Venerado como uno de los últimos grandes realizadores del cine estadounidense, Paul Thomas Anderson entrega en Una batalla tras otra el que acaso sea su filme más accesible hasta la fecha, aunque eso suene concesivo para una obra que trastoca las convenciones de la comedia, la acción y el thriller político en un despliegue maximalista rodado en Vista Vision de casi tres horas de duración.
La contemporaneidad fascista, racista y dicotómica se refleja con sutil desplazamiento en la historia de varias décadas que involucra en primer término a la pareja de activistas insurgentes formada por Bob Ferguson (Leonardo DiCaprio) y Perfidia Beverly Hills (Teyana Taylor), integrantes del grupo French 75 que tiene en vilo a las autoridades estadounidenses con sus violentos atracos y boicots.
En ese pasado vagamente retro donde aún existen los teléfonos públicos la irrefrenable Perfidia mantiene a su vez un lazo de alto voltaje con el coronel Steven Lockjaw (Sean Penn), militar que traiciona su ideología supremacista al dejarse llevar por los encantos fogosos de su enemiga afroamericana.
El ambiguo embarazo de Perfidia y su súbita desaparición disparan el drama central de Una batalla tras otra, que salta 16 años al presente mostrando a un Ferguson drogón, paranoico y desencantado que vive refugiado junto a su hija adolescente Willa (Chase Infiniti) en un mundo que ha cambiado pero que en esencia sigue siendo el mismo, y a un Lockjaw que acecha de cerca buscando a la que tal vez sea su hija biológica y prueba viviente de la gran humillación que opaca su accionar.
El vínculo filial y el trasvase generacional son así los ejes de una película escurridiza que exhibe las peores miserias humanas desde la distorsión asordinada de la comedia. Para ello se apoya en otro protagonista hilarante propio del prontuario de DiCaprio (que colabora por primera vez con Anderson), una intervención antológica de Penn como villano, un Benicio del Toro que compite en excentricidad con su reciente Zsa-zsa Korda en el rol de profesor de karate y “sensei” revolucionario y una Chase Infiniti que conmueve con su nobleza de debutante (es su primer papel cinematográfico tras haber trabajado en televisión, en la serie Se presume inocente).
Esa capacidad para la reinvención de actores, las tramas oblicuas y el registro de majestuosidad artesanal son constantes en el extraordinario cine del director que firmó Boogie nights, Petróleo sangriento y The Master, y que amparado ahora en Warner y un presupuesto de 140 millones de dólares se lanza a ampliar su audiencia y quizás a empuñar su primer Oscar.
Una batalla tras otra ya cuenta en ese sentido con elogios de Steven Spielberg, que la llamó “loca” e “increíble”.
Batallas sin tiempo
Así como el arco del filme abarca cerca de dos décadas, hace alrededor de 20 años que Anderson piensa en filmar Una batalla tras otra. Todo comenzó con el guion de una película enfocada en la persecución de coches, a lo que se sumó el interés de adaptar libremente la novela Vineland del inadaptable Thomas Pynchon (de quien Anderson recrearía luego Vicio propio) y el ánimo de retratar a una agitadora feminista.
El director bromea con que el retardo obedeció en verdad a la espera por el surgimiento de Chase Infiniti, auténtico corazón de Una batalla tras otra y en alguna medida una extensión de las tres hijas adolescentes que Anderson tiene con la actriz y comediante Maya Rudolph. Hay ciertamente una inspiración autobiográfica en la esperanzada complicidad rebelde que tiene lugar entre Ferguson y su hija mestiza, a su vez tan distintos en actitudes y aficiones (ella le oculta a él que usa un teléfono celular).
“El error está en creer que todo ha cambiado. Esta historia podría haberse contado hace 20 años. También podría haber sido narrada en la Edad Media. Podés tomar este relato y situarlo en cualquier momento del tiempo”, le dijo Anderson a LA Times, aludiendo a la vez a la atemporalidad de los inmigrantes ilegales, las protestas callejeras, las células clandestinas y las operaciones de exterminio que pueblan el filme.
“El mayor error que podría haber cometido en una historia como esta es poner a la política en el primer plano –continuó–. Eso le daría una vida muy corta. Para sostener una narración a lo largo de dos horas y 40 minutos tenés que preocuparte por los personajes y dar esos enormes virajes en torno a sus arcos emocionales y propósitos y a los motivos por los que amás u odiás a tal persona. Tales cuestiones no pasan de moda nunca. Pero tampoco lo hacen el fascismo ni las personas que joden a otras. Desafortunadamente eso tampoco cambia, así somos los seres humanos”.
“No es que esté tratando de disminuir lo que está pasando hoy, pero lo que estoy tratando de decir es que lo peor de todo es que no va a dejar de suceder. Podés mirar atrás 20 años y encontrarte con las mismas imágenes. Hay artículos en los diarios de hace 100 años que muestran eventos semejantes. Sería egoísta de nuestra parte pensar ‘mirá lo que está ocurriendo, nunca había visto algo así antes’”, concluyó el realizador.
Para ver Una batalla tras otra
EE.UU., 2025. Guion y dirección: Paul Thomas Anderson. Con: Leonardo DiCaprio, Sean Penn y Benicio Del Toro. Duración: 161 minutos. Clasificación: Apta para mayores de 16 años. En cines.