Los acontecimientos importantes e inesperados de la agenda siempre toman a la población por sorpresa y casi siempre dejan una huella indeleble. Es así que uno suele recordar lo que sintió cuando explotó la bomba frente a la Amia, cuando murieron 194 personas en Cromañón o cuando estalló la fábrica militar de Río Tercero, por citar ejemplos variados.
El recuerdo nos lleva a esa imagen borrosa del televisor mostrando las primeras escenas del suceso bajo el rótulo de “urgente” o a ese mensaje de WhatsApp que llega diciendo frases como “Murió Maradona”.
También suelen quedar rastros de casos judiciales que, por la fibra que tocaron, se transformaron en verdaderos hitos mediáticos: el caso María Soledad Morales, el de Ángeles Rawson o el asesinato de Fernando Báez Sosa, por mencionar solo algunos.
Sobre todos estos casos que involucran muertes inexplicables o grandes injusticias han corrido ríos de tintas, cientos de miles de clics han buscado más información al respecto y se han usado miles de minutos en televisión intentando encontrar responsables.
A cerca de esto último hoy se puede hacer una mirada retrospectiva porque décadas atrás la televisión de aire y de cable se encargó de elaborar documentales o investigaciones que permitieran ahondar en esos casos que por sus implicancias y su trama enrevesada generaban la fascinación en masa de los televidentes.
Hoy ese espacio para la profundidad se ha mudado a las plataformas de contenido a demanda.
Periodismo, documentales y televisión
Casos como los que mencionamos anteriormente atravesaron la historia reciente de la televisión desde la instalación de la democracia. Así vale recordar la cobertura que hizo Fanny Mandelbaum por Telefe Noticias del caso María Soledad Morales, o a Rosario Lufrano al frente de Primera Noche con temas variados.
Otros ejemplos para despertar el recuerdo: Edición Plus (Telefe), conducido por Lana Montalbán y Carlos Maquiavelli, que fue el primer programa en usar las cámaras ocultas. También vale destacar al originalísimo El otro lado, creado por Fabián Polosecki con una estética de autor que mixturaba el registro documental con el ficcional. En América, por su parte, salió al aire Día D, conducido por Jorge Lanata y apuntalado por periodistas de su paso por la gráfica. Luego el conductor pasaría a El Trece con PPT.
También en América se destacaron Punto Doc, conducido por Rolando Graña y Daniel Tognetti, producido por Cuatro Cabezas. Fuego Cruzado fue otro hito del mismo canal con Marcelo Longobardi al frente.
En el 2000, un segmento de investigación que desde 1994 se emitía en el noticiero de canal 13, llamado Telenoche Investiga toma vida propia y comienza su primera temporada.
En resumen, la televisión de los ‘90 y principios del 2000 proponía formatos que exploraban lo documental, ahondaban en los temas y marcaban agenda.
Ahora el espacio para la profundidad por fuera de la agenda ha ido mudándose a las plataformas. Así lo expresan documentales como el de Nisman (Netflix), el de Carlitos junior (Max) o el recientemente estrenado sobre el caso de Generación Zoe (Netflix).
Juan Mascardi, periodista y docente, repasó para La Voz la cadena de hechos que hicieron que “paulatinamente el ágora de la discusión pública dejara un vacío dentro de la televisión abierta y se trasladara al cable, primero, y después en este salto, con la llegada del contenido on demand”, hacia las plataformas.
Entre esas razones, el profesor de Periodismo Televisivo de la Universidad Abierta Interamericana destaca que “la televisión abierta empezó a hablar más de sí misma y a ser endogámica. Y eso llevó a la desaparición de dos formatos: los programas políticos y los programas de investigación periodística”.
Y agrega que lo que cambió desde ese entonces hasta ahora es el modo de consumo, de distribución, y, por ende, “las formas de producción” y las decisiones sobre “qué y cómo contar”.
Mucha audiencia y mucha producción
Pensando en el televidente/usuario, Mascardi agrega que siguen teniendo mucho interés en los casos y las historias que allí se cuentan.
“Las plataformas aprovechan una necesidad casi vital de las audiencias de encontrarse con historias reales. Este es un formato clásico que prácticamente surgió con la televisión”, dice y, para refrescar la memoria, rescata viejos ciclos como el Telenoche de Raymundo Gleyzer, con sus primeros informes.
Hoy, según el periodista, las audiencias de la televisión abierta quedan casi exclusivamente sujetas a la transmisión de acontecimientos en vivo, programas de servicios o deportivos. Además, están los programas más relacionados al debate con panelistas, que tienen una alta presencia hoy en la tele abierta.
Sin embargo, en los espectadores sigue habiendo un furor por la contemporaneidad, por los relatos de casos de la historia reciente que muchas veces quedaron irresueltos o impunes.
