En El cazador y el buen nazi Jean Pierre Noher es Simon Wiesenthal, un curtido “cazador de nazis” que un día de 1975 recibe en su oficina a Albert Speer (Ernesto Claudio), el ministro de armamentos de Hitler. ¿Qué se dijeron? ¿De qué hablaron víctima y victimario de uno de los eventos más trágicos del siglo XX?
La obra podrá disfrutarse a las 21 en el teatro Ciudad de las Artes, el sábado 31 y el domingo 1° de junio.
Jean Pierre Noher es un actor único por donde se lo mire. Nacido en Francia pero con el corazón bien puesto en Bariloche, el actor mezcla influencias de muchas culturas diferentes para lograr interpretaciones únicas.
Tras protagonizar la película Un amor de Borges, interpretando al prolífico autor argentino, tuvo un inesperado éxito en Brasil. Esa bomba lo llevó a participar de infinidad de novelas brasileras, como Avenida Brasil, La fiesta y Partes de Mí.
De nuevo en la Argentina, participó recientemente en varias producciones famosas como “Maradona, sueño bendito”, donde interpretó a “Guillote” Cóppola, o “El amor después del amor”, donde interpretó al agente André Midani.
Los últimos cuatro años viene interpretando a Wiesenthal en teatro, y narra que todavía tiene mucho para dar de este personaje que lo interpela personalmente.
–¿Qué podés contarnos sobre la obra?
–Es una obra que, por suerte, con mucho éxito, venimos haciendo ya hace cuatro años, con Claudio, mi compañero. Trata del encuentro entre el famoso cazador de nazis Simon Wiesenthal, que llevó ante la justicia a más de mil criminales nazis. Y Albert Speer, un jerarca nazi, que zafó de la pena capital en el Tribunal de Nuremberg, valiéndose de su sagacidad e inteligencia. Igualmente estuvo 20 años preso. El autor de la obra, Mario Diament, además de dramaturgo fue periodista durante mucho tiempo; incluso trabajó para revista Gente. Le hizo un reportaje a Simon Wiesenthal. Allí conoció los pormenores de este encuentro particular que tuvieron víctima y victimario en 1975, en el centro de investigaciones que tenía Simón en Viena. Mario escribió está obra con un diálogo muy fuerte que no deja de tener humor, porque eran personas muy irónicas. Es una obra muy ágil y fuerte, que no deja de tener emoción y que por supuesto rescata la memoria, la verdad y la justicia.

–¿Cómo te sentís al interpretar a Wiesenthal?
–Cuando leí la obra, sentí el deber moral de hacerla. Mi historia personal y familiar tiene mucho que ver con ella. Lamentablemente no conocí a mis abuelos paternos porque fueron asesinados en las cámaras de gas de Auschwitz. Mi papá a los 13 años escapó vestido de monaguillo de un campo de concentración. Es una historia que suelo relatar cuando termina la obra y le cuento al público un poco por qué la hago. La historia me atraviesa fuertemente a mí y a mi familia. No creo mucho en las casualidades, pero increíblemente el director Daniel Marcove no sabía de esta historia cuando me convocó. Incluso yo hacía muy poco tiempo que me había enterado de cómo había sido la historia personal de mi viejo.
–¿En tu familia no se hablaba mucho de esto?
–Sabíamos que mi papá había huido vestido de monaguillo del campo de concentración, pero nada más. Entonces una periodista me contacto desde Francia, y me preguntó si yo tenía algo que ver con Rolf Patrick Noher. Le dije que soy el hijo y me contó que él es uno de los 108 chicos que fueron salvados del campo por unos curas cristianos. Ellos encontraron un vacío legal que decía que los chicos huérfanos no podían ser deportados. Entonces algunos padres (no todos), entregaron a sus hijos a estos curas, que los fueron repartiendo entre familias cristianas. Entre ellos estaba mi papá. Me siento interpelado principalmente por la necesidad de no olvidar, de rescatar la historia del olvido y de hacer un ejercicio de memoria para que estas cosas no vuelvan a suceder.

–¿Creés que está reflotando el antisemitismo en el mundo?
–Sí, está más que claro. Hay persecución en todo el mundo, pero no solamente de antisemitismo. También hay persecución de género y de todo tipo. También avanzan los gobiernos de ultraderecha en diferentes países de Europa, donde realmente hay persecución. Gobiernos con tendencia nazista y discursos xenófobos; no solo contra los judíos. No es algo que descubro yo, es algo que está sucediendo, y que no podemos ponernos una venda y no observar lo que está pasando. Lo que nunca dejó de pasar nunca en realidad, porque nunca se abandonó completamente el antisemitismo.
–¿El rol de quitarse la venda lo tiene el teatro?
–El teatro siempre ha tenido esa tarea, siempre ha sido movilizador. Como todas las artes, siempre ha tratado de que el público haga sus reflexiones y descubra sus sentimientos. Yo creo mucho en esa posibilidad. Es muy sano que como espectador se pueda reflexionar, cuando se lee un libro o se ve una película.
–¿Qué balance podrías hacer de estos últimos cuatro años interpretando la obra?
–Lo más lindo que tenemos es que con Ernesto somos como hermanos de la vida. La posibilidad de estar trabajando juntos es algo hermoso. Después, lo que provoca la obra en el público es hermoso. Es muy emocionante, más allá de algunos momentos de humor. No quiero contar mucho, pero sí pienso que estaría bueno que el público cordobés pueda ver esta obra porque Córdoba también fue refugio de nazis. Está bueno que eso se vea, principalmente ahora que salieron a la luz multitud de documentos que narran la llegada de los alemanes al país. De eso se habla también en la obra, de la captura de nazis en países latinoamericanos. Es interesante hacer ese ejercicio de memoria, para que nada de esto vuelva a suceder.
Para ver
El cazador y el buen nazi, con Jean Pierre Noher y Ernesto Claudio. Sábado 31 y domingo 1° de junio, a las 21 en el teatro Ciudad de las Artes. Entradas en autoentrada.com.ar y boletería de la sala.