Este martes fue el mejor día de la Berlinale, el único, hasta hoy, que honra el prestigio del festival y vindica el amor al cine.
Antes hubo alguna película aceptable, muchas mediocres y no pocas execrables. Pero llegó Richard Linklater, el cineasta más whitmaniano de Estados Unidos, alguien que se sabe inscripto en una tradición cinematográfica, alguien que puede hacerle decir al más grande actor de su generación, nunca del todo reconocido como merece, el señor Ethan Hawke: “Somos omnisexuales, porque tenemos todo adentro: los hombres, las mujeres los árboles…”. Hawke personifica a Lorenz Hart, nada más y nada menos que el letrista de Blue Moon, My Funny Valentine y una cantidad de otros clásicos que se han cantado en el cine y en las obras de teatro de Broadway.
Las destacadas de Berlinale
La nueva película de Linklater se ciñe a un día en la vida de Hart, el 31 de marzo de 1943, aunque en ese día se puede percibir quién fue ese hombre que encontró las palabras precisas para destilar el sentido en una frase que ilumine un sentimiento. Aquel día se acababa de estrenar ¡Oklahoma!, de Richard Rodgers y Oscar Hammerstein II, el primer musical con la firma de ambos, una situación incómoda para Hart, que había trabajado siempre con Rodgers.
Excepto por dos secuencias que tienen lugar al inicio, una en la calle, cuatro días antes de que el letrista muriera de neumonía en un hospital de Nueva York, y por unos minutos del musical mencionado, todo sucede en el mítico restaurante Sardi’s, lugar de reunión de las estrellas de Broadway.
Hart llega un poco antes de que finalice la obra de teatro y espera, entre otras cosas, a Elizabeth, una hermosa mujer de 20 años de la que está enamorado. Es un amor imposible, pero quiere confirmarlo. Es una noche en la que el artista piensa sobre todo lo que fue y lo que quizás no seguirá siendo. Un examen de conciencia velado por la comicidad y el encanto de la inteligencia.
Linklater es el cineasta de la palabra, el que ha intentado siempre comprender a fondo qué hacen las palabras con los hablantes y cómo filmar, por consiguiente, esa experiencia. Basta recordar Despertando a la vida, Antes del amanecer y Tape para comprobar sus intentos de encontrar la puesta en escena necesaria a fin de indagar sobre la palabra. Los diálogos de Blue Moon son gloriosos por la clarividencia filosófica revestida de liviandad de las conversaciones que surgen con el dueño del bar, un pianista, Elizabeth, Rodgers y otros.
Entre los personajes, Linklater incluye a Elwyn Brooks White, un escritor formidable que desde un inicio está sentado en una mesa, hasta que es reconocido por Hart. La interacción entre Hart y White es de una elegancia admirable.

En esos pasajes, se expresan el esmero y el amor que un escritor dispensa a seleccionar las palabras necesarias. Un verbo y no otro debe elegirse para una oración. Esto se duplica en la busca de Linklater de un tipo de plano, de una distancia de plano y de un tiempo de duración para que la palabra fluya. En ese momento, además, se invoca el contrapunto de la efímera felicidad de la vida en Broadway.
Los números de muertos de la Primera Guerra todavía repiquetean en la memoria y ahora otros soldados están en el frente en una guerra terrible.
Pero Blue Moon no sería lo que es sin Ethan Hawke. Deliberadamente envejecido, en él revive Hart, y no sólo por su caracterización física. Hawke comprende perfectamente qué han hecho las palabras de ese hombre en la vida de muchos y entrega su alma para que el artista vuelva a la vida en el año 2025.
Los animales de Fund
El cine del argentino Iván Fund se caracteriza por la administración de escasos recursos al servicio de una experiencia sensible a contramano de la saturación sensorial que predomina en las películas de mayor presupuesto, donde ese poder bruto se plasma plano tras plano como si fuera una fatalidad.
Por cada plano de El mensaje de Fund no se ve un dólar, sino una idea de cine.

“Los muertos son inductores de vitalidad”, dice Myriam en la película, como corolario del mensaje grabado que envía por WhatsApp a una de las tantas personas que desean establecer un diálogo con los animales que aman y ya no están a su lado.
Los clientes acuden a los servicios telepáticos de Anika, una niña que está en plena edad de perder los dientes de leche y viaja con dos mayores a los que se refiere por sus respectivos nombres. Podrían ser sus padres, no lo son. Los tres viven en una Renault Traffic, donde cocinan y duermen, mientras recorren pueblos pequeños y zona rurales de Argentina atendiendo a los que no encuentran respuestas con los veterinarios.
Si bien hay una escena que transcurre en un cementerio de mascotas, esa descripción no es justa cuando se intenta desentrañar la naturaleza del lazo entre un animal y una persona. En un pasaje indeleble por su contundencia formal, la niña tiene un encuentro con un carpincho.
No se dicen nada, desde ya, pero las dos criaturas se reconocen en un espacio común. Esta es la cifra de la película en relación con los animales.
¿Hace falta decir que es imposible que un animal tome la palabra? ¿O que los muertos puedan comunicarse desde el más allá, más todavía cuando son animales? Es peligroso que los adultos piensen que sí, pero también, que los niños no puedan creer que sí.
En la infancia, la imaginación transgrede felizmente los límites de la física y la finitud de todo lo que existe. Y es ese el anclaje de la película de Fund, es esa perspectiva la elegida. No filma la infancia imaginándola desde la vida adulta; más bien, trata de relacionarse con lo que pervive de ella.
El mensaje va a contramano de lo que prevalece diariamente en el mundo de hoy y ante lo que el cine suele sucumbir. El amor que se deja sentir por los animales no es ajeno al que se percibe entre los personajes. Eso filma Fund, un cineasta delicado y valiente, que no se suma al desprecio de todos los días.