A favor: lo mejor de nuestro país
Nicolás Lencinas
El Eternauta llegó en el momento justo. En un contexto en el que se celebra el egoísmo y lo individual, la historia creada por Oesterheld y Solano López viajó al futuro para decirle a la sociedad argentina –y al mundo– que nadie se salva solo.
Adaptada y dirigida por Bruno Stagnaro (director de obras magistrales como Un gallo para Esculapio, Okupas y Pizza, birra y faso), la trama de Juan Salvo y sus amigos cautivó al público global, y la argentinidad emergió en cada detalle de la serie para mostrar lo que somos: como país, como cultura y también como personas solidarias en medio del desastre.
En una noche de truco, Salvo (¿qué más podemos decir del brillante Ricardo Darín?) sale en busca de su familia, enfrentando la nieve tóxica que mata a todo ser vivo que alcanza.
En su camino, va allanando el paso para encontrar primero a su exesposa Elena (Carla Peterson) y, después, a su hija Clara (Mora Fisz). Aquí cabe destacar el gran papel de Peterson y su personaje conciliador y humano, que se postula en todo momento para oficiar como médica y dar, cada vez que puede, el mensaje de salvar y ayudar a todos.
En esa misma línea, sobresale Javier Troncoso como Favalli. De sus manos y su cabeza salen las soluciones tecnológicas para sobrevivir al apocalipsis y también a la amenaza permanente por la invasión.
En general, las actuaciones están muy bien, pero cada participante del rodaje comentó en notas a la prensa que Darín fue el director de orquesta que los alineó en el set.
Hasta ahora, los mayores elogios se los llevó el equipo de efectos especiales y la adaptación de la nieve en la ciudad devastada. ¿Qué mejor que ver una producción nacional con locaciones que muchos pueden transitar y visitar todos los días? En las redes se celebraron hasta las publicidades de Los Palmeras y Pedidos Ya.
Todo en El Eternauta es fabuloso. La escena de la iglesia con Mercedes Sosa de fondo mientras se prenden fuego los cascarudos es insuperable. ¡Viva la patria!
En contra: Como vivido cien veces
Javier Mattio
Nacida serial y adaptada a viscerales coyunturas de la Argentina en sus versiones de historieta, El Eternauta se presta a la profanación eterna con la seguridad de saberse clásico.
Es esa base épica que conjuga ciencia ficción, héroe colectivo y alegoría política la que alimenta asimismo la contundente serie de Netflix, de la que podría decirse que es más bien El Eternauta de Stagnaro que el de Oesterheld sin que eso opaque la actualización.
El riesgoso salto al presente es el valor de la tira, que el director de Okupas resuelve con realismo de desguace post-2001, imágenes espectaculares de una Buenos Aires apocalíptica, pulso nostálgico de rock nacional y un Darín persuasivo en su escafandra de Juan Salvo.
Toda adaptación es un punto ciego entre la fidelidad y la atribución, y en un principio ese imposible agudizado por el paso del tiempo (los cómics son de 1959 y 1969) parece milagrosamente resuelto.
Bajo su traje de superproducción, sin embargo, El Eternauta acusa altibajos que le impiden alcanzar la resonancia de la historieta. En el cómic había un sentido de la inminencia y un suspenso metafísico que se mantenía con admirable economía de medios, mientras que en la serie el efecto misterioso de la nevada se anula por el exhibicionismo catastrófico.
Los tiros y huidas acompañan esa superficie visual, que los cascarudos sellan con su factura digital. Al mismo tiempo y a pesar de apoyarse en la acción, la serie tiene bajones de intensidad hasta estabilizarse en los episodios finales del Carrefour, Campo de Mayo y el regreso en tren a Buenos Aires.
Algo parecido podría decirse del aspecto humano de la historia, donde los personajes no terminan de dibujarse (o suman rasgos innecesarios como el pasado en Malvinas del protagonista) a la vez que participan de un tironeo equívoco entre solidaridad y nihilismo (entre el “nadie se salva solo” y el “sálvese quien pueda” de la nevada neoliberal).
Y es que este es también El Eternauta de Netflix, y quedará para bien o mal atado al modelo de producción de la plataforma (El Eternauta de Breccia se publicó originalmente en revista Gente).
Como diría Salvo, “esto ya lo viví”.