La más cruda realidad puede albergar una creatividad insospechada, delirante, liberadora, tal como lo muestra Las vidas de Sing Sing, la premiada docuficción de Greg Kwedar (Transpecos, Jockey) que llega a cines. Nominada a tres premios Oscar (por mejor actor principal, guion adaptado y canción) y elogiada desde su presentación en el Festival de Toronto, la película recrea el accionar de un programa de rehabilitación teatral (el R.T.A., Rehabilitation Through the Arts) en la prisión de máxima seguridad estadounidense de Sing Sing.
Gestada durante un proceso de ocho años, la película registra la concepción de la obra Breakin’ The Mummy’s Code (Rompiendo el código de la momia), una comedia musical de viaje en el tiempo en el que caben Shakespeare, zombis, Freddy Krueger y números de rap, con la actuación de expresidiarios que participaron en el programa y con una prisión verdadera como escenario.
El célebre Colman Domingo, uno de los contados intérpretes que llegó al filme sin haber pasado por una estadía carcelaria, encarna al verídico John Whitfield alias Divine G, un preso condenado erróneamente por homicidio que se vuelve determinante para el grupo teatral por su pasada experiencia en los escenarios. El otro personaje destacado es el conflictivo Clarence “Divine Eye” Maclin, que hace de sí mismo e inicia con Divine G una amistad basada en el apoyo y la confianza mutuas a partir de su participación en las tablas.
Paul Raci, en tanto, es el incansable instructor escénico Brent Buell, que guía los ensayos de los presidiarios y es autor de un libro en el que se basó la película. En total son 13 expresos y tres actores profesionales (Colman, Raci y Sean San José) los que integran el elenco de Las vidas de Sing Sing, si bien todos cobraron lo mismo garantizando que la película no haga “extractivismo” de sus vivencias.
La vulnerabilidad, la disciplina y la colaboración en equipo con vías a un propósito mayor hacen al corazón del filme, que respalda su mensaje benéfico con la estadística de que la reincidencia en el delito de los participantes del R.T.A es prácticamente inexistente. Esto fue lo que inspiró originalmente a Kwedar a emprender la película, que supo del programa teatral al buscar en Google sobre actividades alternativas que se lleven a cabo en prisión. Y es que el director había estado filmando un corto documental en una cárcel en Kansas, donde se sorprendió al ver cómo un preso jugaba tiernamente con un perro tras los barrotes.
“¿Quién está haciendo cosas distintas en las cárceles?”, escribió entusiasmado en el buscador, que le devolvió la información sobre el R.T.A. creado en 1996 y sus obras de teatro celebradas y reseñadas en prensa. Pero lo que más le llamó la atención a Kwedar fue un artículo de la revista Esquire donde se abordaba la obra Breakin’ The Mummy’s Code, cuyo ludismo lo contagió.
Decidido a realizar una película que volviera sobre la creación de esa obra inclasificable, el realizador contactó al director teatral implicado Brent Buell, que le dijo que tenía que conocer al grupo de actuación y lo invitó a desayunar a su casa en Nueva York. Fue el inicio de un extenso proceso en el que se involucraron pronto el guionista Clint Bentley y la productora Monique Walton, y que implicó la asistencia a ensayos carcelarios de la R.T.A. para absorber cierta autenticidad.
Rompiendo códigos
Sin embargo, por más que conocieron a los personajes reales y su contexto de primera mano, les llevó tiempo a los autores entender que el guion no podía escribirse desde la mirada exterior y con actores foráneos sino junto a los presidiarios mismos, en un experimento en parte improvisado que fuera surgiendo in situ. “Confía en el proceso” es uno de los lemas de la R.T.A. que el equipo de Las vidas de Sing Sing hizo suyo, buscando ya no tanto el resultado perfecto como captar la dinámica única de esa obra que volvía a gestarse en prisión (la desmantelada Downstate Correctional Facility, también localizada en el estado de Nueva York y que hizo las veces de Sing Sing).
Para Maclin, que había cumplido una sentencia en Sing Sing por robo, volver a prisión fue una experiencia intimidante, pero el actor se abandonó al rodaje sintiendo que la historia para contar era más importante que sus emociones. Domingo, mientras tanto, que ya había sido nominado una vez al Oscar (por Rustin, el año pasado) y resultó nominado de nuevo a la estatuilla por su rol en el filme este año, se metió en la piel altruista de Whitfield evocando las épocas sombrías en que no había tenido éxito ni dinero como actor y de las que así y todo salió a flote.
De todas maneras, lo que caracteriza a Las vidas de Sing Sing es su feliz evasión de las películas carcelarias al uso, habiendo sido pensada como una mezcla improbable entre Atrapado sin salida de Milos Forman y Rebobinados de Michel Gondry. A Kwedar y a Bentley les costó en ese sentido encontrar financiación para el proyecto, ya que todos los productores les pedían más violencia o lugares comunes sórdidos vinculados al entorno. Pese a esto Breakin’ The Mummy’s Code siguió siempre guiando el espíritu jovial y a contramano de Las vidas de Sing Sing.
En una nota con el sitio Bright Wall/Dark Room, Bentley celebra “la manera en que esta obra teatral descabellada combina números musicales y de rap con un soliloquio de Hamlet, la plaga negra con gladiadores romanos y locuras así. Para nosotros como observadores externos un espectáculo de esas características nos puede parecer chabacano, pero para las personas que lo hacen es de vida o muerte. Y nosotros como visitantes, como audiencia, abrazamos esa suerte de creencia y de belleza y de pasión que ellos sienten por el trabajo que están llevando a cabo, cuestión que nos atrajo desde un primer momento. Cómo nos hace darnos cuenta que los clásicos están vivos hoy en el mundo y que pueden adoptar nuevos sentidos aun en Sing Sing, y al mismo tiempo admirar cómo el poder de algo original y desprejuiciado cobra vida”, concluye el guionista.
Para ver
Las vidas de Sing Sing. EE.UU., 2023. Guion: John H. Richardson y Clint Bentley. Dirección: Greg Kwedar. Con: Colman Domingo, Clarence Maclin y Sean San Jose. Duración: 107 minutos. Clasificación: Apta para mayores de 13 años. En cines.