convierte en un microcosmos donde los personajes lidian con el flujo incesante de la producción y la imposibilidad de la pausa, un eco de la maquinaria industrial descrita por Thoreau. Aquí, el lugar de trabajo es donde los personajes pasan sus días, por ende es donde se enamoran, se enferman, se les rompe el corazón y hasta se embarazan.
Hay una escena que sobrevivirá la vorágine autofagocitante de las miles de películas que se estrenan por año: los trabajadores del restaurante juegan a hablar la lengua de los otros, que son casi tan numerosas como las personas en ese espacio.
Se escucha el español, el francés, árabe, inglés, alguna lengua africana, otras que no son fáciles de reconocer. Se propician insultos en idiomas que desconocen. La cacofonía juguetona de esa escena es de una deslumbrante lucidez.
En el centro del conflicto, Pedro está enamorado de Julia (Rooney Mara), una gringa güera (norteamericana blanca y rubia) que está embarazada de él y quiere abortar. El sueño de Pedro, en cambio, es volver a su pueblo juntos, que trabajen poco y disfruten del tiempo; que vivan una vida idílica en donde Julia sea la única güera del pueblo y él sea envidiado por estar con ella. Lo interesante es cómo la violencia gritona del código de la cocina permea todos los vínculos que allí nacen, incluido éste.
El blanco y negro y la manera coreográfica en la que se mueve la cámara, le dan una fluidez hipnotizante. Así, el filme se erige como un laboratorio donde el trabajo se convierte en una danza política, y el cine, en su capacidad para capturar el caos y el orden, se reafirma como un medio de interrogación y resistencia.
Para ver
La cocina (####): dirección, Alonso Ruizapalacios; duración, 2 horas y 20 minutos; protagonistas, Rooney Mara y Raúl Briones. Disponible en Max.
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