Entre el abanico de propuestas para esta temporada teatral en Carlos Paz 2025, hay una que destaca: Cuervo, el límite es el agua, obra de Sebastián Raspanti y Florencia Boasso que se escapa de las salas y se desarrolla, justamente, en el agua. Más precisamente, en un velero sobre el lago San Roque.
Sobre el velero, Sebastián, en la piel de Máximo Buonafortuna, un abogado que el público va a conocer en un momento muy complicado (por decir poco y no hacer spoiler) de su vida.
La pieza, escrita por Raspanti, nace de su deseo de “explorar” de esta manera los universos que lo atraviesan: el actor es también abogado y un apasionado de la náutica. No es su primera inmersión en estos mestizajes, un ejemplo de ello es su programa EntreVelas, charlas a la deriva, en el que se combina lo audiovisual, la entrevista y la navegación.
“Máximo Buonafortuna es un personaje y varios a la vez, que quizás el espectador puede hasta llegar a reconocer. Es un abogado, pero podría ser un contador, un empresario también, o muchos otros. Yo lo que hago es hablar de lo que sé. Conozco del mundo jurídico, entonces quería narrar este derrotero de un personaje con un pasado turbio, que está escapando por algo. Todos los condimentos son condimentos jurídicos. Es todo lo contrario a un héroe, su historia lo hace estar en una circunstancia muy particular. Y el público va descubriendo eso paulatinamente”, adelanta.
Una obra en el agua
Cuervo, el límite es el agua, fue declarada de interés cultural por el gobierno de Córdoba, por ser “una innovadora propuesta en la que el espacio escénico trasciende los espacios tradicionales”, por “la calidad artística de su dramaturgia y la creatividad de su puesta en escena”, y otras razones que saltan a la vista al ver o vivir esta obra-experiencia.
Raspanti recuerda que el proceso de escritura fue largo. Boasso se sumó después a esta que es “una aventura más” que viven juntos en el arte y en la vida (son también pareja hace muchos años).
A la obra la presentaron hace tres años en sala, también con ella en la dirección, y ahora llega la oportunidad de hacerla como deseaban, aunque con más complejidades que las esperadas.
“Es una complejidad absoluta desde lo náutico, porque ya lo teatral tiene lo suyo. Fue complicado lograr todos los permisos. Por otro lado, el velero no tiene electricidad, tiene 12 voltios. Entonces, la puesta de luces es un tema. Después, ver la distancia a la que va a estar el velero del barco con el público, anclarlo, que no se nos mueva... Es una complejidad de puesta impresionante. Pensarla y conseguir todo lo necesario. Pensar en el viento, en qué pasa si el viento cambia en medio de la función, que puede pasar”, explica Boasso.
Además, darle “una vuelta de rosca” para convertirla en una “experiencia” que sea “cuidada y personalizada a la vez”. Los espectadores ven la obra desde el Crucero Arquímedes, un catamarán a metros del velero Expedicionario, y con auriculares. Mientras, disfrutan de la barra con sommelier a disposición.
Boasso, quien tiene una amplia trayectoria en lo escénico (por ejemplo, como parte de la Comedia Infanto-Juvenil), resume: “Hace mucho que hago teatro y nunca viví una experiencia como esta, realmente tan compleja pero tan linda a la vez”.
Entre el escenario y el velero
Con todo, la obra parece ideada para encajar a la perfección con la temporada carlospacense, pero no fue necesariamente así. Raspanti desarrolla: “Siempre pensé el velero como escenario de diferentes cosas. La obra está pensada para cualquier espejo de agua. La idea es que sea peregrinable, que se pueda llevar de puerto en puerto”.
Cabe pensar en cómo ello amalgama la vida de la pareja con su trabajo teatral. Juntos, han navegado por el Río de La Plata y la costa uruguaya.
Ante la consulta, Boasso reflexiona sobre el vínculo de pareja y el de directora-actor: “Es un desafío separar el oficio de lo personal. Es el primer trabajo que hay que hacer a la hora de trabajar la escena. Trabajamos de sol a sol y a veces hay que decir: ‘Bueno, paremos, comamos, charlemos de otra cosa’. A la hora de dirigir, Seba es muy receptivo, tiene una capacidad de escucha muy grande y recibe muy bien todas mis indicaciones. También, al haber mucho cariño, eso es un plus que hace que todo sea más amoroso”.
Por su parte, Raspanti suma: “Ella me está dirigiendo y yo actuando y a la vez estamos coproduciendo. Constantemente estamos en esto. Cuando faltaban dos meses, quizás uno se pelea, surgen cosas, porque estamos juntos 24 horas trabajando. Pero cuando se va acercando el estreno, uno sabe que no puede pelearse. Uno descubre que ya todo va para adelante, y bueno, empieza a limar y pulir. Pero además tenemos la particularidad de que nos llevamos bien. Y Flor como directora me da mucha seguridad tiene una mirada muy interesante y me habilita procesos actorales que me alimentan”.
Para ver
Cuervo, el límite es el agua. Estreno: 4 de enero. De jueves a domingo a las 21.30. En Crucero Arquímedes, Avenida Umberto Illia 600, Villa Carlos Paz. Entradas disponibles en www.cuervoteatro.com.ar. Idea, dramaturgia y actuación: Sebastián Raspanti. Dirección: Florencia Boasso. Producción: Raspanti y Boasso.