El Festival Nacional de Doma y Folklore de Jesús María se ha convertido en una experiencia transversal para distintas capas de público, ya sea en términos de edades, origen social y geográfico o gustos en diferentes áreas de consumo.
En los últimos años, la apertura y la modernización que encaró la comisión organizadora moldeó un evento que no sólo es afín a las tradiciones de hace casi seis décadas, sino también a la innovación y a la búsqueda por convocar a la mayor cantidad de audiencia posible.
En ese sentido, una de las características que tiene el festival es que no sólo es un evento que se vive en torno a un escenario con programación artística. Es más bien una experiencia que se vive en al menos dos ámbitos.
Por un lado, en los alrededores del anfiteatro, se pueden visitar ferias de artesanías y paseo de compras que incluyen varias opciones alimenticias. Y también se pueden encontrar alternativas una vez dentro de las instalaciones del José Hernández, que tiene la particularidad de incluir puestos gastronómicos que se parecen más a un kiosco o a un despacho de delivery y otros que tiene tienen forma acabada de restaurante.
Por eso mismo, a la hora de pensar qué se puede comer y beber en torno al festival jesusmariense, las opciones son múltiples y todo depende del bolsillo y de las preferencias de cada quién.
En los puestos de venta de comida que se encuentran en las vías del tren que pasa detrás de una de las tribunas del anfiteatro, el panorama es amplio e incluye la posibilidad de probar no sólo los platos tradicionales de cualquier festival de folklore.
Más allá de las opciones de comida rápida en diferentes escalas (choripanes, hamburguesas, lomos, superpanchos), algo que destaca por volumen es la alternativa del shawarma ($ 8 mil). Este clásico de la comida de Medio Oriente, que ha influido incluso en la tradición del taco al pastor, se repite en varios puntos y constituye la minoría étnica con más presencia fuera de las opciones vinculadas a la argentinidad.
Entre parrilladas y puestos de sándwiches de cortes varios, algo que también llama la atención es un imponente puesto con estética y sabores mejicanos. Allí se pueden probar básicamente tacos y burritos, las dos más pedidas, y también variantes adaptadas al paladar local que cruzan ingredientes con platos más cercanos como hamburguesas o papas fritas.
A la hora de la bebida, se empieza por la infaltable sangría, nevada o granizada según el caso. Más allá de las variantes, que se multiplican por la popularidad que ha ganado el trago en los últimos años, la receta es la misma: vino, limón, hielo y un lavarropas. Con las temperaturas de los últimos días, el clima quedó a punto caramelo para probar esta golosina por $ 7 mil ($ 6 mil la recarga).
Los tragos con alcohol se encuentran también en diversos puestos que exhiben sus botellas para alertar a los paladares sedientos. Hay opciones para todos los gustos, con tragos desde $ 7 mil y opciones sin alcohol que también tienen cada vez más presencia.
Una vez dentro del anfiteatro, también se pueden conseguir locro, empanadas, lomos, pizzas, choripanes, papas fritas y diversas opciones al paso. Pero para destacar algunas variantes originales, la humita ($ 8 mil) y el choclo enmantecado ($ 3.500) honran la nobleza del maíz yy ofrecen una alternativa a la omnipresente oferta cárnica.
Otro ítem que se incluye entre los símbolos del festival son los sándwiches de salame y queso ($ 5 mil) o las picadas de fiambres y quesos ($ 10 mil), ideales para saborear la producción típica de Colonia Caroya. Y desde Ascochinga, pero ya convertidas en una atracción más del festival, las tortillas a la parrilla que, según el dueño de los cuatro puestos presentes dentro y fuera del anfiteatro, se comen a toda hora. Están las clásicas ($ 5 mil) y las rellenas de jamón y queso o salame y queso ($ 10 mil).
Una experiencia premium
Otro estandarte de la experiencia Jesús María son las parrillas ubicadas en el anillo exterior a las tribunas. Poder sentarse a comer un buen asado mientras se escucha lo que sucede con la jineteada o se disfruta a lo lejos de los espectáculos musicales, es surreal y se agradece con un buen brindis.
Y si se quiere ir un paso más allá y también ver lo que ocurre en el campo o en el escenario, están las parrillas Premium que se distinguen por un servicio integral y una experiencia gastronómica completa. En La Cautiva, la parrilla libre, con guarniciones y bebidas libres hasta el postre o hasta las 2 de la mañana, tiene un costo de $ 100 mil por persona y $ 130 mil con la entrada al anfiteatro incluida como combo.
El restaurante está ubicado en un sector elevado con vista directa al campo y hacia un costado del escenario. Cabe aclarar que sólo algunas mesas tienen vista plena al exterior.
El menú incluye una empanada frita de entrada, opciones de ensaladas y papas y varias pasadas de cortes de carne y achuras. El cuadril, un sello propio de Jesús María, y una costilla capaz de derretirse en la boca, entre lo más destacado de una propuesta que añade valor agregado a la experiencia gastronómica propia de un festival. De esas sensaciones que permanecen en el paladar por mucho tiempo.