Introspectiva, tumultuosa, frágil, fuerte, decadente, indefensa, suave, contundente, emocionante, triste, melancólica: así es la María Callas de Pablo Larraín. Sin embargo, hay más de lo que parece a simple vista. ¿Qué podría haber hecho de este film una obra aún más poderosa?
María es la tercera y última entrega de la trilogía de Larraín sobre “mujeres icónicas” del siglo 20, antecedida por Jackie (2016), con Natalie Portman como Jacqueline Kennedy Onassis, y Spencer (2021), con Kristen Stewart en la piel de la princesa Diana.
El director tiene una particular sensibilidad para retratar a figuras históricas. Sus películas son recortes pequeños, íntimos, introspectivos. En un panorama cinematográfico saturado de biopics, su mirada se siente como una bocanada de aire fresco. Sin embargo, hay una estructura que se repite en sus tres películas, como si sus protagonistas fueran intercambiables. Algo en la forma en que Larraín las aborda les resta individualidad, diluyendo la profundidad de cada una de estas mujeres, tan distintas entre sí.
María retrata la última semana de vida de “La Divina”. Alejada de los escenarios, pasa sus días deprimida en su departamento de París, cuidada por su mayordomo (un conmovedor Pierfrancesco Favino) y su ama de llaves (interpretada por Alba Rohrwacher). Su frágil salud y su problemático consumo de pastillas los atormentan. A Callas no le importa: su meta es recuperar su voz y volver a los escenarios.
Así, planea una entrevista con un equipo de televisión. Pero nada de esto es real, se trata de una alucinación, y Callas es consciente de eso. Esta ilusión es lo que tracciona el filme, como si fuera una entrevista donde se reconstruye parte de su pasado. No obstante, el director tomó la decisión de dar más importancia al romance de María con Aristóteles Onassis, lo cual desvía el foco de la figura de Callas y lo trascendental que fue en la música clásica occidental del siglo pasado. Aunque busque humanizarla, sus méritos merecen una debida representación.
Así mismo, la tragedia y la debacle de su persona no son tan urgentes como amerita el desenlace. Esta decisión de Larraín de mostrarla siempre seria, enaltecida, casi escultural, la aleja de la vulnerabilidad y la gracia de la verdadera Callas.
Angelina Jolie como María Callas
Jolie pasó siete meses entrenando para cantar ópera. Si bien la voz principal es la de Callas, en algunas partes se mezcla con la suya gracias a la tecnología. Su compromiso con el personaje es innegable. Es evidente que la historia la atravesó y transformó.
Su interpretación es magistral. Jolie dota al personaje de una complejidad conmovedora, capturando no solo el inmenso talento y la elegancia de Callas, sino también su fragilidad y el torbellino emocional en el que vivía. La manera en la que Angelina deja hablar a su cuerpo es estremecedora: hay momentos en los que las palabras sobran. Su capacidad actoral es inmensa y aquí lo demuestra con una entrega total. Es una lástima que la Academia no la haya nominado como mejor actriz. Su actuación merecía más.

Para ver
María. Italia, 2024. Biopic. Con Angelina Jolie, Pierfrancesco Favino, Alba Rohrwacher, Haluk Bilginer, Stephen Ashfield, Valeria Golino, y Kodi Smit-McPhee. Dirección: Pablo Larraín. En cines.