El telón del teatro El Nacional en Buenos Aires se levantó el 20 de marzo para recibir a La cena de los tontos, la clásica comedia del dramaturgo francés Francis Veber. Esta versión, dirigida por Marcos Carnevale y con las actuaciones de Laurita Fernández, Martín Bossi y Mike Amigorena, revitaliza una obra que fue adaptada incontables veces en cine y teatro. Ahora, la puesta, basada en la traducción de Fernando Masllorens y Federico González del Pino, mantiene el espíritu agudo y satírico de su versión original.
Desde su estreno en 1993, La cena de los tontos se convirtió en un fenómeno teatral y cinematográfico, con adaptaciones que incluyen la película dirigida por el propio Veber en 1998, e incluso una versión teatral argentina del 2000 con Adrián Suar y Guillermo Francella como protagonistas. La historia gira en torno a una cena que un grupo de intelectuales organiza semanalmente, en la que cada invitado debe llevar consigo a la persona más “tonta” que pueda encontrar, con la cruel intención de burlarse de ella. Sin embargo, en esta ocasión, los roles se invierten y quien parece más ingenuo resulta ser el más perspicaz.
El sello de Marcos Carnevale
En un encuentro con La Voz, Carnevale compartió su visión sobre la obra y el desafío de darle su toque personal. “En general, si tenés una impronta muy personal, teñís todo lo que hacés con eso. Si no la tenés clara, si sos ambiguo, es muy probable que termines copiando, imitando. Pero no considero que ese sea mi caso”, afirmó con determinación.
El director de origen cordobés destacó la exigencia técnica de la pieza y el nivel de disciplina que requiere de los actores. “Es una comedia que exige rigor, disciplina, precisión, y está quedando superbién, estoy muy contento”, aseguró.
En relación con el límite del humor en una era de alta sensibilidad social, uno de los temas más discutidos actualmente, Carnevale defendió la necesidad de la comedia como espejo crítico. “La comedia siempre es una tragedia de la que uno se está riendo. Si no existe esa tragedia, ese conflicto negativo, no hay historia”, señaló. Y agregó: “Creo que el arte puede colaborar mucho en pos de mejorar la vida de los humanos y poner en escena lo incorrecto para después señalar que eso es incorrecto”.
Tres actores, tres estilos
El elenco de esta versión es una mezcla de talentos diversos que logran un equilibrio armónico en el escenario. Bossi, conocido por su trayectoria en el humor y la imitación, se enfrenta en esta obra al desafío de interpretar un personaje que lo aleja de su faceta de showman. Carnevale explicó: “Le levanté la cuarta pared y ya no puede frentear”, en referencia a la técnica de interacción directa con el público que Martín suele emplear en sus espectáculos.
Por su parte, Fernández asume el reto de interpretar a dos personajes, lo que implicó un proceso creativo minucioso. “Nos sentamos con Laura a diseñar uno de los personajes y le dimos la forma, lo vestimos, le dimos un carácter, una personalidad. Y después fuimos al opuesto para que se distingan”, detalló el director.
Amigorena, con una vasta experiencia en teatro y cine, aporta su carisma y timing cómico a la ecuación. “La combinación de lo distinto hace bien interesante a esta obra, porque también la propuesta de los personajes es esa: ser distintos”, reflexionó Carnevale.
Humor con trasfondo
Más allá de las carcajadas, La cena de los tontos es una obra que invita a la reflexión sobre el juicio ajeno y la manera en que se establece la línea entre la inteligencia y la estupidez. “El que hace bullying, en este caso porque es uno que se ríe de otro, termina dándose cuenta de que es un estúpido por hacer eso”, comentó Carnevale.
En un mundo donde las redes sociales amplificaron la cultura de la cancelación y el señalamiento, la obra cobra una relevancia especial. “Hoy está ocurriendo algo peor que en los ochenta: los mismos haters que critican lo políticamente incorrecto son los que están en las redes diciendo cualquier cosa de cualquiera y cancelando gente”, concluyó el director.
El desafío actoral y el amor por la historia
Para los actores, interpretar una obra con tantas versiones previas representó un desafío y una motivación. Fernández reveló que, antes de los ensayos, se sumergió en las distintas adaptaciones para estimularse. “Soy alguien a quien le gusta mirar para entender diferentes tonos, pero no para encerrarme en una manera”, explicó, y luego agregó: “Quería entender por qué todo el mundo hablaba de esta obra como una comedia tan divertida y como llegó a ser el éxito que fue. Vi todo eso y me entusiasmó”.
Amigorena, en tanto, destacó que fue no solo la obra, sino el equipo humano que se involucraría, lo que lo convenció de regresar al teatro: “Me ofrecieron otras obras y dije que no, hasta que apareció esta y dije ‘Lo tengo que hacer’”.
Por su parte, Bossi destacó el aprendizaje que implicó encarar un personaje tan desafiante: “Aprendí a escuchar al otro en escena, a no depender solo del público”.
Así mismo, se deshizo en elogios hacia Carnevale por cómo el director lo empujó a mejorar. “Pensé que era buen actor, pero me di cuenta de que no. Él es un gran director que me transforma. Me lleva a lugares desesperantes porque me pone incómodo y no hay nada más bendito para un actor que sentirse incómodo a los 50 años en un escenario”.
“Que venga un señor como Carnevale a los 50, que ya creo que recorrí todo, y me diga ‘No sabés nada’, me desnuda y me doy cuenta que, efectivamente, no sé nada. Eso es maravilloso. Para mí es maravilloso”, sentenció Martín, emocionado.
Un banquete teatral para no perderse
La cena de los tontos se puede ver de viernes a domingos en El Nacional (av. Corrientes 960). Las entradas se pueden obtener a través de la página web de Plateanet o en la boletería del teatro.