Culminó la 15ª edición del Festival Internacional de Teatro Mercosur que desplegó en la provincia más de 100 funciones con producciones internacionales, coproducciones y actividades de formación.
En tiempos difíciles, Córdoba sostuvo así uno de sus hitos culturales más significativos. Durante nueve días, se llenaron las salas de la capital y del interior provincial. Las obras, talleres y charlas que circularon permitieron experiencias de disfrute, pensamiento crítico y cruces artísticos. La programación generó el encuentro con otros territorios, reflexiones y memorias.
El cierre estuvo a cargo de la presentación de Muerde de Buenos Aires, con la intensa interpretación de Luciano Cáceres, en el nuevo Teatro de La Reforma, en Ciudad Universitaria, una gesta alentadora.

En estas jornadas, fueron muchas las propuestas que se destacaron.
Por ejemplo, Flota, Rapsodia santafesina, de la Compañía Hasta las Manos (Santa Fe), realizó dos funciones en el Teatro La Cochera. Trajo un trabajo hipercreativo sobre un cuidado casting de materiales y objetos con los que arman distintos personajes para contar una historia real: la inundación de la ciudad de Santa Fe en el año 2003.
Esta obra tiene el desafío de contar lo sucedido y lo hace construyendo un archivo afectivo y documental que pone al alcance del espectador. Así, implica al público y lo coloca en un espacio distinto al de observar: hasta la sala se convierte en un centro de evacuados.

Por su parte, Seré, de Lautaro Delgado Tymruck y Sofía Brito (CABA) presentó en Sindicato de Maravillas un trabajo escénico de excelencia a partir del testimonio de Guillermo Fernández en 1985 durante el Juicio a las Juntas sobre su secuestro y fuga del centro clandestino de detención llamado Mansión Seré.
Aquí prospera entre el público la experiencia de conocer muy de cerca la historia y como el trabajo actoral nos envuelve. Si bien, la temática es muy fuerte, la propuesta trae matices, esperanza y un perspicaz humor. Un gesto valiente a todas luces, en medio de un contexto que niega e invisibiliza los actos de terrorismo de estado de la última dictadura militar. Sin dudas, un acto necesario de memoria y resistencia.
Otras de las destacadas de la escena nacional, es El Brote de Compañía Criolla con Roberto Peloni en escena (CABA), que colmó las dos funciones en el Teatro Real. Su propuesta lanza una crítica aguda a la relación actual entre el público y el teatro, y a ese delicado vínculo que se eleva o aplana según la época entre los artistas y los espectadores.
Con un ritmo sostenido y un humor inteligente, la obra recorre interpretaciones de piezas del repertorio clásico mientras el actor se multiplica en escena: encarga una variedad de personajes desdoblándose en voces y gestos que revelan su oficio.
Desde esa metamorfosis constante, el montaje reniega del teatro de museo, sin alma ni riesgo y el actor como simple repetidor. En su lugar celebra la vitalidad de un teatro vivo, que se pregunta por su propio sentido y por la mirada del otro.

Desde la escena internacional, la producción AZIRA’I: Un musical de memorias (Brasil), se destacó por poner en escena una labor sonora impecable, una historia de gran sensibilidad. Encarnada por Zahy Tentehar, una actriz indígena, que atravesó al público con su voz y su carisma.
La obra resultó especialmente interesante porque puso en escena a una mujer indígena que invitó a hablar al público en su lengua materna Zengueté, algo significativo en estos tiempos, ya que contribuye a visibilizar, las lenguas y los modos de vida de las poblaciones originarias.
Su relato no es romántico: también señala las contradicciones de ese mundo, como las dificultades para sobrevivir en una sociedad que aún les margina.
Entre las obras locales seleccionadas que tuvieron dos funciones estuvieron Los monstruos van debajo de la cama, de Natalia Buyatti con dirección de Camila Murias, que tiene la gran virtud de incomodar al espectador. Una incomodidad que no es gratuita, no provoca por provocar, sino que abre sentidos.
Con un mensaje potente, la obra da voz a las víctimas de abuso, resuena justamente por eso, porque es real. Desde una poética logra transformar el dolor en fuerza y al mismo tiempo enfrentar con crudeza esto que sucede en miles de hogares.

Un festival que piensa en su público
El FIT Córdoba Mercosur reafirmó así una convicción: el público es el eje de toda curaduría. Sostener una programación implica también cuidar las trayectorias, las obras que siguen resonando más allá del estreno, las voces que todavía nos interpelan. Esa mirada amplia permitió que convivieran en la grilla las propuestas más experimentales con aquellas que reivindican la potencia de lo clásico o lo popular.
En cada función, en cada charla, el teatro demostró su poder de convocatoria y su capacidad para generar comunidad. Porque el festival no es solo una suma de obras: es un estado de ánimo colectivo, una celebración del impulso que mantiene viva a la escena incluso en los tiempos más difíciles.
El FIT en números
Fueron 9 días, donde se programaron 52 producciones que completaron 110 funciones en 45 espacios escénicos de más de 20 localidades de Córdoba. Trabajaron cientos de personas, entre artistas, técnicos, productores y periodistas.