Se viene la nueva obra del Teatro Minúsculo que potencia la creatividad disparatada que nos tiene acostumbrados y la madurez de su trayectoria en un momento en que el mundo parece ir en picada a toda velocidad.
“A mí me divierte mucho encontrar el disparate en lo cotidiano”, dice Jorge Monteagudo en diálogo con La Voz, al ser consultado sobre qué fue lo que más disfrutó al escribir su nueva obra. Una frase que bien podría funcionar como brújula de su escritura.
“Surgió la idea de trabajar con los mundos que aparecen en nuestras improvisaciones, pero trasladarlos a un espectáculo de otra factura, donde se tengan en cuenta otros aspectos, donde puedan ingresar otros ingredientes. Queríamos desarrollar más los personajes y las situaciones. Ya estamos grandes: aparecen otras necesidades y otras condiciones” dice Jorge, con esa claridad amable que sostiene toda la charla.

La invasión de los terraplanistas sensibles amantes de las teorías conspirativas aplicadas a lo largo de un cúmulo de eventos inconexos e inconcebibles y que cuando llega el cataclismo final todo resulta ser la peor pesadilla de Galileo Galilei.
Sí, ese es el título completo. “Una pieza conspirativa del Teatro Minúsculo donde el cataclismo es tan inminente que a la sinopsis la incluimos en el título”, comunica el grupo su próximo estreno.
El Teatro Minúsculo lleva más de dos décadas creando desde la improvisación y la mirada crítica y desde entonces sigue sosteniendo su modo de producción cooperativa y horizontal. Irrumpieron en el paisaje under cordobés con un trabajo que hace de la improvisación su eje central, desandando cientos de piezas teatrales en la búsqueda de nuevos lenguajes y cruces de estéticas.

También, y luego de la pandemia, presentaron dos espectáculos donde se parte de un texto dramático previo: Elíptico – máquinas de supervivencia (2022) que se presentó en un gimnasio y Othilio, el Mozo del Venecia, una comedia oscura sobre Otelo de Shakespeare (2023) para un espacio teatral convencional.
“Es un signo de esta época, llevado al extremo. Se vuelve un poco peligroso”, advierte Jorge al hablar de la proliferación de teorías conspirativas. “Hay tantas versiones: desde que la Tierra es plana, que los dinosaurios no existieron, hasta que hay una élite que intenta controlarnos. Leí muchísimo sobre esto y, en un momento, tuve que frenar: no podés abarcarlo todo. Es como si cualquier teoría fuera válida aunque no tenga una sola prueba. Ese caos de ideas también está en la obra.”
La acumulación de discursos, de ideas, datos, teorías que no paran de aparecer, es también parte del juego. La invasión de los terraplanistas sensibles es una búsqueda de acopio de información que se vuelve materia dramática. “Me interesaba cómo esos discursos podían filtrarse en los personajes y definirlos. Puse en escena a tres personajes con tres posiciones distintas sobre el universo. Y en ese indagar, me encontré releyendo a Galileo. Me encanta pensar qué les pasaría a estos personajes después de esta aventura, cómo seguirían después.”
“La obra también habla de la soledad. De cómo en esta era tan individualista nos vamos olvidando de lo colectivo. Desplegamos ese mundo hasta las últimas consecuencias. ¿A dónde nos lleva todo esto? Esa es la pregunta que late.”

