Melina Brizuela (antes conocida como Melina Lazcano, y por haber sido la cantante de Agapornis) dejó un durísimo testimonio sobre la situación de abuso sexual que padeció en su infancia y que la marcó de por vida.
En el marco de una extensa entrevista con el periodista Sebastián Soldano de Infobae, Melina confirmó que a los cinco años de edad fue víctima de abuso sexual por alguien de su entorno intrafamiliar. “Lo peor es que se trató de mi tío abuelo”.
Por entonces, su primera reacción fue pedir ayuda con su abuela, Lita. “Cuando le conté lo que este señor hacía conmigo me respondió: ‘¡Son mimos! No pasa nada… A tu prima le hace lo mismo’”, recuerda. “Ella, tan rígida como era, no podía ver la magnitud de la situación ni tampoco permitir que se armara un quilombo en la familia”, relata ahora la cantante.
“¿Qué podría pensar yo si mi propia abuela me decía que estaba bien que un tipo me llevase al sótano para tocarme? ¿Qué importancia podría darme de adulta, si eso es lo que había aprendido a la edad en la que una criatura empieza a conocerse y a darse valor por sí misma?”, se preguntó ahora retóricamente en la entrevista.
También ahora especula que no fue a decirle a su madre la situación que padecía por miedo a que la retaran. “Eran épocas en las que no se tomaba demasiado en cuenta lo que un chico decía. Y mi abuela tenía tanto poder dentro de la familia, su visto u opinión era tan fuerte, que si ella lo sabía ya sería suficiente”, explica.
Sus primos también fueron víctimas
Años más tarde, descubrió que aquel tío también había abusado de sus primos, o sea, de su propios nietos.
“Recién a los 19 años me animé a planteárselo a mamá. Pero con una versión más liviana, muy por arriba. Y, aún así, no pudo mirarme a los ojos”, cuenta. “No es fácil para una madre aceptar que su hija fue tan vulnerada. Pude ver en ella una enorme frustración. La culpa de no haber podido protegerme”.
Claro que existieron los reproches del estilo ‘¿por qué no viniste a mí, primero?’ “Pero en ese entonces ella debía trabajar y mi abuela, con la que pasaba el día, era casi mi mamá. Yo no distinguía tanta diferencia”, argumenta.
“Y terminé de acomodar y redimensionar esa experiencia al escuchar el testimonio de Thelma Fardin. Recién entonces tuve el valor de compartir que yo también fui una chica abusada”.
La sanación
Melina invitó a su madre a embarcarse juntas en terapias no convencionales y hasta holísticas, como la meditación y la biodecodificación, con el objetivo de repasar su historia y curar heridas. “Hicimos ejercicios de roles o regresión, en el que volví a tener cinco años para pararme de frente y contarle lo que estaba viviendo y sintiendo en tiempo presente”, evoca Brizuela. “Entonces logramos alinearnos ‘almicamente’. Pudimos ver más allá de lo que nos decían nuestros cuerpos. Y aceptar que dentro de esa mamá que ante un relato descarnado no pudo sostener su mirada, había una mujer que lloraba desconsoladamente por la imposibilidad de ayudar a su hija”, recuerda. “Y fue precioso.”
A la vez, revela que mantuvo durante años un rencor hacia su abuela. “Estuve muchos años enojada con ella mientras le daba vuelta a tantos ‘por qué’. ¿Por qué había sido de ese modo? ¿Por qué me enseñó a callar? ¿Por qué? ¿Por qué? ¿Por qué?… ¡Porque hizo lo que pudo con eso que tenía!”, se responde. “Con el tiempo descubrí que ella también había sido víctima del abuso sexual y fui abrazando su historia. Venía de una familia rural de catorce hermanos, con el deber inobjetable de trabajar desde los seis para poder comer. El destino la obligó a llevarse el mundo por delante sin tiempo para detenerse a llorar”, define.
Su abuela murió en 2012, poco después de que haciendo constelaciones familiares Melina sintiera que por fin podía entender el accionar de su abuela y poder perdonarla”.
“Ella fue quien me crió y sin su ayuda, mamá no hubiese podido progresar como lo hicimos”, sentenció.