Es difícil pensar en Charo López -en su cara, sus gestos, sus miradas- y no tentarse por algún recuerdo particular vinculado a su oficio de comediante multiplataforma.
Quizá por su fanatismo hacia Dillom viralizado en clips de Instagram o TikTok; o por su reciente parodia al negacionismo libertario en Gelatina; o también por alguna de las escenas que protagoniza en División Palermo. Las opciones se multiplican pero el nombre es el mismo. “Charo”, como se la conoce ya sin necesidad de hacer referencia a su apellido, es el comodín que une esas diferentes manifestaciones. Y también esas distintas formas de vivir la risa.
Este sábado, la multifacética actriz volverá a pisar un escenario cordobés con alguno de sus proyectos. A un año exacto de su llegada con el unipersonal Mi amor, López vuelve a presentarse en formato dúo. En este caso será con Un barco llamado Loperman, espectáculo en el que unió fuerzas con Adrián Lakerman.

“Hace muchos años, por suerte, que voy a Córdoba. Siempre las ganas y la inquietud de hacer cosas nuevas van generando orgánicamente propuestas”, reflexiona la artista. “Y Loperman viene de los últimos años en los que estuvimos haciendo el pódcast Un mundo maravilloso, con Adri (además de Alexis Moyano y Martín Garabal). Empezamos a encontrar ganas en común de hablar de la comedia, del armado, y ahí se formó Loperman y acá estamos”.
Sobre la dinámica del show, en la que López y Lakerman funcionan como un tándem complementario, la actriz profundiza: “Es un poco como lo divertido de cuando alguien te pasa la receta de lo que estás comiendo. Es divertido ver el revés de la trama de lo que te hace reír”.
“Uno por lo general llega a la risa sin ningún tipo de lógica, que es un poco más lo que hago yo, y Adrián es el que te va contando la receta de lo que va pasando. Y por lo menos a mí eso me parece muy divertido. Se trata de eso: de entender y de reírnos también del porqué nos reímos o por qué necesitamos saber de lo que nos estamos riendo”, reflexiona López.
–Venís habitualmente a Córdoba. ¿Qué sentís al estar un poco más cerca del público local que te sigue por las redes y el streaming, y que quizás no te tiene tan a mano?
–No sé. Para mí, Córdoba siempre estuvo muy cercana. Parte de mi familia es de allá. Mi papá, mis tíos, tengo primos, mis abuelos cordobeses. Siempre estuvo muy presente el humor cordobés, la forma, la cultura. Entonces creo que eso me da una afinidad y un respeto regrande. Para mí ir a Córdoba no es como ir a otra provincia. Siempre me pongo más nerviosa porque sé que son muy graciosos y no se los puede hacer reír con cualquier cosa. Siempre me genera una tensión especial.

Mejor, acompañada
Algo que caracteriza a Lopez es su habitual enlace virtuoso con otros colegas. Además del caso de Lakerman, se puede rastrear esta característica en proyectos como Persona (colectivo estandapero formado junto a Malena Pichot, Vanesa Strauch y Ana Carolina), la serie web Cualca y uno de sus más recientes hits: Qué olor!, programa radial/de streaming y espectáculo itinerante desarrollado junto a Noelia Custodio.
Semanas atrás, la dupla volvió a Gelatina (martes de 16 a 18) y comenzó una nueva etapa en su crecimiento como estandartes de un humor que trasciende pantallas y también las ha convertido en referentes de la comedia y la improvisación en estado puro.
“Hacer Qué olor! es como andar en bicicleta. Es algo que por ahí estuvo detenido un año pero nos volvimos a ver con Noli y en un minuto ya estábamos como siempre. También nos conocemos hace más de 10 años y ya está, hay un código establecido. También la gente respondió muy rápido y todo fluyó. Todo está muy intacto. Así que ahora nosotras, la curiosidad que nos trae el retorno es ver qué encontramos de nuevo, qué se queda de antes, qué nos sigue acompañando. Estamos como ordenando la casa quinta”, dice entre risas.
–Siempre tenés buenos “partenaires” y compinches. Te sale naturalmente, ¿no?
–A mí me gusta mucho compartir escenario con otras personas. De hecho, en Mi amor, que es el unipersonal, yo estoy sola arriba del escenario pero tengo un equipo grande abajo. Trabajo con una coreógrafa, con Manu Calmet que hace la parte audiovisual y hay videos superprotagonistas arriba del escenario, el productor. Es todo como… nunca estoy muy sola, nunca soy muy cabeza de la compañía. Me gusta que haya otra mirada, opiniones. No sé, me aburro sola.
–Eso hace que también te pruebes en diferentes formatos: unipersonal, “streaming”, series y películas. ¿Sentís esa necesidad de movimiento permanente?
–La verdad es que yo tengo algo muy incorporado que es que muy rara vez a un trabajo le digo que no y todo lo que me sale trato de hacerlo. También hay una necesidad económica de pagar el alquiler y todo eso, y me fue llevando a tener que tocar varios instrumentos a la vez. Pero también, cuando estoy más tranquila económicamente tengo ganas de trabajar igual así que es algo medio mentiroso (risas).

