Sin ánimo de tirar mala onda, lo de la distribuidora Terrorífico Films es verdaderamente terrorífico, pero en el peor de los sentidos, porque no se entiende la decisión de estrenar cualquier película de terror con tal de estrenar algo, sin que importe en lo más mínimo ya no la calidad cinematográfica sino el amor al género.
Hay películas que tienen que ir directo al video (o al blu-ray), o más bien quedar en el olvido, como es el caso de La trampa del ratón, película canadiense dirigida, filmada y editada por Jamie Bailey, quien aprovecha que el cortometraje animado de Walt Disney de 1928 Steamboat Willie (en el que aparece por primera vez el ratón Mickey) haya pasado a dominio público para reinventar al personaje en clave de terror.
Como lo prueban Winnie the Pooh: miel y sangre y su secuela (ambas dirigidas por Rhys Frake-Waterfield), hay una clara intención de hacer slashers baratos e independientes con estos personajes infantiles, o de incursionar en sagas de terror ligeras destinadas al fan del género.
En La trampa del ratón todo es precario, berreta y estúpido, desde las actuaciones y la fotografía hasta la edición (por momentos inentendible). Y la premisa de la que parte parece una casa prefabricada (a la que le falta mucho laburo para cobrar cierta forma).
Los elementos del slasher a los que recurre están tan mal aplicados que basta con ver cinco minutos para advertir que estamos ante un bodrio inenarrable, con personajes y diálogos sin coherencia, sin ingenio, sin credibilidad ni convicción, como si al guion lo hubiera escrito alguien que no pertenece al campo del cine.
La historia cuenta lo que le sucedió a un grupo de amigos en una sala de juegos, narrada por Rebecca (Mackenzie Mills), la única sobreviviente, quien está en la cárcel siendo entrevistada por dos detectives. Es ella la que cuenta lo que pasó, lo que le permite a la película ir, mediante un flashback, al lugar de los hechos, cuando Alex (Sophie McIntosh) y Jayna (Madeline Kelman) tienen que quedarse en el turno noche porque el encargado, Tim (Simon Phillips), les avisa que tienen una reserva de último momento.
A la reserva la hacen los amigos de Alex porque quieren darle una sorpresa por su cumpleaños. Pero, de pronto, se encuentran con un loco con la máscara de Mickey que empieza a matarlos con un cuchillo, sin que se sepa muy bien quién es o qué es. Y como si esto fuera poco, el enmascarado se teletransporta (aparece y desaparece como por arte de magia).
Las muertes tardan en llegar y las pocas escenas de sangre tienen una ejecución muy torpe, sin impacto, sin efectividad, como si a nadie le importara lo que están haciendo. La trama tiene, además, muchos baches lógicos, tan evidentes que el director se da cuenta porque hace que Rebecca, quien va contando la historia, tenga que explicarles a los detectives cómo es que sabe lo que está contando. Tampoco funciona como comedia atolondrada de terror ni como uno de esos slashers autoconscientes que proliferaron en la década de 1990, como Scream.
La trampa del ratón es otra prueba de que el terror no es juntarse a hacer una película porque sí con un grupo de amigos, sino que hay que tener un mínimo talento y un mínimo conocimiento del género. Y de cine, claro.
Para ver “La trampa del ratón”
Mickey’s Mouse Trap, Canadá, 2024. Terror. Dirección: Jamie Bailey. Guion: Simon Phillips. Elenco: Simon Phillips, Sophie McIntosh, Madeline Kelman, Ben Harris, Callum Sywyk, Mireille Gagné, James Laurin, Mackenzie Mills y Kayleigh Styles. Fotografía: Jamie Bailey. Música: Darren Morze. Duración: 80 minutos. Apta para mayores de 13 años (con reservas). En cines.