Esta semana se conoció que la serie argentina Envidiosa está entre las más vistas de habla no inglesa en la plataforma Netflix, lo que llevó a la productora de Adrián Suar a anunciar una segunda temporada.
Como si esa no fuera una buena razón como para “chusmear” de qué se trata este éxito, se suman otras: grandes actores y actrices de la comedia argentina y un relato que pretende ser el espejo de una buena parte del mundo adulto (y no solo de las mujeres).
En mi caso, debo decir que, a priori, detesté el tono grotesco con el que se plantean los personajes al inicio. La exageración le quita verosimilitud, y la linealidad de los protagonistas le resta profundidad a la historia. Concluí que se trataba de una nueva novela de Suar, pero esta vez en plataformas.
Vi los dos primeros capítulos y la odié profundamente. Luego, la dejé descansar algunos días y volví sobre la ficción solo para preguntarme qué es lo que la hace tan atractiva y qué refleja del estado actual de cosas como para que muchas personas (sobre todo mujeres y feministas) estén buscándole la punta a ese hilo para poder desovillarlo entre todos.
Algunos apuntes para pensar
Para poner en contexto a quienes no la vieron, Envidiosa muestra a una mujer que acaba de cumplir 40, se separó de su novio con el que llevaba una década en pareja (y la promesa de una familia), y tiene que volver al ruedo porque no soporta la posibilidad de estar sola.
Desde el primer segundo de la serie sabemos que Victoria (Griselda Siciliani) haría cualquier cosa para conseguir esa foto perfecta con la que soñó desde chica: un varón (y no cualquiera sino uno capaz de proveer una buena prepaga), hijos y una casa en un country. Esa es su idea de la felicidad. Sabemos también, porque la serie lo recalca a cada momento, que la apura el reloj biológico.
Lo primero que podemos señalar es que la serie claramente tocó una fibra sensible, de allí su éxito. Hubo artículos que la ensalzaron como una nueva bandera del feminismo y otros que la criticaron justamente por no estar a la altura de las discusiones feministas, por clasista o por estar completamente escindida de la crisis actual.
Personalmente, valoro que el tema vuelva a estar en cuestión (en tensión dirían algunos), que se vuelvan a señalar los hilos de los mandatos que indican que tener marido e hijos (no importa a qué costo) es mejor que no tenerlos. Sin embargo, Envidiosa se queda sin aire en medio de esa carrera.
El guion hace recaer sobre Victoria (que, por cierto, es tan narcisista que por momentos exaspera) todo el peso del amor romántico sin ofrecer contexto.
Se explicita que detrás de sus acciones de envidiosa y de su poca empatía, hay un padre abandónico. Y sí, lo hay, pero no se explica cómo llegó ella hasta el punto de la exageración, ya que su hermana sufrió los mismos traumas y resolvió hacer de su vida algo completamente distinto.
¿Acaso no es el contexto social el caldo de cultivo para que afloren estos mandatos?
La relación con sus amigas (y lo que refleja la serie de ese tema) es bastante desconcertante. Sabemos que las envidia profundamente porque tienen lo que ella no, pero, ¿las quiere o las detesta? ¿Cómo es que pasa de hablar pestes de ellas a llorar porque siente que las quiere como a nadie?
Envidiosa intenta reflejar un universo femenino, pero se pierde la oportunidad de complejizarlo. La amiga estupenda (serie disponible en Max) sí logra, por ejemplo, mostrar los pliegues que tiene este vínculo tan complejo que hace que pueda haber amor y rencor por partes iguales. Envidiosa, en cambio, se queda en escenas de chicas que pegan gritos agudos de “felicidad” cuando una se prueba un vestido de novia.
Por otra parte, se necesitaría muchísimo tiempo para poder analizar lo que esta serie refleja de las app de citas a las que califica básicamente como un “outlet” al que van a parar todos los rotos que no tienen pareja.
El lado lleno del vaso
Pese a los personajes estereotipados, a sus casas y departamentos completamente decorados, a los looks de modelo que llevan casi todas en Envidiosa, la serie al menos nos deja preguntas.
En tiempos de redes sociales que reflejan lo mejor de nosotros, mientras en paralelo crece la desigualdad y la pobreza, la envidia es sin duda un “pecado” a la orden del día. Y hablar del tema con honestidad, sin dudas, viene bien.
Además, mientras se enarbola la palabra libertad como premisa para todo, no está de más demostrar que hay decisiones que no se toman libremente, que hay un marco, una presión, una jerarquía tácita en muchas de las acciones que acometemos.
Por último, aunque Envidiosa no llega a profundizar en casi ninguno de los temas que propone (y banaliza la mayoría de ellos), sí demuestra que hay un quiebre de época.
Mientras algunos valores van quedando vetustos (y otros demoran en aparecer) muchas personas entran en crisis porque sienten que perdieron ese norte.
No se trata de decirle a nadie cuál es el norte (y qué debe desear), sino más bien de explicitar por qué deseamos lo que deseamos y qué de eso tiene carácter sistémico.
Lo personal es político y, aunque lo sepamos racionalmente, muchas veces es difícil actuar en consecuencia. Envidiosa brota en esa tierra fértil, en esos grises, y por eso es tan exitosa.
La serie no profundiza, ni da respuestas, pero al menos deja interrogantes en el aire y eso, en tiempos de retrocesos, ya se considera un avance.
