Ícono de cuento de hadas tanto como de aberrantes persecuciones inquisitoriales, la bruja adquiere una desgarradora actualidad en Brujas, documental de Elizabeth Sankey estrenado en Mubi. Amparada en un elocuente archivo cinéfilo que recoge escenas que van de El mago de Oz a Las brujas de Eastwick, la realizadora inglesa conecta el arquetipo moral de la “bruja mala” con el perturbador caso de las madres que rechazan a sus hijos, situación que Sankey vivió en carne propia al atravesar una severa depresión posparto.
Consciente en pleno proceso de terapia de estar atravesando un padecimiento tabú del que poco se habla, la directora decidió elaborar un filme con su propio testimonio más el de otras mujeres que pasaron por una situación semejante, además del de profesionales y especialistas en el tema. De acuerdo a la hipótesis de Sankey, los casos más turbulentos asociados a la psicosis posparto –caracterizada por visiones demoníacas y pensamientos destructivos– explicaría los linchamientos en el pasado a mujeres erróneamente consideradas brujas, que se confesaban por no poder soportar la aflicción.
“No quería estar sola con mi hijo por el peligro de lo que pudiera hacerle”, cuenta audazmente Sankey en el largometraje, que cursó la enfermedad durante la pandemia tras ser madre por primera vez y hoy ya puede felizmente convivir de nuevo con su familia. De repente, durante el tiempo en que estuvo internada, ella se sintió del lado de las brujas que había visto tantas veces en el cine: “Me les uní”, reconoce.
En diálogo por Zoom, la directora reconstruye el sensible proceso de producción del filme, de fundamental labor colectiva: “Les preguntamos a mujeres de tantos contextos y experiencias diferentes si querían participar, y muchas no estaban cómodas, no estaban preparados para algo que no entendían del todo, la culpa y el estigma eran tan grandes, y respetamos eso”, reconoce.
Y completa: “Las mujeres que terminaron participando se sintieron muy relajadas, yo no tuve que convencer a nadie, eran mujeres que habían hablado del tema antes ya sea en su entorno laboral o en el grupo de ayuda Motherly Love que tan brillantemente me acogió cuando yo estuve mal, o eran mujeres que habían estado en la guardia conmigo. Todas habíamos compartido nuestras historias juntas, y creían en el poder sanador de las palabras. Al mismo tiempo, el hecho de haber vivido la experiencia no me convertía en alguien de afuera, ellas sabían que yo haría mi exposición también, así que eso facilitó todo. Todas las mujeres del filme estuvieron geniales, dispuestas, creían en lo que hacían, no dudaban, de otra forma no las habría hecho hablar frente a cámara”.
Sobre la conexión del trauma con la caza de brujas ancestral, Sankey refiere a algunos documentos claves para la escritura del guion: “Encontré un paper escrito por la académica Louis Jackson, donde ella habla de estos casos a lo que llamaban confesiones voluntarias. Y también un texto de la época escrito por Reginald Scott, un cazador de brujas que dejó de serlo porque se dio cuenta que había mujeres a las que mataban que no eran brujas, que no habían hecho nada malo, que estaban confesándose voluntariamente porque tenían problemas mentales o porque algo más pasaba en sus vidas. Al leer estos textos se alumbró una teoría que yo tenía de que algunas mujeres, no todas, que habían sido acusadas de brujas y colgadas en Europa, habían estado sufriendo problemas mentales causados por el parto. Lo que más me sorprendió es que las razones por las que ellas se condenaban eran la culpa y la vergüenza que sentían por esos pensamientos y sentimientos, eso me hizo comprender que esta condición ha sido parte de la psique femenina desde vaya a saber cuándo, al menos desde 1645. Descubrir eso fue una gran cosa para mí”, reconoce.
Dos versiones
–¿Qué dice la figura de la bruja en general, sobre la que cimentás la película?
–Siempre he amado a las brujas, son un símbolo tan potente en nuestra sociedad, en nuestra cultura, es tan poderoso y ha sido usado de modos tan interesantes. Ha sido usado por el patriarcado como una forma de controlar a las mujeres, a sus cuerpos, para decirles lo que pueden o no hacer o ser, pero incluso para las mujeres es un ícono atractivo, hay algo que queremos emular de ese poder que ellas tienen, de esa potencia. Siempre quise hacer algo con las brujas y cuando estuve enferma sentía que había dos versiones mías, la buena y la mala, y viendo El mago de Oz con su bruja buena y su bruja mala dije ‘oh, dios mío, es eso’, o películas como Posesión. Tantos de estos filmes donde hay una mujer buena y una mala, donde la dicotomía es clara y evidente. Desde el principio supe que esta película se iba a llamar Brujas, era un camino obvio que debía tomar.
–En la película mostrás que quedarse sola es la peor opción. ¿Buscaste transmitir un mensaje? ¿Qué efectos te interesó generar en la audiencia?
–Quería que la película actuara como un libro de hechizos, un recurso con el que la gente pudiera aprender algo y transmitirlo, y que eso ayudara a generar conciencia sobre esta enfermedad y sus síntomas. Pero también hacer sentir a la gente menos sola. Asimismo busqué darle al filme un aspecto a la vez bello y suavizante, no podía haber hecho un documental donde trataba la relación de una madre con su bebé de otra manera, quise mostrar que esto que me pasaba era aterrador pero también hermoso, que hay belleza y oscuridad en la enfermedad. Tuve una gran oportunidad como cineasta de retratar algo que la mayoría de la gente que ha pasado por el psiquiátrico no tiene la posibilidad o la capacidad de hacer, la chance de hablar de lo que le pasó y de usar imágenes para retratarlo. Eso se sintió importante, fui afortunada de poder decir “así es como se ve lo que sucede en tu mente, así se siente”.
Para ver “Brujas”
Reino Unido, 2024. Guion y dirección: Elizabeth Sankey. Con: Catherine Cho, Sophia Di Martino y David Emson. Duración: 90 minutos. Plataforma: Mubi.