Por más que me esfuerce, no logro recordar lo que estaba haciendo a mis 7 años. Asumo que iba la escuela y diluía el tiempo entre el juego y algún descubrimiento trivial del mundo. Este olvido me parece una bendición, en especial cuando me encuentro con otra publicidad protagonizada por el pequeño Fran, mejor conocido como el “niño Talleres”.
Más de dos meses atrás, en una previa al superclásico cordobés, un periodista le acercó el micrófono a Fran: “Nunca ganan; nosotros sí ganamos el sábado, ¡AGUANTE TAIERE! ¡AGUANTE TAIEREEEE!”, dijo, para alentar a su equipo, colorado por la euforia. En pocas horas, Fran se convertía en el nuevo viral de TikTok.
A los pocos días, esa fugaz y cómica irrupción en redes sociales palideció ante la creciente preocupación de sus seguidores. Cada semana, se conocía una publicidad nueva en la que su célebre arenga se modificaba de acuerdo a la marca o el comercio.
Así es como hasta el momento se conocen al menos 20 videos en los que Fran le pone el cuerpo a distintos rubros: óptica, venta de automotores, gestoría de visas internacionales, mueblería, impresión de remeras, sándwiches, celulares, peluquería, constructora de casas y hasta la promoción de BioCórdoba. También hizo una aparición en un recital de Dale Q’Va y conoció al plantel de Talleres.
Si alguien se tomara el trabajo de componer un montaje de esas apariciones en orden cronológico, se verían al menos dos tendencias. Por un lado, la curva descendente del entusiasmo al gritar la frase inspirada en su video consagratorio. Por otro, la curva ascendente de su cansancio, agravado por la marcada aparición de ojeras propias de quien trabaja ocho horas diarias de lunes a sábado.
Ideología de cancha
En los comentarios a sus videos, hay un rosario entero de críticas hacia los padres de Fran, que convierten al niño en posible candidato a un triste salón de la fama junto con Luis Miguel, Michael Jackson y Macaulay Culkin. ¿Fran se está divirtiendo sin descuidar sus actividades de niño? ¿O hay un cuestionable aprovechamiento de su fama con fines comerciales?
Ante la falta de pruebas concluyentes, me detengo en otro aspecto del fenómeno “niño Talleres”.
En las últimas semanas, una de las palabras más usadas por los medios de comunicación fue “adoctrinamiento”. Se la emplea para señalar prácticas en las que una persona (por lo general adulta) impone una ideología o pensamiento a otra (por lo general menor), abusando de su autoridad. Es una amenaza permanente para quienes son docentes en cualquier institución educativa, como si la educación formal fuera el único espacio susceptible de prácticas adoctrinantes.
Hacer cosas con palabras
Es habitual ver a niños que alientan a su equipo de fútbol con fervor utilizando malas palabras y metáforas sexistas y racistas (por suerte, no es el caso de Fran). Es imposible asumir que un niño de, digamos, 8 años entienda qué significan los cánticos sobre genitales violentados, para endilgar al oponente una homosexualidad humillante, el mal tan temido en el fútbol. En otras palabras, los niños dicen lo que escuchan no una vez sino miles de veces, en todos los partidos, en boca de los adultos que lo rodean.
¿Elige un niño de 5 años el cuadro del cual va a ser hincha? ¿Algún “bostero” de 10 años elige humillar a su compañero de grado por ser “gallina”?
El fútbol, la pasión estrella de nuestro país, aún goza impúnemente de la idolatría por designio. Ser hincha de un cuadro es un destino que cada uno no puede sino cumplir, que encuentra su expresión natural desde la más tierna infancia y florece entre insultos que por mucho tiempo serán incomprensibles.
Fran ama a Talleres. Su amor lo desbordó y lo llevó a una exposición que seguramente todavía no logra dimensionar. Espero que su fama le compre más tiempo de ocio para que disminuyan sus ojeras y se abstraiga en preocupaciones infantiles.