“Aparece un tono de absurdo, aunque no hacemos chistes” aclara Jorge. “La situación en sí ya es entre graciosa y terrible, el humor atraviesa la obra como solemos hacer nosotros”.
“A veces las propuestas tienen distintas capas, y que signifique lo que pueda para cada uno”, dice Jorge. “Algunos se conectarán más con un aspecto, otros con otro. El teatro, de algún modo, es una exposición dolorosa de la realidad. Cada espectador podrá ver ahí cuán perdidos estamos… y ver qué le pasa con eso.”
Monteagudo no romantiza el oficio: “Yo pienso más bien en negativo. No creo que el teatro vaya a cambiar nada. Estamos en un momento donde nuestra actividad está siendo bombardeada, y hacer teatro es un acto de resistencia poética. A veces también pienso que todo, a la larga, cae. Pero no nos queda otra cosa más que esto. Cada tanto digo: ‘no hago más teatro’, pero al final es la única actividad que, más allá del placer personal, puede aportar algo a alguien. Siempre lo digo: no creo que vayamos a cambiar nada haciendo esto… pero seguimos.”
Catástrofe informativa y cuerpos en escena
-¿Cómo llevar todo ese universo conspirativo al campo teatral y generar un espacio de puro juego escénico?
–Nos permitimos ajustar el texto en función de como lo pide la escena, el texto es una arquitectura para sostener el trabajo expresivo, y después vamos viendo que piden los actores también. Trabajamos con los materiales que surgen de la propia escena y se vuelve al texto para que quede fijado. Le damos lugar a los materiales que surgen, probar cosas, no tomamos mucho tiempo para experimentar, vamos directo a lo que queremos hacer.
La dirección está a cargo de Liliana Angelini, una decisión grupal que esta vez la ubicó al frente de la puesta. Su mirada imprime una dinámica de juego escénico que sostiene la palabra y potencia la expresividad. “Muchas cosas se revelan en los ensayos, y muchas otras, en la vida compartida”, dice Jorge, dejando ver cómo la intimidad de la pareja también enriquece el proceso creativo. “Como nos conocemos estamos alineados con los sentidos que buscamos, pero respetamos los roles y espacios”.
En lo sonoro, la música original está a cargo de Enrico Barbizi, histórico colaborador del grupo, que en esta oportunidad no toca en escena, como suele hacerlo improvisando en vivo, si no que compone desde otro lugar. Su trabajo se orienta más a lo representativo, a los climas, incluso a lo fantástico.
La iluminación, diseñada por Agustina Charras, responde también a esa lógica de construcción en equipo. Aunque el texto sugiere algunas marcas dramáticas, el diseño lumínico dialoga con el planteo de la dirección y termina de modelar una escena que se sostiene en múltiples capas.
Para Jorge, esta obra significó un desplazamiento respecto a lo que venían haciendo. “Hasta a nosotros nos resulta novedosa”, dice. Y lo expresa con una mezcla de entusiasmo y cansancio: “Nos tiene agotados, porque tiene muchas cosas la obra”.
El foco está en la expresividad de los actores: Marcelo Arbach, Gonzalo Dreizik y Carlos Lima. A medida que el proceso avanzaba, la pieza se volvía más compleja y eso también los entusiasmaba. “Ellos son muy profesionales y el trabajo tuvo muchas instancias. Es muy creativo. El juego está abierto y los actores dialogan con el material.”
Y si hay algo que se sostiene a lo largo de todo el proceso, es el disfrute. “A mí me divierten mucho. Verlos en escena y ver cómo se divierten ellos”.
“Está el planisferio abierto sobre la mesa”, bromea Jorge, y con esta obra nos invita a mirar nuestro mundo absurdo y contradictorio... y a dejarnos sorprender.
Para ver
Jueves 24 y viernes 25 de julio, a las 21. Sindicato de Maravillas, Libertad 326, Córdoba Entradas en Antesala.com.ar y en Al Pogo.
Ficha
Actúan: Marcelo Arbach, Gonzalo Dreizik y Carlos Lima
Dirección: Liliana Angelini
Dramaturgia: Jorge Monteagudo
Diseño sonoro y música: Enrico Barbizi
Diseño de iluminación: Agustina Charra / Teatro Minúsculo
Colaboración en vestuario: Caro Vignolo
Fotografía: Seba Six
Diseño gráfico: Santiago Guerrero
Una producción de Teatro Minúsculo