Inmaterial y luminoso, el cine esconde en su espejismo final una empresa mastodóntica repleta de tensiones, percances y accidentes que nada tiene que envidiarles a artes más solidificadas. Esa asociación se encarna en cuerpo y alma en El brutalista, el tan sensible como grandilocuente retrato de un arquitecto europeo de posguerra en tránsito hacia su edificación radical que dirige el estadounidense Brady Corbet (Vox Lux, La infancia de un líder).
Nominada a 10 Oscar, ganadora de tres Globo de Oro y premiada por mejor dirección en Venecia, la película se enfoca obsesivamente en László Tóth (Adrien Brody), un arquitecto húngaro judío que huye del Holocausto a mediados de la década de 1940 para refugiarse en los Estados Unidos, donde deberá rehacer su vida desde los cimientos con la posibilidad inesperada de acoplar su incipiente estilo “brutalista” (Tóth estudió en la escuela de vanguardia Bauhaus antes de ser hostigado por los nazis) al exponencial crecimiento industrial de esa nación imperial.
Alojado en Nueva York por su primo Attila (Alessandro Nivola) y mientras espera noticias de su esposa Erzsébet (Felicity Jones) y su sobrina Zsófia (Raffey Cassidy) que quedaron del otro lado del charco, Tóth recibe el apadrinamiento financiero del acaudalado Harrison Lee Van Buren (Guy Pearce), que se queda fascinado por la reforma minimalista que el arquitecto aplica al salón de lectura de una mansión suya.
El capitalista le encarga así un proyecto abismal a Tóth, un centro comunitario de varios edificios en la región alejada de Doylestown, Pensilvania, que pasará a ser la primera obra maestra del ficticio protagonista.
La empresa idílica sin embargo se irá volviendo claustrofóbica, generando un fuerte lazo de camaradería y odio entre ambas partes, aunque para Tóth la construcción implique algo más trascendental que un simple encargo: el dar forma a una entidad duradera que pruebe su supervivencia a las ruinas de guerra.
No resulta difícil vincular esa obra desproporcionada con El brutalista mismo, que si bien costó 10 millones de dólares demoró siete años en hacerse, dura tres horas y media y se filmó en celuloide en el formato panorámico de alta definición VistaVision (que no se usaba desde la década de 1960); físicamente, el filme ocupa 26 bobinas de 70mm y pesa 136 kilos. Corbet, que ideó y gestó la película junto a su esposa y también directora Mona Fastvold, tuvo que afrontar cambios de presupuesto, localización y elenco además de una inevitable pausa de pandemia.
El esfuerzo probó ser provechoso para el director, que recibió comparaciones con Paul Thomas Anderson o Francis Ford Coppola por El brutalista consolidando una trayectoria temprana que no deja de ser una segunda vida: con solo 36 años, Corbet había sido desde niño un actor de directores de culto como Gregg Araki, Michael Haneke o Lars Von Trier, y fue al ver trabajar a estas eminencias que soñó con la idea de pasarse al banquillo de director. La conversión -fomentada en gran medida por su asociación conyugal y profesional con Fastvold- llegó con la muy bien recibida La infancia de un líder (2015), doblemente premiada en Venecia.
Fue junto a Fastvold que Corbet empezó a imaginar un próximo filme dedicado a un arquitecto, a partir del conocimiento por medio de libros de la obra del brutalista Marcel Breuer, precisamente un húngaro judío formado en la Bauhaus que se convirtió en uno de los mayores representantes del modernismo con las construcciones que erigió como migrante en los Estados Unidos. Uno de los primeros encargos de Breuer fue una iglesia excéntrica y despojada en el Medio Oeste en la que el arquitecto dejó plasmado el estado anímico de posguerra, combinación entre psicología y estructura física que El brutalista busca reflejar.
Este tipo de arquitectura también llamó la atención del realizador porque en el tiempo en que escribía el guion Donald Trump quiso tirar abajo los edificios brutalistas de Washington para reemplazarlos con obras neoclásicas. Que un estilo de mediados del siglo XX fuera aún capaz de provocar fuertes rechazos o adhesiones le resultó a Corbet una prueba fascinante de su vigencia. Finalmente, el tío del director es un arquitecto que estudió en Taliesin West, la escuela y hogar de Frank Lloyd Wright en Arizona, y el abuelo de Fastvold fue un diseñador de edificios en Noruega.
Ecos de posguerra
Pero la temática de El brutalista no involucra personalmente solo a sus creadores sino también a su actor principal, que con este filme pareciera extrañamente retomar la vida de posguerra de aquel recordado músico judío que sobreviviera al Holocausto en El pianista (2002) de Roman Polanski, que le mereció a Brody un Oscar. Nominado de nuevo a la estatuilla por su rol de Tóth, el actor neoyorquino revela una ascendencia húngara que lo acerca al personaje.
“Mi madre, Sylvia (Plachy), es una inmigrante húngara que voló a los Estados Unidos en los años ‘50s. En la década siguiente ella se volvió una fotógrafa reconocida, el Museo de Arte Moderno tiene obras suyas en su colección. Eso me hizo pensar que hay mucho de la historia de László en ella. Cuando leía el guion escuchaba la voz de mi abuelo. La idea entera de que alguien venga a los Estados Unidos para ser libre, para ser artista, y después experimente la diferencia entre la fantasía del sueño americano y la realidad; hoy tengo la vida que tengo porque mi madre atravesó todo eso”, expresó Brody a Rolling Stone.
Para Corbet El brutalista es asimismo un espejo dramático de lo que supone hacer cine independiente hoy, de las dificultades y los sacrificios que se requieren para gestar visiones que no terminan necesariamente en ganancias. “Existe una suposición del público y hasta yo la tengo de que a los artistas les va mejor de lo que les va realmente. Conozco muchas personas que actualmente aspiran a ganar un premio a mejor filme a las que les cuesta pagar el alquiler”, le dijo el director al sitio de Roger Ebert.
Y completó: “Todas estas cosas están dentro de la película; para nosotros el filme fue escrito como una suerte de exorcismo, para sacarnos estos temas de encima y poder seguir adelante. Tuvimos un periodo en nuestra vida en la que nuestro departamento se quemó, un proyecto se nos cayó, y trabajamos en un montón de cosas en las que no se nos pagó el sueldo mínimo o no se nos pagó nada en absoluto. Nos sentimos realmente explotados. Quisimos explorar entonces algo adyacente al cine, porque la arquitectura es más cinemática que el proceso de filmación, que a decir verdad es bastante administrativo. Esa no sería una película interesante”.
Para ver “El brutalista”
EE.UU., Reino Unido, Canadá, 2024. Guion: Brady Corbet y Mona Fastvold. Dirección: Brady Corbet. Con: Adrien Brody, Felicity Jones y Guy Pearce. Duración: 215 minutos. Clasificación: apta para mayores de 16 años. En cines.