Lizy Tagliani entra al diario radiante y con celular en mano. En medio de las fotos, responde mensajes y entre risas le da algunas directivas a su amigo Gonzalo Bussetti y al agente de prensa Maximiliano Pita, que no le pierden pisada para que se sienta a gusto y acompañada en todo momento.
Esa imagen deja en claro muchos aspectos de la vida laboral de la actriz: profesionalismo, consagración, actitud, impronta, humor y amistades incondicionales. En diálogo con La Voz, Lizy se distiende y empieza a desandar algunos momentos de su lado más personal, ese que se refleja con cariño y autenticidad en las redes sociales.
A 10 años de su debut en calle Corrientes, la comediante apuesta por la temporada de verano de Villa Carlos Paz y el 20 de diciembre estrenará su obra Lizy, sí quiero! en el teatro Bar de la ciudad serrana.
El espectáculo (que cuenta con la participación de Johanna y Matías Ortiz, la pareja de baile ganadora de Got Talent Argentina 2023) hace un recorrido emotivo por la vida de la conductora, incluyendo anécdotas desopilantes de sus exparejas; momentos impactantes con su mamá Celestina Gallardo; su actual matrimonio con Sebastián Nebot; la llegada de su hijo Tati a sus vidas; entre otros sucesos.
“En la parte amorosa hablo de un porcentaje mínimo de otras conquistas que he tenido. Son muy pocos porque, si fueran todos, la obra empezaría el 20 de diciembre y terminaría el 5 de marzo sin cortes. No tengo el concepto ‘chongo’, o quizás sí, pero tiene que estar disfrazado de amor. Sí vos te vas de mi casa, el primer mensaje que recibís es: ‘avísame cuando llegás, amor’. No importa si te conocí recién. Hasta los 53 que me casé fue así. Necesito que haya un vínculo, aunque sea mínimo, pero de amor”, exclama divertida.
La fuerza de la familia
Días antes del estreno, Lizy ya tiene prearmada la logística familiar. “Me iba a quedar con Tati en Villa Carlos Paz, pero nosotros estamos afianzándonos como familia. Su lugar de pertenencia, su casita, tiene que ser un vínculo muy sólido. Cambiarlo en menos de seis meses es un montón”, deduce.
Por eso, su hijo viajará a las sierras unos días y pasará más tiempo allí cuando Nebot salga de vacaciones. Igual, según la entrevistada, todo puede ir mutando a medida que pasen los días y en función de cómo se sienta el niño.
“Es un trabajo de mucho amor. Tati tiene un vínculo muy intenso con Sebastián, entonces es lindo que sigan por ese lado y se quede en casa con él. A Seba le genera una felicidad enorme. Conmigo obviamente que también. Vive preguntando por mí. Si voy a la panadería, dice: ‘¿Mamá fue al teatro?’. De alguna manera sabe que mi vida no es tan organizada como la de su papá”, resume.
Tagliani asegura que no tiene prejuicios al momento de hablar con Tati de lo que sea. “No soy de exagerar ni asustarme. Lo que lo que surja, lo hablamos”.
–¿Vos les contaste tu historia personal o esperás que te pregunte?
–Es muy chiquito todavía, pero sí vamos charlando algunas cosas. Cuando pasamos por el colegio al que fui yo, le cuento y le muestro mis fotografías de chiquita, pero no le agrego más información. Claramente no soy yo, él ve un niño chiquitito, pero no dice nada. Ahora, cuando ve esas fotos, me reconoce y dice “mamá”. En algún momento, va a ver quién es su mamá y de qué se trata ser mamá. Él convive con muchas mamás del colegio y entre sus compañeritos seguramente van a aparecer preguntas, pero no me adelanto. Trato de que lo viva con total naturalidad, que pueda resolverlo dentro de lo que pueda y yo lo acompañaré con lo que sienta. Estoy escribiéndole un cuentito con personajes para contarle desde el amor un montón de situaciones, para que cuando empiece a descubrir ciertas cosas tenga una respuesta amorosa de la situación. Que haya una verdad romantizada, sin mentiras, pero que no sea cruel para la infancia. La radiografía de eso sucede después.
