Hace unos días, el ambiente musical cordobés se vio conmocionado por el fallecimiento de Juky Carrizo, músico, compositor y productor que se destacó a mediados de los ’70 como mitad del dúo folk Dibujos Animados y en el desarrollo de los ‘80 como líder del grupo rock & pop Corte y Confección.
Con el primer proyecto, que formó junto al cantante y guitarrista Mario Blesio, tocó en la edición 1980 del legendario festival de La Falda. Y con el segundo, agitó una efervescente escena underground local hasta erigirse como el grupo indicado para abrir los shows que Sumo ofreció en el Teatro Griego del Parque Sarmiento y en el Club de Pesca de Villa Carlos Paz.
Juky Carrizo tenía 65 años.
Como cantante, guitarrista y clarinetista, también tuvo un paso relevante por Sopa Prebiótica, otro grupo nuevaolero de los años apenas posteriores a la recuperación democrática.
Ya en los ’90, su grupo insignia fue Los Coyotes, programado regularmente en el pub María María. Do negro en moto, rock de resonancia humorística bien cordobesa, fue el hit de esta formación.
Más cerca en el tiempo, Carrizo era artista frecuente en el Rincón del Artista, espacio dispuesto en el túnel de la Terminal de Ómnibus para que músicos callejeros puedan tocar en vivo y sin presiones.
Precisamente, la cuenta de Instagram de esa plataforma de expresión despidió a este artista con un texto sentido, complementario de un video.
“Hoy compartimos este video para recordarlo como fue: cantando, con su guitarra y con esa forma tan simple y verdadera de estar en la música”, dice el homenaje.
“Juky pasó por el túnel dejando canciones, letras, momentos y una huella que sigue sonando en quienes lo escucharon. La música que se comparte no se pierde. Gracias por tu paso, por tu voz y por cada encuentro @juky.carrizo”, completa.
“Me lo encontraba en la terminal tocando. Y como vi que hacía bossa con fluidez, se me ocurrió contarle que en Morteros, mi pueblo, había un circuito para trabajar con esa música”, comienza el guitarrista Jorge “Cuerda” Tarnavasio, con quien Carrizo armó un dúo fugaz por considerarlo un contemporáneo de escenas, tanto de los ’80 como de los ‘90.
“Le propuse que venga, al mismo tiempo que me ofrecí acompañarlo en la eléctrica. Se copó, redondeamos un repertorio de 10 canciones entre standards de jazz y otros clásicos bossa y salió todo joya. Recuerdo que se vino en su auto con su sonido”, amplió el violero, a quien Carrizo también produjo detrás de consola en una grabación de Lulo Kristal.
Si bien sus composiciones destacaban chispa y picardía, también daban cuenta de cierta complejidad en sus desarrollos, acaso como deriva ineludible de haber estudiado el Profesorado en Educación Musical en Universidad Nacional de Córdoba.
“La música es parte de mi vida, es mi fuente de inspiración, el motor de mi existencia. En ella encuentro el solaz que en el atropello diario del mundo en que vivimos no sé hallar. Cada día de mi vida toco y compongo, para mí es como respirar”, le dijo Juky Carrizo a La Voz en 2015, en el marco de una entrevista en la que habló sobre cómo un diagnóstico de diabetes lo llevó a replantearse un montón de conductas.
“La diabetes es una enfermedad con la que podés fingir que te estás cuidando cuando en realidad no lo estás haciendo. Por eso es difícil llevarla, porque podés engañar a los demás, pero a vos mismo definitivamente no. Te obliga a ser fiel a vos mismo”, sumó ante el grabador de Rosana Guerra.
“Mi enfermedad me hizo sanar algunos aspectos de mi personalidad”, expresó.
“Durante mucho tiempo solucioné mis problemas de una manera desbordada y eso me llevó a la autodestrucción. Cuando me di cuenta de eso y acepté mi enfermedad, mi enfoque cambió. De pasar de ser un ser explosivo, visceral, desbordado, pasé a tener más contención interna, a poder pararme ante la ira y detenerla a tiempo. Aprendí a autorregularme y a ser menos explosivo”, amplió.
“Cuando tocaba en pubs o bares era muy desgastante porque todos comían comida chatarra y tomaban mucho alcohol. Pero tuve que cambiar mi dieta, empecé a bajar el consumo de carne y después me volví vegetariano. Me llevaba mis tuppers con mis lentejas, porotos, arroz integral y comía en la barra con mis compañeros. Y así la fui llevando todos estos años”, redondeó en aquella charla.
Otro aspecto saliente de la vida luminosa de Juky Carrizo fue su autopercepción como facilitador de Un Curso de Milagros. O en otras palabras, en acompañante en el estudio y aplicación práctica del programa espiritual de autoaprendizaje dictado por la psicóloga Helen Schucman por una voz interna que ella identificó como Jesús, “diseñado para transformar la percepción del miedo al amor, deshaciendo la culpa y sanando las relaciones mediante el perdón”.
