El jueves pasado se entregaron los https://www.lavoz.com.ar/espectaculos/escena/se-entregaron-los-premios-siripo-2025-ikapo-fue-elegida-como-la-mejor-obra/, edición 2024-2025. El primer galardón entregado en la sala Carlos Giménez del teatro Real fue para Juan Iñaki (con participación de Jenny Náger) por el diseño sonoro de La madre del desierto, obra escrita por Ignacio Bartolone y dirigida en su puesta cordobesa por Mery Palacios. El premio se convirtió en un reconocimiento y en un signo auspicioso para la reposición de la pieza, que el público podrá disfrutar los sábados de abril en el mismo lugar (pero en la sala Azucena Carmona).
La madre del desierto estrenó en El cuenco en julio del año pasado. Los actores y los productores del proyecto Adrián Azaceta y Carolina Britos fueron los impulsores de contar esta historia inspirada en la de la Difunta Correa. Para ello, convocaron a la directora Mery Palacios.
Desde la misma sinopsis, la propuesta es profundamente atractiva: “La Madre del desierto propone una mirada del mito de Deolinda, la Difunta Correa, como una mujer que se arroja al llano sanjuanino en huida, cargando con ella a su hijo pequeño, el Bebo Puraleche. Investida de comicidad, ironía y devoción popular, la obra atraviesa la identidad nacional y el deseo, con la muerte y la vitalidad susurrando melodías al paisaje. Este aliento caluroso de las voces de madre e hijo torsiona la lengua y la historia, y las hace desierto en los cuerpos del pasado que vuelve, siempre vuelve”.
¿Cómo resistirse? Además, cabe ocupar un párrafo para relatar una pequeña anécdota de la directora: “Cami (Camila Sosa Villada) tiene una historia con ‘la Deolinda’. Sus padres fueron a pedirle trabajo y tres meses después nosotras estrenamos Carnes Tolendas. Eso fue en 2009. Después, Cami hizo El cabaret de la Difunta Correa. Me pareció que ahora me tocaba a mí rendirle homenaje”.

De cualquier forma, fueron los actores y el texto quienes convencieron a Mery. Tras recibir su propuesta, los invitó a su casa en Salsipuedes para que le leyeran, muy acertadamente en medio del monte, el libro: “Cuando escuché esa poesía… el texto es tremendo, es precioso, con muchos ribetes. Además, sentí inmediatamente una fuerte química entre ellos dos que después efectivamente se ve en escena, cuando interpretan a esa suerte de unidad de mamá y bebé, y la obra va contando cómo se empiezan a separar. Me pareció que había una gran posibilidad de poesía ahí, es una obra muy paisaje, describe desde la palabra y desde una sensibilidad al desierto que abre. Te convoca más allá de ‘la Deolinda’”.
Comenzaron a trabajar entre los tres y de a poco fueron incorporando al proceso al resto del equipo, gran parte del cual ya se había sumado antes de que tuvieran a la directora: “Fuimos tratando de componer esta obra-paisaje. También como ofrenda. Tuvimos la oportunidad de ir a San Juan a pedir permiso a la Difunta Correa. Después, durante las funciones fuimos juntando deseos y yo volví a llevárselos”.
Poesía, paisajes y preguntas
“Caro y Adrián encontraron fibras muy vibrantes de su expresividad y encontraron cómo entrecruzar esa manera de decir con las palabras de ese texto precioso. La obra te lleva de un lado al otro, te hace pensar. Está muy mezclada la historia de la Difunta Correa y de nuestra identidad nacional, de nuestra patria, es para hacerle preguntas también a esa construcción. Hay virajes políticos, éticos, morales, que invitan a odiarnos, reírnos y cuestionarnos. Hay algo de mítico y de concreto, están la sed, el delirio y también el desierto, el calor, los caudillos”, desarrolla Mery.
También es un componente importante el humor: “Dura más de una hora y ya desde el principio queda planteado una especie de grotesco, un diálogo entre la madre y el hijo, que es un bebé en pañales. ¿Qué se desprende de ahí? De una situación teatral que está clarísima, aun así la obra va encontrando una manera particular de narrarse y hasta cuestionar el teatro dentro del teatro”.

Mery destaca el trabajo de los actores, que han sido “grandes colegas en escena”, y de todo el equipo. En cuanto a lo musical, halaga una canción que compusieron Juan Iñaki y Jenny Náger, y que considera que es “para sacarle un disco a ‘la Deolinda’”. También iniciativas desde esa área para con los actores: “Trajo propuestas para que Carolina y Adrián cantaran, así que hay momentos en los que cantan o recitan. Juan llama desde lo musical a cierto ímpetu actoral”.
Mercedes Chiodi y Agustín Betbeder están a cargo de la luz, escenografía y vestuario, y la directora destaca también ese trabajo “porque la historia transcurre a lo largo de todo un día, y fue un desafío reflejar eso desde esas áreas”.
Para ver
La madre del desierto. Sábados de abril, a las 20.30, en el teatro Real, sala Azucena Carmona. Entradas en autoentrada.com y en boleterías del teatro.
Dramaturgia: Ignacio Bartolone. Actúan: Adrián Azaceta y Carolina Britos. Música original en vivo: Juan Iñaki. Vestuario y escenografía: Agustín Betbeder. Luces y escenografía: Mercedes Chiodi. Diseño de Arte gráfico: Jolpher Campos y Carolina Britos. Dirección y fotografía: Mery Palacios. Participación especial: Jenny Nager.