Otra vez un programa de streaming (y otra vez de Olga) quedó en un incómodo “fuera de juego” por un momento de canchereada al aire, en el que se rompieron los límites entre la intimidad, lo privado y la sexualidad, solo por el afán de tirar “contenido” divertido y con onda.
Para poner en contexto: todo sucedió en el programa Sería increíble que conduce Nati Jota, acompañada de Homero Pettinato, Damián Betular y Eial Moldavsky.
Fue este último quien hizo un relato pormenorizado de una anécdota narrada en primera persona y presentada como un hecho real que le había sucedido en el año 2021.
Ahí, con lujo de detalles, fue desmenuzando cómo empezó una relación con una “actriz verificada”, cómo fueron las primeras citas y sus primeros encuentros íntimos, y cómo esta chica sumamente famosa le dijo que tenía que irse a grabar una serie a España por ocho meses y que lo invitaba, “todo pago”.
Mientras el también filósofo iba desgranando su historia estratégicamente, casi como si estuviera siguiendo por la cucaracha la suba del rating, sus compañeros iban tirando más leña al fuego, celebrando la anécdota y afirmando que la chica en cuestión era Lali Espósito.
Era casi como una charla de asado pospartido de fútbol con alguien en un grupo de varones haciendo alarde de una vieja conquista.
El pequeño problema era que no estaban en un club, sino en un programa en uno de los canales de streaming de mayor audiencia, y hablando de una persona pública (Moldavsky en ningún momento negó cuando le hacían referencia a Lali).
En esta era de recortes y fragmentos que vuelan por redes, la historia se viralizó rápidamente. Lo que décadas atrás hubiera quedado como algo que se dijo al aire al pasar, ahora seguirá disponible por siempre en la web, multiplicando su alcance.
Mientras en la mesa nadie lo notó, imbuidos en ese clima de estudiantina entre canchera y superada, en las redes empezó un repudio generalizado por lo que estaban haciendo.
Más aún, viniendo de quien venía. Moldavsky forma parte de cierta progresía cool que muchas veces, de forma consciente o no, terminó ubicada en un “púlpito” desde el que dictaron cátedra sobre el deber ser, lo correcto y lo erróneo. Ahora eran ellos mismos quienes estaban metiendo la pata.
No aclares que oscurece
Por supuesto, ante la avalancha de cuestionamientos, el influencer filósofo e hijo del estandapero no tuvo otra alternativa que salir a pedir disculpas.
Visiblemente afectado por la situación, Moldavksy ahí sí intentó asegurar que “en ningún momento” se refirió a Lali y que la historia era “completamente falsa, en el marco de alimentar el aire de un programa, una consigna, y donde uno corre el riesgo de decir muchas boludeces”. “Acá es una persona diciendo boludeces, sin lugar a dudas. Jamás traería mi intimidad así, no contaría una historia así al aire nunca”, aseguró, casi como diciendo que no hizo lo que todos vieron que sí hizo.
Algo parecido ensayó Nati Jota, conductora del segmento. “En lo personal no lo decodifiqué como para frenarlo en el momento como hubiera querido y como correspondía”, escribió en sus redes.
Después, en el propio programa, amplió: “Como mujer, verlo me hizo ruido. Son comentarios y una conversación desagradables para tener de la intimidad con una mujer, sea quien sea, no importa si es falso o si es verdad; no se hace eso, no se hace en ese tono ni de esa manera”, continuó.
Habrá que ver si el público acepta como válidas esas disculpas. Por lo pronto, Lali lo dejó de seguir en redes a Moldavksy.
El problema de fondo
Sin ánimo de caerle con la “policía moral” a Moldavsky, Nati Jota y compañía, sí vale reflexionar sobre lo ocurrido como síntoma cada vez más recurrente del mundo del streaming.
Hay un pacto de consumo que se retroalimenta entre productores de contenido que animan este formato y su audiencia. Ahí se espera que las “normas” sean más laxas que en los medios convencionales, y que por lo tanto también lo sean las licencias al momento de ofrecer su contenido.
El problema es que esa combinación funciona como caldo de cultivo ideal para irse de boca o dejarse ganar por la tentación de tirar algo que divierta. Más aún cuando quienes están en la mesa se van potenciando como claque ante cualquier exabrupto. Y mucho más cuando, encima, hay que salir a “rellenar el aire” todos los días, como lo admitió el propio Moldavksy en sus disculpas.
Lo dijo Martín Cirio, también conocido como La Faraona, al analizar el caso. “No tenemos todo el tiempo cosas interesantes para decir. Yo que hago streaming dos horas por día, no es que dos horas por día tengo cosas brillantes para decir, a veces sí y muchas veces lo que más digo son pelotudeces”, sentenció.
Algo parecido había admitido en enero de este año Andy Chango, cuando renunció al aire de Blender, otro canal de streaming. “Yo creo que hay contenidos e incontinencias, y el streaming se basa en incontinencias, en hablar boludeces todo el tiempo. Eso a mí me está doliendo, y como estoy grande, hice discos y me gusta el aire, renuncio”, dijo, para dejar su silla vacía.
Claro, en esa incontinencia, revelar la intimidad resulta como un salvavidas tentador a la hora de captar la atención, pero también como un arma de doble filo.
La psicoanalista Alexandra Kohan, shockeada por el relato de Moldavksy, lo sentenció en un mensaje en su cuenta de X. “No distinguir entre palabra pública y privada y vulnerar la intimidad de otros en pos de una vanidad berreta es una de las violencias más naturalizadas de estos tiempos”.
