A favor: Todos somos un poquito Victoria
Brenda Petrone Veliz
La segunda temporada de Envidiosa en Netflix evidencia la destreza narrativa que tuvo el equipo para construir el personaje de Victoria, interpretado por Griselda Siciliani. En la primera parte, los espectadores conocen a la protagonista y sus dilemas amorosos a través de situaciones insólitas y divertidas, ya sea con sus amigas o en el consultorio de la psicóloga.
En esta nueva entrega, sus actitudes infantiles y dramáticas tensan aún más su relación con sus pretendientes, amigas, compañeras de trabajo y familiares, y se abren otros dilemas al respecto. En cada capítulo, la protagonista incomoda al público y logra que se pregunte sobre su autenticidad. ¿Puede existir realmente alguien como Vicky? Y ahí radica el éxito de esta segunda temporada.
Tras el estreno de Envidiosa, muchos alegaron que la guionista Carolina Aguirre se basó en personas reales para construir la historia y buscaban similitudes y explicaciones que le dieran contexto real a una producción ficcional. Sin embargo, Victoria somos todos.
Ella es una construcción compleja de todos aquellos sentimientos, pensamientos, roles y mandatos que tiene la sociedad argentina sobre los vínculos humanos, específicamente los sexoafectivos y heteronormativos. Por ende, hay muchas personas con actitudes de Victoria.
Aunque a veces se hace un tanto pesada la trama, el director Gabriel Medina y todo su equipo lograron armar un personaje de aspectos diferentes y hasta contradictorios entre sí para que la gente se pudiera identificar en él desde esa misma diversidad.
No importa si Victoria tiene 40 años y cuestiona el amor romántico como si tuviera 20. Los datos no definen a sus personajes, simplemente encauzan la historia. La narrativa rompe con esta idea de basar la ficción en la realidad y brinda un producto pochoclero que además se toma la libertad de cuestionar estos estereotipos con sutileza.
A su vez, la heterogeneidad de Vicky permite dialogar subtemas con los demás personajes. Por ejemplo, con su hermana Carolina (Pilar Gamboa) desarrolla la maternidad y las formas de crianza; con Daniel (Martín Garabal) aborda la idea de seguridad en una pareja, la falta de deseo y las presiones sociales, entre otros ejemplos.
En contra: Todo a la vez en todas partes
Noelia Maldonado
La mezquindad del último capítulo de la primera temporada era la única razón por la que Envidiosa ameritaba una segunda entrega que, quizás, se podía resolver en un solo episodio.
Ahí, justo cuando la protagonista tenía que elegir entre sus dos príncipes azules –que a esa altura ya estaban bastante decolorados–, la serie ponía fin a su etapa inicial y dejaba al espectador con todas las dudas.
Lo que vino después fue un raro balance entre episodios que pasaban rápido como un dardo y otros que se hacían eternos. Fue como si los guionistas quisieran sacarse de encima algunos temas y los resumieran al pasar en una sesión de diván.
Por cierto, el recurso de la terapia, que comenzó siendo decisivo e interesante para comprender al personaje principal, deja de ser un medio para transformarse en un fin en sí mismo, como si regodearnos en ese ping-pong de preguntas inteligentes y respuestas desopilantes fuera suficiente para mantenernos atrapados en la historia.
Y ni hablar de la cantidad de cosas que la trama quiere contar, todas juntas a los ponchazos, en esta segunda entrega. Para colmo la protagonista a esta altura está más insufrible que nunca.
Sin espoilear, en esta segunda entrega se pretendieron tocar todos los temas que pululan en el ecosistema femenino por estos días: la amiga lesbiana; los partos respetados (con sus doulas); las despedidas de panza (porque decir baby shower quedó demodé); la “mapaternidad” y sus infinitos miedos, y hasta se menciona la biodecodificación tan en boga. Faltó el tarot y estaban los casilleros completos.
Da la sensación de que a los guionistas no les avisaron que vendría una nueva temporada y gastaron todos sus cartuchos en pintar con una infinita gama de colores el cuadro de la actualidad.
Sin adelantar, para no arruinar la sorpresa de quienes no la terminaron, el final nos deja dudando otra vez y no solo por la misma maniobra de la primera temporada, sino porque parece que se agotaron ya muchas instancias narrables en la vida de Victoria.
Habrá que ver si la tercera temporada propone un giro y algo de aire fresco.