Han pasado más de dos décadas del primer indicio de que en la provincia de la reforma universitaria y el cuarteto existía un cine propio. Los cineclubes, la renovación de la crítica, los festivales regionales, los recambios en los programas universitarios configuraron una amplia comunidad ligada al cine.
Primero fue Santiago Loza con Extraño; más tarde Matías Herrera Córdoba con Criada, seguidos por Yatasto, de Hermes Paralluelo, las dos últimas estrenadas en el Bafici (Festival Internacional de Cine Independiente). En ese período se estrenaron a continuación Hipólito, El invierno de los raros y la más exitosa de todas las películas cordobesas de este siglo: De caravana. Teodoro Ciampagna, Rodrigo Guerrero y Rosendo Ruiz fueron los cineastas que inauguraron una nueva época para el cine que se realiza en Córdoba. Todo eso sucedió entre el 2003 y el 2011.
En Córdoba se siguió filmando. Todos los años se estrenan películas en salas y en festivales. La variedad sigue siendo la regla. Basta pensar el fenómeno del 2024: El escuerzo. O la extraordinaria carrera de la mejor cineasta de nuestra provincia: María Aparicio. Las nubes y Las cosas indefinidas recorrieron el mundo y también encontraron su público en nuestro país.
Variedades cinematográficas desde Córdoba
No es ninguna sorpresa que películas cordobesas estén en el Bafici, la mayoría en la Competencia Argentina. Hay comedias, dramas familiares con pinceladas de fantástico, policiales heterodoxos, retratos de infancias. No solo resultan ostensibles las diferencias temáticas. Las poéticas cinematográficas son disímiles. Es un rasgo de fortaleza de cualquier cinematografía.
La Zurda, de Rosendo Ruiz
En la competencia se pudo ver La Zurda, de Rosendo Ruiz. Es su regreso al universo cultural de su ópera prima, De caravana, pero acá ha prescindido del matiz cómico de la primera y en menor medida de la atención puesta en las diferencias de clase, a la vez que refuerza el foco en la cultura del cuarteto y la intriga policial.
La muerte involuntaria de la novia del mejor amigo de un cantante talentoso precipita un conjunto de peripecias para los dos. Al mismo tiempo, “Zurda”, el cantante, tiene que aprovechar una oportunidad para consolidarse como músico.
Ruiz filma con aplomo. Entiende muy bien cómo se filma la ciudad, comprende el ritmo en el interior de las escenas (lo que explica su predilección por el plano secuencia) y tiene buen oído para la musicalidad de la lengua. La trama tiene algo del esquematismo propio del cine de género, que Ruiz conoce y domina; los conflictos suscitados se presentan y esquivan la densidad implícita del relato, que oscila entre una amorosa liviandad y una tragedia no asumida. Del todo evidente es acá esa virtud que también tenía De caravana: los personajes están vivos y el placer de hacer cine se siente plano tras plano.
Lo deseado, de Mascambroni
Darío Mascambroni estrenó Lo deseado en la misma competencia que Ruiz. Es su tercera película, la cual confirma su predilección sobre los lazos familiares y la intimidad. Como en Primero enero, y a diferencia de Mochila de plomo, que transcurría en una ciudad, el cineasta vuelve a los espacios naturales como escenario, pero con una diferencia decisiva.
El minimalismo de su ópera prima es sustituido por una incursión en lo fantástico. Una difusa metafísica ligada a las creencias populares y quizás también al pueblo comechingón interviene en el reencuentro entre un padre y su hija, después de muchos años sin verse, en un viaje a las sierras de Córdoba relacionado con una tragedia.
El personaje de Eva Bianco, como la dueña de las cabañas en la que se hospedan, suma mayor misterio a la propuesta; la dirección de fotografía de Nadir Medina no puede pasar desapercibida.
Una casa con dos perros, de Ferreyra
Una casa con dos perros es el título de la ópera prima de Matías Ferreyra. En pleno 2001, un matrimonio con tres hijos deja el lugar en que viven y regresan a la casa de la abuela materna, donde también reside el hermano de la madre de los chicos.
No es una mansión ni mucho menos, y, en un principio, el garaje será el hábitat para el grupo familiar. Con el paso de los días, cada habitación adquiere una importancia capital. Los metros cuadrados se disputan en el disimulo, en contrapunto con el cariño y la confianza que crece entre la abuela y uno de los niños, Manuel, que observa y llega a ver lo que otros no ven.
En Una casa con dos perros también se filtra una dimensión de lo fantástico, que se confunde con la percepción de la abuela, un respiro poético, si se quiere, frente a una familia que glosa en miniatura un país en descomposición.
En competencia, también, se estrenó un cortometraje de Ana Apontes y Sol Muñoz. Nocturno circunscribe su relato a dos hermanos, niño y niña, que salen a comprar algo para cenar en un kiosco mientras su papá los espera en la cabina en la que trabaja como seguridad en un barrio pudiente de Córdoba. Con solo 14 minutos, las cineastas pueden introducir la curiosidad de los protagonistas y señalar con gran elegancia que la infancia no es la misma para todos. No lo dicen, lo muestran.
Adiós a Las Lilas, de Curletto
Fuera de competencia, en la sección llamada «Comedias», Hugo Curletto estrenó su segunda película, y en esta ocasión es motivo de felicidad, porque Adiós a Las Lilas es una comedia pudorosamente lúcida y amorosa sobre un director de cine —interpretado por el propio Curletto— que quiere hacer una película sobre su papá, quien perdió supuestamente la vida en un accidente en el Cañón del Colorado.
Lo que parece ser un documental en el inicio, porque es el director interpretándose a sí mismo, o una película sobre otra película a realizarse, en la que Jorge Marrale interpretaría al padre del director, se vuelve en sí la propia película, y cuando eso sucede ni siquiera es del todo así. Lo indecible (si es ficción o no) de cualquier representación y la relación entre el cine y la vida son sus dos vectores conceptuales. Debe ser uno de los papeles más agraciados del actor, y lo es porque toda la película está sostenida en el placer de hacerla y en el amor que puede inferirse de cada escena.
Por el Bafici pasó Camila Sosa Villada. La versión cinematográfica de su novela de título homónimo, Tesis sobre una domesticación, cambia un poco los escenarios y no es un símil de la novela, pero se mantienen las mismas coordenadas simbólicas.
Una actriz trans se casa con un abogado y adoptan a un niño con VIH. Javier Van de Couter vuelve a dirigir a la escritora, y el resultado no podría ser más favorable: Sosa Villada es una criatura deslumbrante en cada plano, una criatura deseada e indescifrable, ideal para incomodar, perfecta para que los prejuicios se desintegren ante la contundencia de su presencia.