–Tu lugar en Gelatina también implica un diálogo permanente con la actualidad. ¿Cómo te enfrentás a esa realidad tan compleja desde el humor?
–Por suerte en Gelatina tengo un espacio que es el que me da Pedro y todos mis compañeros de la mesa. Pero principalmente Pedro a mí me deja decir cualquier cosa y un poco el juego es ese. Soy medio como el Guido Kaczka de Sofovich (risas). Nada, soy un payaso que aparece una vez por semana a decir estupideces y hay un juego muy lindo. Me siento muy cómoda trabajando en ese rol también. Los que saben de política son mis compañeros, yo por ahí opino como alguien más ignorante, desde un lado más emocional o por lo que siento. Con los candidatos y con todo. Tengo la libertad de decir lo que pienso de cada uno y por suerte cualquier cosa es contenida después por ellos que la tienen clara y le pueden dar marco al chiste. Es interesante el ejercicio. Siempre que termina el programa me voy contenta.
–¿Pensás en el hecho del oficio de la comedia en un país como el nuestro? ¿Cómo te llevás con ese privilegio y esa responsabilidad como figura pública?
–Yo no siento que tenga una responsabilidad. Siento que responsables son los políticos, el Estado, los cirujanos. Yo de última lo que puedo hacer es un mal chiste, que salga mal o alguien no se ría, o que alguna persona se enoje. Yo puedo generar alguna emoción, que al otro día nadie se acuerda o por ahí si alguien se rió mucho de algo lo puede seguir recordando. Pero yo no siento que tenga ningún tipo de responsabilidad. La comedia tiene eso de tratar de romper la realidad y a veces te sale bien y otras veces te sale mal. Pero tenemos la suerte de que si nos sale mal un chiste, el daño es muy efímero. Por eso, yo no comparto mucho esa militancia de las viuditas que se quejan de que no se puede hacer humor o no se qué, de no poder hacer reír o decir tal cosa. Hay una solemnidad con la comedia, “oh, mirá lo que dijo”. De última, creo que hay gente que realmente tiene poder para hacer muchísimo daño, irreversible, que no somos los comediantes.
–¿Cómo sigue tu año y este 2025 con novedades en varios frentes?
–Sigue Qué olor! y Gelatina todo el año, por suerte. Estamos planeando algunos especiales de comedia para el canal, estamos en proceso de escritura. Y ahora en mayo arranco con el rodaje de una peli, que parece que está muy buena así que estoy muy contenta con eso. Se viene el estreno de División Palermo, en junio o julio, y después tuve una pequeña participación en El barro, que es la continuación de El marginal pero de mujeres. Así que chocha, bárbara, muy contenta.
Para ir
Charo López y Adrián Lakerman presentan Un barco llamado Loperman este sábado a las 21 en Studio Theater (Rosario de Santa Fe 272). Entradas en desde $ 16 mil más cargo por servicio en Alpogo.com.