Toda guerra es antes que nada un fracaso para la inteligencia y una herida para la decencia. Desde la invasión rusa a Ucrania iniciada el 24 de febrero de 2022, ha habido muertos y heridos, secuestros, torturas, ciudades dañadas en su funcionamiento, o incluso completamente destruidas, devastación ecológica y cultural, y una vida cotidiana amedrentada por posibles ataques aéreos.
¿Qué filmar sobre esa desgracia? ¿Qué punto de vista elegir para hacerlo?
Desde mayo de 2023 a junio de 2024, la joven cineasta ucraniana Kateryna Gornostai filmó diversos establecimientos de aprendizaje (escuelas primarias y secundarias, universidades e institutos) en distintas ciudades de su país.
En guerra, la percepción de todo horizonte tiende a ser el regreso de la paz para que lo que resulta una anomalía generalizada deje de serlo. Sin sustraerse a esa amenaza ni evadirse de una situación intolerable, quienes están en situación de aprendizaje tienen una relación distinta con el tiempo.
Aprender implica continuidad. Por eso, Gornostai en Marca de tiempo (Strichka chasu) elige concentrarse en cómo se aprende en una época de bombardeos y tanques disparando. No se busca inventar una “normalidad” imposible, pero sí, acaso, confrontar la desesperación, fortalecerse ante el sufrimiento. Gornostai dirige su cámara despojada de cualquier veleidad nacionalista.
La modalidad observacional es la elegida por Gornostai, una poética de lo real que desdeña del discurso y que por consiguiente precisa de un acopio de situaciones diversas y un montaje laborioso para que las imágenes sean ellas mismas el discurso.
La abundancia de lugares e instituciones filmadas es la necesaria para comprobar que cuanto más cerca se está de la zona de la contienda menos traumático resulta seguir el curso de las actividades. A 350 kilómetros, la guerra se siente por la escasez de recursos y las bajas de conocidos.
A 30 kilómetros, el aula es siempre escombro y ruinas. De ese modo, una estación de subte, un gabinete de emergencia o el patio de una casa de un profesor que transmite por Zoom devienen claustros del saber.
El laboratorio de Hong
Finalmente, el último en estrenar en la competencia de la Berlinale es el cineasta más prolífico de Asia y un indesmentible inventor de formas. Hong Sangsoo filma audazmente con menos de 15000 dólares, con pocos intérpretes y cinco o seis escenarios, insistiendo en explorar los meandros de la intimidad y cómo la conversación casual con otros es la práctica en la que se escribe y reescribe la conciencia.
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En todas sus películas, Hong ha moldeado una especie de laboratorio lúdico donde se indaga sobre los efectos de la palabra en la propia conciencia y en contraste con las descripciones que vierten los personajes entre sí. La clarividencia es total y apuntala una manera de inspeccionar la vida anímica y los lazos afectivos que prescinde de aludir a las presuntas profundidades del alma y a conceptos nacidos directamente del diván.
El tema mayor de ¿Qué le dice esa naturaleza? (Geu jayeoni nege mworago hani) es el autoengaño. Toda persona cree ser alguien y pocas veces atisba que su imagen consciente dista de reflejar lo que realmente es.
La visita de un poeta de 35 años a la casa de los padres de su novia, un encuentro azaroso, se convierte lentamente, a través de la ingeniería microscópica de Hong sobre el lenguaje, en un escenario simbólico en el que la interacción del presunto hombre de letras con el padre, la madre y la hermana de la novia derrumba sus certezas y ambiciones. La confrontación de descripciones de unos y otros es oblicua y cómica, y no solo revela el problema de las limitaciones con las que una persona se piensa a sí misma, sino que también permite atisbar el lugar que tiene el dinero en la sociedad coreana.
Lo extraordinario es cómo situaciones comunes –un paseo a una montaña, otro a un templo budista, una larga cena– pueden sostener un relato cuya intensidad no depende de una progresión dramática de escenas complejas. Actos menores teñidos de una disimulada serenidad tienen la fuerza necesaria para que cada escena alumbre una cualidad específica de la psicología del personaje.
Si el jurado es sensato, Hong debería una vez más obtener un reconocimiento en Berlín.
Ya pasaron todas las películas de la competencia. La esperanza para el cine se ciñe a cuatro apellidos Hong, Linklater, Jude y el argentino Iván Fund.