El último sábado, en el patio del Centro Cultural Graciela Carena, el salteño Agustín Lasa concretó la presentación de su más reciente EP, De esos abrazos.
Dicho material, lanzado poco más de un año después del single Familiarmente, es lo más parecido a una bisagra para el cantautor. Es que tras algunos años de exploración profunda a través de la música de raíz y su acervo, el excantante del grupo roqu ero Checiruja se dio cuenta de que su vínculo con esa cosa llamada “folklore” era mucho más férreo de lo que podría haber imaginado.
“Con el inicio de esta carrera solista empezó a tirar fuerte la raíz folklórica después de varios años de rock y descubrí que el folklore es un género donde me siento pleno cantando, donde me divierto, que me genera una pasión enorme a la hora de estar arriba de un escenario”, reconoce Lasa.

“Últimamente vengo diciendo que una ronda de chacarera es lo más parecido a un pogo de aquellos años eléctricos, o que ver parejas bailar una zamba me emociona de una manera tremenda”, asegura el compositor.
“Y con eso empezó el desafío de componer obras propias que se pudieran bailar, de seguir ahondando y descubriendo el folklore, porque es increíble. Y además, porque es como un lenguaje universal, ¿no?“, apunta el salteño. ”Si tiene forma de danza, se puede bailar, y si el público puede bailar mis canciones, entonces ya se genera una comunión que trasciende todo. Estoy enamorado de eso”, define.
Festejo compartido
“Esa noche fue como si fuera de toda la vida”, asegura Lasa al repasar lo ocurrido el último sábado en el centro cultural de la calle Alvear.
Lo dice en referencia a la participación de varios colegas y colaboradores en lo que fue algo parecido “una fiesta de cumpleaños soñada”, según sus propias palabras.
Es que, además de la banda con la que se viene presentando, Lasa compartió escenario con el pianista Jorge Martínez (que grabó en Zamba de un saludo para la luna), el bandoneonista Rubén Mota, los cantautores Martín Mamonde y Romi Bazán y el bailarín Jorge “Negro” Valdivia. También lo conecta con el ida y vuelta que se dio con un público que suma su cuota sensible en esta sensación de comunidad cada vez más amplia.
“Esta vuelta pasó que fue mucha gente que nunca había ido a un espectáculo producido por mí. Había muchas personas que, aunque no me habían visto en vivo, sí compartimos otros espacios en el último tiempo, y se genera la misma sensación. Entonces, uno siente que va ampliando esa sensación de familiaridad con el público, con invitados con los que compartíamos por primera vez un camarín”, expresa el músico apenas unas horas después de haber vivido una noche definitiva.
“Fue como si el patio del Carena hubiera sido el patio de mi casa, en un asado de domingo al mediodía. Eso hace que después todo fluya de una manera medio mágica”, define con el sabor del sábado todavía en las papilas gustativas.

–En este show también te animaste a hacer un repaso de tu trayecto musical desde 2020 a esta parte. ¿Qué sentís al revisar esas composiciones y ese camino recorrido como cantautor?
–Siento que hay una coherencia… que de las primeras canciones como solista a esta parte hay un desarrollo en las composiciones. Me puse a estudiar el género, a escuchar mucho… Yo pasé mi infancia y adolescencia en Salta, entonces si bien siempre estuve en contacto con el folklore, este acercamiento fue diferente, más a conciencia y con el desafío de poder componer. Lo primero que compuse fue una chacarera y ahí se abrió una puerta. Para mí se va poniendo cada vez más lindo, y eso me entusiasma. Estoy en un momento en el que me gustan mucho mis canciones. Encontré en el folklore una posibilidad de poesía y de relatos con los que me llevo muy bien. Formas de hablar de los amores, de paisajes, de emociones que me resultan conmovedoras. Y cuando descubrí que esto que canto también se puede bailar tan hermosamente, como sucede en los patios o en las peñas, listo… como que el círculo cerró.
Una familia que se agranda
De alguna manera, lo ocurrido en la presentación de De esos abrazos es una extensión de aquello que ya se manifestó en la grabación de las cuatro canciones que integran el trabajo lanzado en septiembre.
Es que este segundo EP de Lasa fue concebido como un desafío. El cantautor optó por grabar cuatro composiciones propias pero de cuatro ritmos diferentes: una chacarera, una cueca, una zamba y una vidala. Y para poder darle forma definitiva a esas canciones, se rodeó de la banda con la que viene tocando y también de algunos artistas cercanos tanto desde lo musical como desde lo humano.

“En el disco grabaron Eli Fernández, Jorge Martínez, Chelko Caro Pajón, Joaquín Piovano, y la banda de mis amores que me viene acompañando hace rato”, asegura Lasa sobre la formación que completan el vientista y productor Mateo Martino, la percusionista Valentina Merchán y el pianista Mauro Carreras. “Un nivel que no se puede creer”, sintetiza Lasa al repasar el plantel detrás de su más reciente obra.
“Yo me siento re afortunado de convivir y construir con toda esta gente, con esta gran familia. Y sobre todo la retroalimentación que tenemos como comunidad. De alguna forma o de otra, todos tenemos que ver con los proyectos de cada cual, el disfrute y el trabajo es bien colectivo”, apunta Lasa, que en el grupo de trabajo vinculado a De esos abrazos también evidencia una red comunitaria que lo sostiene.
“Al menos yo, siento una admiración tremenda por estos amigos que me dio la vida. Entonces, grabar un disco con la familia que musicalmente la rompe, pero que además tiene una calidad humana excepcional, para mí es el éxito total”, considera.

–Sos un cantautor solista. Sin embargo, trabajás con amigos y familia y mucho de ese espíritu tiene que ver con las canciones de tu EP. ¿Sentís este disco como un reconocimiento de esa red de contención que sostiene tu camino? ¿Qué significan puntualmente para vos esos abrazos a los que hacés alusión?
–Definitivamente es un reconocimiento. Hace algunos años ya que me viene dando vueltas la idea de familia como una construcción que uno va haciendo en el camino, que parte del amor, del compañerismo, de la incondicionalidad y que no necesariamente tiene que ver con la sangre. Toda esta red que me banca: mi compañera, mis hijos, mi familia, mis amigos que son fundamentales para mis canciones. Esos abrazos terminan siendo un poco una síntesis de ese compartir la vida y en definitiva son el lugar seguro al que seque puedo volver siempre. Y a su vez, sé que siempre voy a tener un abrazo para ofrecer a esta gente que amo.
–Después de esta presentación inicial, ¿cómo sigue el camino de estas canciones?
–Esta es la primera apuesta que hago como cantautor de folklore en estado puro, si se quiere. De salir a la cancha con canciones propias que se puedan bailar. Que en cualquier peña o patio al que vaya, si las canto y las toco la gente las puede bailar sin ningún problema. El norte, después de esta presentación de disco y ahora que se viene el solcito, el verano, los festivales y los patios con más convocatoria, es llevar estas canciones a todos los lugares a los que se pueda y que las pueda bailar la mayor cantidad de gente posible. Y después, seguir estrenando canciones nuevas. Por suerte, este disco fue un quiebre para mí para poder seguir componiendo chacareras, zambas, bailecitos, gatos. Quiero nutrir cada vez más el repertorio de composiciones propias, pero que al fin y al cabo tengan esa conexión universal con cualquier persona que tenga ganas de bailarlas. El norte va por ahí. Definitivamente quiero seguir ampliando el universo de canciones y seguir investigando el folklore, que la verdad me está volviendo loco (risas).