Si de preguntas existenciales se trata, ninguna es tan convocante como la que cuestiona el amor. Aparece en conversaciones de amigos de cualquier edad, en entrevistas a figuras de peso y siempre amerita un apartado en cualquier biografía. El amor tiene tantas vías de abordaje que parece, paradójicamente, inabordable. Pero no lo es. El arte todavía tiene algo nuevo para decir.
Actualmente resultan más interesantes las narrativas que recorren los márgenes, las zonas grises donde se diluyen las definiciones. Es un movimiento de singularización de la experiencia, en la que nosotros, los espectadores, podemos sentirnos más contenidos, interpelados y representados.
Matt and Mara (2024) es una película del director canadiense Kazik Radwanski que captura la inadecuación a las estructuras de las relaciones afectivas. Mara (Deragh Campbell) es una profesora de escritura creativa ensimismada, contenida hasta en su gestualidad. Está casada con músico con el que sostiene una armonía familiar y, a la vez, atraviesa una etapa de desencuentro.
Matt (Matt Johnson) es su contraste perfecto: escritor publicado, carismático y extrovertido. Decide reaparecer en la vida de Mara después de muchos años para retomar una amistad que esconde un amor recíproco no declarado. La conexión entre ambos es palpable y el espacio que llena cada uno en el otro realza sus vidas. Podrían ser pareja pero, parece decirnos Radwanski, no todas las conexiones significativas admiten el formato de una relación estable y a largo plazo.
La ley primera
Esa atracción perfecta e inadecuada que en Matt and Mara se percibe en las miradas y las discusiones se corresponde con Intermezzo (Random House, 2024), la última novela de Sally Rooney.
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Esta obra de la escritora irlandesa expone la relación compleja e inestable de dos hermanos de 22 y 32 años y de sus respectivas parejas. El más joven, Iván, es ajedrecista, tiene un trabajo precario y le cuesta alcanzar la adultez funcional que ve en el resto de las personas. El mayor, Peter, triunfa como abogado y tiene sobrado éxito con las mujeres, aunque falla en regular su costado emocional.
Ivan se enamoró de una mujer de 36 años; es un amor ardiente e inesperado para los dos, que vence la resistencia del sentido común gracias a una conexión instantánea. Peter está enamorado de su expareja y ahora mejor amiga, y de una joven estudiante universitaria con la que generó torpemente una relación de dependencia.
Mientras tratan de superar la muerte de su padre y ser auténticamente fraternales, Ivan y Peter se ven arrastrados por las complejidades de sus relaciones amorosas. Por distintas razones, padecen la incomodidad de que el amor esté en sus vidas de una manera diferente a la que ellos suponían que debía ser; quieren una relación de pareja normal. Rooney expone con pericia esta tensión especialmente en las conversaciones: siempre hay malentendidos, la anticipación equivocada de intenciones ajenas, y la sobreinterpretación de supuestos que nunca hubo.
Sin salida
En Matt and Mara y en Intermezzo hay un deseo de los personajes por alcanzar una normalidad que apacigüe la incomodidad que sienten. Caen en la ilusión de que es posible eliminar la complejidad vincular gracias a la intermediación de una legislación objetiva y autoevidente como la de la norma.
Nosotros, espectadores y lectores, debemos contener el impulso de decirles que no existe normalidad en el amor sino pura excepcionalidad. Lo normal no existe, casi por definición, y mucho menos en el ámbito de eso que sin explicación surge o desaparece entre las personas.
Lo notable de estas narrativas es que la posibilidad de evitar esas relaciones, de evadir el amor, no existe. No se expresa en términos de pérdida sino de ganancia: sus vidas son muchísimo más maravillosas con amor que sin él. Por eso cumplen con una de las funciones primordiales que puede tener el arte: mostrar vidas ajenas que, en su singular incomodidad, iluminan las nuestras.