–Lamentablemente en el mundo sigue existiendo la transfobia y en particular con la maternidad. ¿En qué medida te impacta?
–Mi forma de cariño pasa por reírnos y decirnos barbaridades desde el humor. Entonces, no me afecta para nada. Lo que a mí no me gusta es el concepto “transfobia” porque la palabra “fobia” me da a patología. A las fobias no las podés manejar, pero el odio sí, eso se puede construir y modificar. Es un trabajo que hay que hacer, pero que no tiene que ver con estar de acuerdo. Hay un montón de cosas de las que no estoy de acuerdo, sin embargo las tengo que respetar. Es fundamental entender que el otro tiene las mismas posibilidades de vivir esta vida que le tocó como quiere, como sienta o como pueda. No me puedo meter en la vida del otro. Eso también tiene que ver con el concepto de libertad que tengo. La libertad para mí es infinita. Ahora, como no estás solo en el mundo, ese freno te lo ponés vos para que el otro pueda ejercer su propia libertad. No existe una norma, existo yo mismo.
Humor y muerte
Con los años, Lizy fue creciendo en el mundo mediático y pasó de ser una humorista más a la figura central de un canal entero. “Ni Marley ni Santiago del Moro ni Telefe son más importantes que yo. Telefe trabaja para mí”, suelta con ironía en el ping-pong para las redes de La Voz.
Aun con todos esos cambios, su esencia nunca cambió. “Soy lo más genuina y verdadera posible, no es que me inventé un personaje para ir a la tele y después no lo podía sostener. Y las historias también son las mismas. Las que más me divierten son las de mi infancia, las de la inconsciencia de no saber para dónde ir y las de la muerte”, revela con simpleza.
Y agrega: “Tengo debilidad por la muerte. En el momento es doloroso, pero cuando veo las muertes de mi familia a la distancia, la de mis seis padres, la de mi mamá o la de mi abuela, te empezás a reír porque es anecdótico. Es como si fuera Scary Movie 3. Así se viven las muertes en mi familia. ¡Pasa de todo!”.
Quienes la conocen o siguieron su carrera desde el principio saben que Lizy tiene un humor picante que puede no ser para todos los gustos. Sin embargo, tal y como lo explica, la mayoría de las veces ella hace comedia con sus propias vivencias, y si es con sus amigos hay códigos preestablecidos que no le hacen daño a nadie.
“Si yo no puedo contar mi vida como quiero, te puede gustar o no, pero es mi vida. No voy a contarla como vos querés. Después, cuando uno quiere cruzar una barrera y pensás que está todo bien con el otro, pero lo lastimás, es un error. El humor es un juego que se juega con dos juguetes. Cada uno tiene que tener una parte de eso, si no es hiriente. El humor puede ser muy hiriente. Yo tengo una amiga con la que nos decimos barbaridades y la pasamos superbomba porque es la manera que tenemos de conectarnos, pero no puedo usar ese mismo lenguaje con todos”, explica.
El emotivo recuerdo de Lizy con su amiga “la Floppy”
Inmediatamente, se le viene a la mente la relación con su amiga “la Floppy”, quien falleció en julio de 2020 tras batallar contra la leucemia. “Fui muy feliz con la Floppy. Nadie me conocía más que ella”, asegura con los ojos llorosos.
En plena pandemia, Lizy tuvo que hacerse cargo de la salud de Floppy, en compañía de la hermana de ella. En el marco de esa terrible situación, optó por mentirle a la mamá de su amiga sobre lo que estaba pasando porque si iba al hospital corría el riesgo de contagiarse.
“Le inventamos que la Floppy estaba haciendo un tratamiento para adelgazar y en el medio se termina muriendo. Me tuve que hacer cargo de los trámites y de hablar con la mamá. Yo no era la protagonista, sino la familia. Su mamá no sólo estaba afrontando una pérdida, sino también con una mentira piadosa, pero supercruel. Pero fue para protegerla a ella”, señala.
