Lo peor que se puede hacer con una animación como Moana 2 es aprobarla por el simple hecho de que “técnicamente” es intachable. Y cómo no lo va a ser si es de Walt Disney Animation Studios, empresa que pone toda la plata del mundo en cada uno de sus productos para no fallar en los aspectos técnicos, justamente.
Pero el cine no es sólo el rubro técnico, sino más bien la historia que se cuenta y cómo se la cuenta, los personajes, la trama, el sentido de la acción, de la aventura, del drama o de la comedia, y la capacidad de una película para dialogar de manera original con la tradición a la que pertenece, sin reducirse a fórmulas aplicadas en piloto automático.
La historia de Moana 2 marcha con cierta tranquilidad burocrática hasta el final porque es pura fórmula, con leves golpes dramáticos para manipular las emociones del espectador más chico y con una técnica por momentos hermosa, llena de colores y efectos especiales vívidos, que hacen más llamativos, naturales y fluidos los movimientos de los personajes y las coreografías musicales.
Las razones por las que Moana 2 es una película regular
Sin embargo, esta secuela de la de 2016, dirigida por David G. Derrick Jr. y codirigida por Jason Hand y Dana Ledoux Miller, no tiene nada destacable, más allá de que, claro, los más pequeños la van a disfrutar igual porque, a pesar de no estar al nivel de la anterior (que tampoco era para tanto) o de los mejores exponentes de aventuras de Disney, la película cumple con una medianía relativamente satisfactoria.
Esta vez, Moana recibe el llamado de sus ancestros para ir a romper el hechizo de la isla de Motufetu (donde convergían los distintos habitantes de las islas aledañas), condenada a las profundidades del océano por Nalo, el dios de las tormentas. Y para recuperar la isla y restablecer la armonía social, la joven heroína de la Polinesia reúne a un pequeño equipo para que la acompañe en la peligrosa aventura: Kele (un malhumorado agricultor), Loto (una habilidosa ingeniera naval) y Moni (un musculoso experto en comunicaciones), además del cerdito Pua y del gallo Heihei.
Este reducido grupo de aventureros cumple con algunos (pocos) gags efectivos, pero está bastante desaprovechado porque los directores los hacen hacer números musicales que terminan cansando, entre otras piruetas sin sentido que no aportan nada a la trama, que tiene momentos de aventura sin demasiada adrenalina y paisajes un tanto lisérgicos para los más chicos.
Da la sensación de que las escenas musicales están para disimular la falta de ideas de la película, en la que las verdaderas adversidades no aparecen nunca, salvo cuando se encuentran con la tribu de piratas Kakamora y con esa isla con forma de almeja gigante en la que está atrapado Maui, el semidiós de tatuajes con vida propia que, luego de liberarse, se suma a la tripulación para ayudar con el objetivo.
El gran problema de Moana 2 tiene que ver con la estructura narrativa de las animaciones de Disney, en las que siempre es un solo personaje el que va a salvar a toda una comunidad o pueblo, como si Disney pretendiera inculcarles a los niños una supuesta individualidad heroica, que puede salvar a todos.
Moana es la elegida que reafirma esta fantasía individualista, inmersa en una aventura sin riesgos, sin novedades, sin nada que se salga de la fórmula preestablecida.
Para ver “Moana 2″
Estados Unidos/Canadá, 2024. Animación, aventuras, musical. Dirección: David G. Derrick Jr., Jason Hand y Dana Ledoux Miller. Guion: Jared Bush y Dana Ledoux Miller. Con las voces (en la versión original subtitulada) de Auli’i Cravalho, Dwayne Johnson, Hualalai Chung, Rose Matafeo, David Fane, Awhimai Fraser, Khaleesi Lambert-Tsuda y Temuera Morrison. Música: Abigail Barlow, Emily Bear, Opetaia Foa’i y Mark Mancina. Duración: 100 minutos. Apta para todo público. En cines.