A favor: un relato íntimo que desmonta al mito
Giuliana Luchetti
Hay algo profundamente revelador en que Lali: la que le gana al tiempo llegue a Netflix justo ahora, cuando el nombre de Lali Espósito volvió al centro del debate público por razones que exceden lo artístico.
Podría parecer temprano para un documental sobre su vida, pero basta atravesar los primeros minutos para entender que, más que un cierre, funciona como un racconto necesario: una recapitulación del camino que la trajo hasta acá, antes de que el ruido mediático terminara por distorsionar su verdadera historia.
La película expone lo que muchas veces se pasa por alto: Lali trabaja desde que era una niña. No vivió “del Estado”, como se insistió con liviandad desde el discurso presidencial; vivió del esfuerzo.
De los sets interminables, de las giras en combis, de las noches lejos de su familia, de la entrega total a una industria que la moldeó, pero que también la vio plantarse y decir “no”. Ese gesto, hoy, adquiere un peso político impensado. Para quienes sólo conocieron la polémica, el documental es un recordatorio de que su carrera se sostiene sobre décadas de oficio y de devoción.
A medida que el documental avanza, la vemos atravesar las zonas grises del proceso creativo: la duda, el cansancio, las risas que conviven con los silencios. Lali discute, se incomoda, defiende sus ideas aun cuando sabe que no siempre tiene razón. Hay belleza en esa fricción: en entender que el ego es parte del combustible, pero que nunca puede ser el copiloto. Su equipo la escucha, la desafía, la baja a tierra. Y ella lo agradece, porque sabe que crecer es un acto colectivo que también implica ceder.
El cierre deja una sensación cálida: la de haber visto a una artista en movimiento, consciente de su tiempo y, a la vez, en guerra con él. Humana, luminosa, contradictoria. Lali: la que le gana al tiempo es un buen documental porque inspira. Pero, sobre todo, porque recuerda que ningún camino real se hace sin mostrar las cicatrices.
En contra: Figuras intercambiables
Juan Manuel Pairone
Lali: la que le gana al tiempo es un ayuda-memoria muy interesante a la hora de evaluar lo hecho por Mariana “Lali” Espósito en estos últimos cuatro años. Si de algo no quedan dudas, es de que la suya es una trayectoria artística verdaderamente alucinante.
El documental dirigido por su primo Lautaro, y estrenado en Netflix en los últimos días, muestra en primer plano el impulso que logró su nombre desde 2022, cuando volvió a los escenarios tras dos años enfocada en su carrera como actriz, hasta este 2025 que se cierra con el saldo de cinco estadios de Vélez repletos.
La película acompaña ese crecimiento con pruebas y argumentos concretos.
El trabajo de Lali en su faceta coreográfica es deslumbrante para el ojo no habituado y el armado del Disciplina Tour desde adentro se siente tangible, real. Como la expresión acabada de las ambiciones de su protagonista.
No obstante, pese a poder atestiguar la gestación y el impacto de un ciclo virtuoso como pocos (Luna Park-Movistar Arena-Vélez entre junio de 2022 y marzo de 2023, para luego multiplicarse por cinco dos años después), el documental carece de brillo propio. Es, más bien, un ejemplo más de una tendencia reciente que ha multiplicado la oferta de este tipo en plataformas.
De hecho, en Lali: la que le gana al tiempo se advierte la presencia de Federico Lauría, mánager personal de Espósito y responsable de la agencia que trabaja junto con Duki, Bizarrap, Milo J o Nicki Nicole. Con ese dato a mano, es inevitable comparar este proyecto con Rockstar: Duki desde el fin del mundo, estrenado en octubre y con una estructura muy similar.
Para quienes quieran conocer más de las motivaciones y del trasfondo del fenómeno Lali, el documental saldará esa demanda como lo que es: un producto envasado y listo para sumar al carrito.
