¿Qué pasaría si, una noche como cualquier otra, en un verano como cualquier otro, de repente todo cambiara inexorablemente? En 1957 y en 2025, la pregunta es la misma gracias a El eternauta.
A casi 70 años de su edición original, la adaptación audiovisual de la historieta era todo un desafío por su temática (una invasión alienígena que cae sobre Buenos Aires) y su respectiva complejidad a nivel técnico. Pero como se podrá ver a partir de este 30 de abril en Netflix, la icónica novela gráfica de ciencia ficción escrita por Héctor Oesterheld e ilustrada por Francisco Solano López finalmente ha encontrado una versión a la altura de su mito.
Con dirección de Bruno Stagnaro, y guion del también realizador de Okupas y Un gallo para Esculapio junto al actor Ariel Staltari, la producción se destaca por su fuerte impronta a nivel técnico, con efectos especiales que son centrales en su trama (la nieve tóxica que cae sobre la ciudad y mata a buena parte de su población) y un escenario apocalíptico que convierte a la capital argentina en “tierra de nadie”.
Además, un elenco plagado de figuras (Ricardo Darín, Carla Peterson, César Troncoso, Andrea Pietra, Marcelo Subiotto, o el propio Staltari) da sustento a una versión contemporánea de la historia que actualiza los sucesos narrados en la novela gráfica sin dejar de lado su esencia como historia de supervivencia y superación colectiva.
“Una noche de verano en Buenos Aires, una misteriosa nevada mortal acaba con la mayor parte de la población y deja aisladas a miles de personas. Juan Salvo y sus amigos inician una desesperada lucha por la supervivencia”, indica la sinopsis de la primera temporada de la serie, que tiene seis episodios en total.
Lo que en un primer momento se advierte como caos y desesperación ante la evidencia de una situación inédita (una tormenta tan inesperada como letal), pronto deviene en una situación mucho más compleja. Salvo necesita encontrar a su hija Clara y eso lo lleva a ser el primero en salir al mundo exterior con un traje hecho a partir de retazos y elementos varios, con la idea de protegerlo de la nieve tóxica que ha dejado a su paso algo similar a las ruinas de Pompeya.

Pronto, la condición humana y el peligro de lo desconocido conspiran para generar un contexto en el que el sálvese quien pueda parece la única opción posible. La paranoia se expande y genera sus consecuencias casi inmediatas: viejas amistades que se ponen en duda y vecinos de años que se desconocen en un instante. Pero es allí donde también florece la potencia colectiva de un relato en el que la unión será clave para poder afrontar aquello que todavía ni se sabe muy bien qué es.
“Todo cambia cuando descubren que la tormenta de nieve tóxica es tan sólo la primera fuerza de choque de un ejército de otro planeta que está invadiendo la Tierra”, completa la descripción oficial de la serie- “La única manera de mantenerse vivos será resistir y luchar juntos. Nadie se salva solo”, cierra. Y allí es cuando El eternauta deja de ser una épica individual, o más bien fragmentada, para convertirse en un relato en el que la humanidad misma defiende su razón de ser.

Salvo (“un hombre común envuelto en una situación extraordinaria”, según el propio Ricardo Darín) se apoya en su exmujer, Elena (Peterson), y en sus amigos Favalli (Troncoso) y Lucas (Subiotto). También están Ana (Pietra), un desconfiado Omar (Staltari) e Inga (Orianna Cárdenas), quienes completan a este grupo de personas que de a poco aceptan que no podrán hacerle frente al horror si no encuentran una dinámica común.
La pandemia de Covid-19 y su aislamiento de varios meses entre 2020 y 2021 aparece como una referencia ineludible: un recuerdo demasiado reciente que funciona, en este caso, como espejo de lo que la ficción propone. Como en aquella situación a escala planetaria, rápidamente las consecuencias del miedo se vuelven parte del problema y una duda se instala desde el principio: ¿podrá prevalecer la empatía en un contexto en el que todo parece perdido?

Nuevamente, el ingenio y la capacidad de adaptación a las crisis emergen como herramientas identitarias que hacen de esta historia algo definitivamente “nuestro”. Y no sólo a la hora de pensar soluciones concretas para inconvenientes como la falta de electricidad o la caída total de la red de telefonía, en los que la frase “lo viejo funciona” se volverá una especie de mantra.
Es que más allá de su temática poco habitual para productos nacionales que llegan a la gran pantalla o a las principales plataformas de streaming, esta es una clase de ciencia ficción a la argentina. Ese cruce entre la tecnología y la tradición, entre la fantasía de lo visual y lo mítico de El eternauta original, es el condimento particular de una serie que no será una más para la industria audiovisual de la región. Quizá por eso sea tan difícil empezar a verla sin quedar hipnotizado por una trama sin tiempo, pero definitivamente “de acá”.