Rita Falcón, productora de distintos documentales, se encuentra trabajando en un producto del que todavía no puede dar detalles, pero sí puede contar que, para los que ya se estrenaron en plataformas, los tiempos fueron largos.
Cuenta, por ejemplo, que un área específica es la encargada de investigar archivos de imágenes en medios audiovisuales o incluso colecciones de particulares para encontrar “imágenes prexistentes que puedan llegar a formar parte de un montaje presente”.
El trabajo de archivo de los formatos que hoy se pueden ver en plataformas es realmente profundo y le da sustento al producto.
Sobre eso, Falcón asegura: “En las plataformas hay estándares muy altos. Hasta llegar a un corte final que satisfaga a todas las partes suele pasar mucho tiempo. Hay que hacer corrección de color, mezcla de sonido, entrega del material para doblar y subtitular a todos los idiomas, y eso lleva un montón de tiempo”.
A cerca de los equipos que llevan adelante estas investigaciones, se puede saber que son grandes y que incluyen a productores periodísticos abocados a generar los contactos con los protagonistas y hacer las entrevistas; y luego, además, todo un equipo audiovisual y de arte que se encargan de llevarlo adelante. Finalmente, los equipos de posproducción.
Hay, además de la producción y el trabajo periodístico profundo, otra ventaja presente en estos formatos que muchas veces se entrecruzan con el true crime para generar mayor atención.
Marcardi lo sintetiza así: “La ventaja es sobre todo narrativa, son documentales que se mixturan, se hibridan con formatos narrativos más propios de la ficción, se trabajan con guiones y con modelos de guiones para sostener esa tensión dramática; y eso creo que los hace muy atractivos y que se los mira casi como una novela”.
Para ver
A continuación, uno por uno, los documentales argentinos disponibles en plataformas sobre casos resonantes.
“Nisman: El fiscal, la presidenta y el espían” (Netflix, 2019)
Fue el primero de estos grandes documentales y estuvo dirigido por el británico Justin Webster. La investigación se esforzó por mostrar “las dos campanas” del asunto y consiguió grandes testimonios, incluso el de Jaime Stiuso, un fantasma mediático hasta ese entonces. La calidad del archivo y el acceso a fotos y videos de la causa hicieron la diferencia. Sigue disponible en Netflix, tiene seis capítulos de una hora.
“Carmel, ¿quién mató a María marta?” (Netflix, 2020)
La serie documental se centra el caso que generó suspicacias sobre quién era el autor material e intelectual del crimen de María Marta Belsunce. Sin embargo, el título de la producción hacía énfasis en uno de los personajes más intrigantes del caso: el country Carmel, en el que vivían la víctima y su familia. Tangencialmente, el documental es también un retrato de la crisis de 2001, de los “countries” de los ‘90 y del show mediático. Los cuatro episodios de casi una hora están disponibles en Netflix.
“El fotógrafo y el cartero: El crimen de Cabezas” (Netflix, 2022)
Con formato híbrido entre el revisionismo y el true crime, se estrenó en 2022 la película documental sobre el crimen que conmocionó a la política y a los medios en los ‘90. Hay mucho material de archivo, hablan colegas de Cabezas, pero es sobre todo importante la palabra de Eduardo Duhalde, a quien el asesinato complicaba por todos los frentes. La película dura 105 minutos y está disponible en Netflix.
“Menem Junior: la muerte del hijo del presidente” (Max, 2024)
Esta serie es un relato coral sobre las sospechas en torno a la muerte de Carlitos junior, hijo del expresidente, y sobre una década signada por un poder indisputable. Hay gran trabajo de archivo y de entrevistas con un repaso por la política de aquellos años. Hablan todos: Zulema, Zulemita, pero sobre todo es interesante escuchar los detalles de Juan Domingo Cavallo hablando sobre cómo Menem construyó su poder. Para la familia, el caso quedó impune y el documental se apoya sobre ese manto de dudas. Tiene cuatro capítulos y está disponible en Max y en Amazon Prime.
“ARA San Juan: El submarino que desapareció” (Netflix, 2024)
La producción demandó cinco años. La serie es sobria, humana, sin golpes bajos y equilibrada ideológicamente. Relata de manera cronológica la tragedia que se cobró 44 vidas y todo lo que ello acarreó después. Hay entrevistas a técnicos, a familiares de las víctimas y a personalidades políticas y con una gigantesca cantidad de material de archivo. Son ocho episodios de media hora disponibles en Netflix.
El vendedor de ilusiones: el caso Generación Zoe (Netflix, 2024)
Sergio Vaudagnotto es uno de los protagonistas del filme que ahonda en el caso Cositorto. Cuenta cómo llegó a Netflix y las repercusiones del documental.