“Con todo eso, yo viví como si la Floppy se hubiese hecho una lipo. Lo sufrí, pero no lo podía exteriorizar porque me parecía que había muchas personas más importantes que yo para ese dolor. Un día, me levanto y me doy cuenta que ya nunca más la iba a tener conmigo. ‘¿Ahora qué me pongo, qué hago?’, pensé. No tenía nada resuelto porque ella me hacía todo, no por divismo sino porque me había adoptado como un papá, una mamá o una hermana. Ese día sentí que se había ido una parte mía fundamental y hermosa”, añade.
Otra de las muertes que tuvo un alto impacto en la vida Lizy fue la de su mamá Celestina, quien ocupa un rol clave en el guion de Lizy, sí quiero! “No hay nada en este mundo que me guste más que enaltecer a mi mamá. Ha hecho tanto por mí que no puedo no nombrarla y es con lo que más me costaba amigarme”, revela.
Y luego añade: “Siempre fui feliz, aún en medio de las peores tragedias que pasábamos. El hambre fue lo más ‘divertido’, un ruido en la panza comparado con otras cosas que vivimos. No recuerdo ser triste o infeliz y eso era mi mamá. Ella decía ‘a comer’ y ponía lo que ahora llaman ‘brusquetas’ con el pan que le sobraba al almacenero. Hacía tostadas, le ponía aceite, un poco de orégano y esa era nuestra comida, pero nunca me dijo ‘no tenemos para comer’. Entonces nunca supe que no teníamos. Yo fui una niña tan feliz que de grande veo para atrás y me pregunto: ‘¿Cómo alguien como mi mamá pudo haber sobrevivido a todo esto?’”.
Peluquera de profesión
Entre mate y mate, la actriz confiesa que su trabajo sobre el escenario siempre fue “salir a conquistar al público” y que eso lo aprendió cuando trabajaba como peluquera y artista en dos boliches LGBTIQ+.
“Yo salía a hacer un show para gente que no me quería. Iban a tomar algo o a bailar y de repente se cortaba la música y salía yo o la transformista de turno. Empezabas a hablar y a nadie le importaba, vos tenías que buscar cómo atrapar esa atención. Ese es un ejercicio que tengo muy aceitado. No me interesa que no me vengan a ver, yo salgo a conquistar cada noche al público. Ahora sé que la gente me quiere y me viene a ver porque me hice conocida. Pero mi energía siempre es esa, salir y conquistar”, reconoce.
Para 2025, Lizy ya confirmó su presencia en Pop Radio 101.5 (con quienes hará el programa en vivo desde Villa Carlos Paz) y renovó contrato con Telefe, esperando que sea bajo la conducción de La peña de morfi junto a Diego Leuco. “Nos fue muy bien con Diego, quien por suerte es un gran intelectual y me ayuda a salir de todos los problemas”, reconoce con gracia.
Aún con todo el éxito y la popularidad recogidos en el teatro, la radio y la televisión, Lizy afirma que por sobre todas las cosas ella es y siempre será peluquera de profesión: “Yo soy una gran artista del mundo del espectáculo justamente por haber sido una peluquera tan chusma. Con mis clientas compartí todo. Hemos reído y llorado. Pensá que atendí desde gente con cáncer que venía a pelarse hasta mujeres que gastaban plata sin que sepan los maridos. Pasé por cosas muy divertidas, pero también muy tristes”.
Para ver
Desde el 20 de diciembre, Lizy Tagliani presenta su obra Lizy, sí quiero! en el teatro Bar (Av. General Paz 27, Villa Carlos Paz). Las funciones serán de miércoles a domingo a las 21.30 (excepto el día del estreno que la obra es a las 22 y los domingos, a las 21). A partir de la segunda semana de enero, funciones de martes a domingo. Entradas a la venta por la página web de Edén entradas a $ 31.400 (el precio incluye gasto por servicio).