“En los años 80, la maestra rural Ilda Caresani es entrevistada en un programa de radio, en el cual narra cómo fue su llegada al pueblo Esperanza y su misión de alfabetizar a un grupo de familias de obreros del ferrocarril. Caresani relata que no solo toma la responsabilidad de crear la primera escuela, donde niños y adultos se educan, sino que además es quien comienza a gestar el nacimiento del pueblo. A través de su voz veremos las vicisitudes de la creación de una ciudad con todas las dificultades para comenzar de cero. Esta cautivadora obra nos invita a reflexionar sobre el poder transformador de la educación y la determinación humana en la construcción de un futuro esperanzador”.
Esa es la prometedora sinopsis de Mi Pueblo Esperanza, obra de la plataforma de creación Isótropa Teatro, que se podrá disfrutar el próximo fin de semana en el teatro Real.
Germán Falfán González, uno de sus dramaturgos, directores y uno de los dos actores en escena (todo junto con Cristian Germán Cavo), cuenta que la idea nació, de alguna forma, mucho antes que ellos: su madre (también de nombre Ilda) se egresó del Garzón Agulla y con apenas 19 años comenzó a trabajar como maestra rural, y también una tía de Cristian.
“Fue un trabajo de mucha investigación. El proyecto surge con la idea de rendir homenaje a las maestras rurales. Y a esta profesión, a la docencia. En un segundo plano, también al ferrocarril argentino como algo que permitió el crecimiento y el avance”, expresa.
Germán explica que, con ganas de hacer una obra juntos con Cristian, se pusieron a dialogar y así, casi naturalmente, salieron a la superficie las historias de maestras que habían escuchado desde niños en su familia. Ese diálogo, de alguna manera, se trasladó a lo que se ve en escena: la maestra (a pesar del nombre, un personaje ficcional basado en los relatos de sus respectivas familias y otros docentes) y el periodista radial Catulo.
Un pueblo en miniatura
Pero el recurso de la entrevista radial es sólo el principio: “Cuando reunimos toda la información y empezamos a escribirla, empezamos a determinar los nodos que queríamos abordar, que siempre partían de historias reales, de hechos reales, a los que después, con licencia poética, les agregamos algunas aristas, para enriquecerlos y que nos permitan ensamblar y avanzar en la línea dramatúrgica. Uno de los primeros problemas que enfrentamos es que éramos dos y que la historia era larguísima, y cómo hacer para condensar en una obra que dure una hora diez, que es lo que dura hoy en día. ¿Cómo mostrar el crecimiento del pueblo, la llegada de la maestra, la llegada del cura? Ahí es que llegamos a este formato que tenemos de una radio de pueblo”.
“Junto, trabajamos con una escenografía que son maquetas, maquetamos un pueblo, un pueblo de época. Con los objetos comenzamos a contar la historia. La obra hace saltos temporales, va y viene. La radio está anclada en los años 80 y después se viaja en el tiempo, con diseño de luces, para mostrar lo que sucede a partir de ese juego de objetos y de maquetas”, agrega.
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También hay proyecciones: “Hay un juego con las sombras y no necesariamente iluminamos con las nuevas tecnologías de las luminarias de la sala, nos abrimos a otros recursos para el relato de las luces y la sombras. Trabajamos con un proyector de diapositivas muy viejito, para quedarnos en esa línea estética de los años 80. Todo eso está generado desde la misma escena. Catulo, el operador de la radio, a su vez opera luces en vivo, llevando el juego técnico al escenario”.
Tanto la temática, profundamente arraigada en nuestra historia, como la puesta en escena, la hacen apta para todo público: “No hay absolutamente nada que el niño no pueda apreciar. La obra aborda un universo plástico riquísimo que el niño, que por ahí no capta un dato histórico, se engancha con algún arquetipo que le llama la atención. Es tan plástica la obra, hay tantas maquetitas, hay un tren que pasa, ese objeto que se mueve constantemente. Hemos logrado un universo poético hermoso y las familias que van con sus hijos salen maravilladas”.
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Cabe destacar que la obra recibió varias nominaciones a los Premios Siripo 2024, los premios provinciales de teatro, y se llevó el galardón a nada más y nada menos que mejor obra. Además, es parte del ciclo del Instituto Nacional del Teatro de programación de obras independientes a lo largo y ancho del país. Estará el 26 en la sala La balsa, pero esas entradas, gratuitas, ya se han agotado.
Para ver
Mi pueblo Esperanza. Viernes 28 de febrero, sábado 1 y domingo 2 de marzo, a las 21.30 en la sala Azucena Carmona del Teatro Real (San Jerónimo 66). Duración: 75 minutos. Entradas: $ 9500, disponibles en autoentrada.com y en boletería del teatro
Dramaturgia, dirección y actuación: Cristian Germán Cavo – Germán Falfán González. Asistencia de dirección y general: Soledad Vidal. Diseño sonoro: Guillermo Ceballos. Diseño escenográfico: Germán Falfán González. Diseño y realización de vestuarios: Eugenia Careaga – Stefanía Fragherazzi. Realización escenográfica: Germán Falfán González. Asistencia en realización escenográfica: Valentín Fonseca. Diseño gráfico: Milagros Centeno. Diseño lumínico: Germán Falfán González. Producción: Isótropa, Teatro de Impulso – La Balsa Teatro